Ya me había calmado un poco y dejé que papá me comentara su plan. —Y si me hubiese negado, aun así, tendría que casarme con Francesco porque ya me ofreciste como esposa. Le ofreciste a tu única hija al Don. —Mi corazón estaba herido. Que jugara con mi vida y mi futuro de esa manera, jamás se lo perdonaría—. Nuestra relación no será la misma después de esto que hiciste. —Tesoruccia —negué levemente. —No, no soy más tu tesoro y después que esta mierda termine…que Francesco haya muerto, no te quiero más en mi vida. —No le hagas eso a tu padre, cara… él te ama. No podía aguantarla un segundo más. —Usted cállese. Es una conversación de padre e hija. —Señalé, lo bastante enojada—. No tiene derecho de estar interrumpiendo y metiendo sus narices. Recuerde, usted no es nada para mí. —