POV DARKO ROMANOV
En cuanto me bajé del automóvil, apareció el detestable de Francesco. Cada vez que lo veía quería adornar su cabeza con un agujero.
—Pasha, que Lyonya y Stepan vigilen. Tu entras conmigo —ordené rápidamente.
—Sí, Pakhan.
—Que bueno que estas aquí. —Estreché su mano—. Pensé que no aceptarías mi invitación.
—Me gusta Italia —me encogí de hombros.
—Ven, vamos a dentro.
Mi celular sonó en ese momento, así que me excusé y me alejé para contestar.
—¿Ya está hecho Dima? —susurré.
—Sí, Darko, pero si se llegan a enterar que fuimos nosotros...
¿Quién pensaba que era yo?, tenía todo malditamente bajo control.
—No lo sabrán, dime... ¿utilizaste el PE4?
—¿Acaso quieres volar una puta casa? —Bramó en desaprobación—. El C-2 es más que suficiente para un automóvil.
—Solo quiero asegurarme de que nadie salga con vida. —Sonreí, viendo a lo lejos a Francesco—. Adiós, quiero estar en primera fila para ver su reacción.
Vi de reojo como Pasha me miraba confuso, pero pronto se enteraría.
—Tengo algo importante que discutir contigo, Darko —dijo, en cuanto entramos a su despacho.
Lo miré fijamente, observando su postura y facciones. No parecía nada importante. Me senté y agarré la bebida que me servía.
—Escucho.
—La familia está contenta por nuestra buena relación con la bratva, pero sabes como es este mundo, nada nos asegura que seguirá así. —Asentí—. Queremos estar seguros de nuestra relación. Por eso queremos sellarlo con un matrimonio.
—Ese jamás ha sido nuestro método.
—Pero si el de la Cosa Nostra —respondió de inmediato.
Maldito hijo de puta.
—Supongo, que nos darán alguna hija de uno de tus capos para que se case con uno de mis hombres. —Negó, confundiéndome—. ¿Entonces?
—Queremos que se case contigo. Esa es nuestra primera opción.
Lo miré fijamente por varios segundos, al ver que lo que decía iba enserio, no pude aguantar la risa.
—Es suicida ese querer.
—¿Por qué? el que se case contigo nos dará la entera confianza.
Oh, entonces empiezan a desconfiar. Me pregunto quién será.
—Si quieres que ella muera, y eso nos lleve a una guerra donde ambos perderemos hombres, cargamentos y tiempo, hazlo.
—¿Por qué iba a morir?, nadie se atrevería a asesinar la mujer del pakhan.
Nadie, excepto yo mismo en la noche de bodas —pensé.
—¿Cuál es la opción dos? —quise saber.
Pude percibir una fina capa de sudor en su frente, su postura había cambiado. Tenía nervios y me atrevía a pensar que hasta miedo. ¿Por qué?
—Que tu pequeña hermana se case con uno de nosotros.
Tomo todo de mi inexistente autocontrol, para no reflejar ningún tipo de expresión en mi rostro.
—¿Mi hermana?
—Estoy muy seguro que nadie sabe que tienes una hermana. —Sonrió, pensando que había dado en mi punto débil. Su postura se relajó...solo un poco—. Todos piensan que fuiste hijo único.
Exacto. Hace muchos años, antes de entrar a la Bratva, me había asegurado de eliminar todos los registros, personas, fotos, cualquier mierda que pudiera vincular a Misha y a Lena conmigo, nadie, excepto Vladik y Pasha sabían que tenía hermanos.
Por esa puta razón, cuando Misha cometió un error en su trabajo que nos costó millones, tuve que cortar su dedo meñique, una pequeña advertencia.
Con Darko Romanov, haces las cosas bien o mueres. No hay punto intermedio.
Ahora, la señorita Elena Petrova se encontraba en estos momentos de viaje, había insistido tanto tiempo, que terminé por aceptar, pero dejé a cargo de la seguridad de mi hermana a más de cinco hombres, y según el último reporte de Pasha, estaba en Francia.
—¿Cómo lo supiste?
—Hace dos noches atrás, un hijo de uno de mis capos tuvo un pequeño problema con ella—se detuvo, analizándome, asegurándose si haría algo o no en contra del muerto.
—Continua.
—Tu hermana casi lo mata, así que se la llevaron y antes de asesinarla confesó que era hermana del pakhan de la bratva y que, si ella moría, todos ellos igual.
—¿En dónde está?
—Aquí, en una de las habitaciones de arriba. —Me señaló—. Nadie la tocó. Tu hermana está bien.
—Pasha. —Nombré, sin quitar la mirada de Francesco—. Ve por Lena.
La puerta se abrió a mis espaldas y solo cuando se cerró, me levanté.
—Tengo a los hombres que iban a asesinarla. —Añadió—. Puedes hacer con ellos como te plazca.
Caminé hasta su estantería de vinos, para observarlos con más claridad.
—Algo curioso de Lena es que, desde sus catorce años, hasta hace poco, sus veintitrés, estuvo en una academia militar un poco... diferente. Es una pequeña máquina de matar, Francesco. —Volteé a verlo, mientras agarraba una de sus botellas—. Ella no es mi debilidad. Intuyo que seguramente ese chico se encuentra en la uci, ¿verdad?
—Sí, contusión cerebral y un pulmón perforado.
—Perfecto —asentí, caminando hasta él.
—Dejemos pasar esto. —Pidió—. Él recibió su merecido y tu hermana está bien, sigamos con nuestras buenas relaciones.
—No, ella no está bien. Para neutralizar a Lena tuvieron que ser varios hombres contra ella. Golpearla. Amordazarla y en el peor de los casos, dispararle. —Todo su cuerpo entró en tensión—. Lo que me lleva a pensar que no fue hace dos noches.
—¿C-Cómo?
—Burlaste mi equipo de seguridad para mentirnos y hacernos saber que todo iba bien, cuando era todo lo contrario. Ella en una cama. Recuperándose de las heridas que le infringieron.
—No, no fue así Darko...
—Y entonces me invitas a tu casa, a proponerme que dé a mi hermana pequeña en matrimonio para asegurarte que no le pueda hacerle nada a tu capo, porque sé que fue él quien golpeó a Lena.
—¡No, mierda! ¡Claro que no!
—Oh claro que es cierto —golpeé rápidamente la botella contra el borde de su escritorio. El vino en su interior se derramó, dejando la mitad del cuerpo de esta y la enterré en su antebrazo—. No te atrevas a gritar.
Su cuerpo empezó a temblar y sus dientes rechinaban, aguantando el dolor. En cuanto el miedo apareció en su mirada, fue una maldita incitación para tortúralo y divertirme.
Aun no entendía como alguien como él, era el jefe.
—Tu...Tu hermana está bien.
—Me vas a dar los nombres de todos los difuntos que estuvieron involucrados en esto.
—¿Y...y que... diré?
—Problemas con los alemanes.
Su teléfono empezó a sonar, interrumpiendo nuestra agradable charla.
Sonreí inmediatamente y lo saqué de su chaqueta, ofreciéndome a contestar, el pobre no estaba en condiciones.
—¡¿Qué pasa?! —gritó.
Lo puse en altavoz y me senté.
—El hermano de Alessandro, el Doc, le han puesto una puta bomba en su carro. —silencio—. Estalló con él dentro.
Su rostro se descompuso. Alessandro era de temer, nadie se entrometía con él y mucho menos con su familia. Le tenían respeto. En el pasado estuvo a nada de ser el Don, pero Francesco le ganó ese puesto, aun trato de averiguar lo que hizo.
Rápidamente volteó a verme y me encogí de hombros.
—Malditos alemanes.