01.
A la lejanía observo atentamente a Zack, con su camisa blanca, su cabello peinado de lado y ese aire de chico malo que lo envuelve. ¿En que momento me enamore tanto de este chico? Suspire con amor, no podía dejar de mirarlo. Me gustaba hasta el aire que respira, lo conocía desde el jardín de niños. Siempre fuimos a la misma escuela, secundaria y hasta universidad. Pero nunca tuve la valentía necesaria de acercarme a él, además no era como que fuera de las de su “tipo”. No es que fuera fea, pero a él le gustaban las chicas más abiertas, lanzadas, extrovertidas y yo era todo lo contrario. ¿Por qué sufría de pánico escénico? ¡Odiaba ser sí! Tomaría un curso de “como hablar en público y no morir en el intento”, en el próximo verano.
—¡Ya deja de babear por él, Ellen! —regaña mi mejor amiga, Sandra.
—¡Déjame! ¿Cómo no quieres que admire esa belleza tropical? —me defendí. —, ¡Soy tan feliz cuando tienen junta!
—Ellen, has estado enamorada de Zack desde que te conozco. ¡Han pasado diez putos años, mujer!
—¿Y? Tu vives enamorada de esos personajes literarios que lees en esa aplicación, dreame y yo no te juzgo…—respondí suspirando, mientras apoyaba el peso de mi rostro en mi mano derecha.
—¡No te metas con mis novios! ¿Son perfectos entiendes? —responde divertida.
—¿Ya ves? También son amores platónicos, como Zack—respondí.
—¡Ellen! —grita mi jefe, Ares. Abrí mucho los ojos y recobré mi compostura. —, ¡Te necesito aquí!
—Suerte cariño, procura no babear o hacer algo estúpido delante de tu amor—divierte. La mire mal y rodee mis ojos.
Camine a pasos inseguros y nada coordinados hasta la sala de juntas, el cristal transparente dejaba ver todo el interior. Entre cabizbaja, avergonzada. ¿Por qué tenia que haber tanta gente? Ares sabia lo mucho que odiaba entrar aquí cuando estaban en reuniones, sabia que mis piernas temblaban tanto que podría fácilmente caerme de narices. Me acerqué hasta su asiento y lo miré sin comprender para que me había llamado.
—¿Qué se le ofrece, jefe? —pregunté cordial. Zack se encontraba sentado a su lado, a solo centímetros de mí. Me fallaba la respiración y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no tartamudear. Por suerte se encontraba distraído conversando con Andy, la diseñadora de moda.
—Límpiate la comisura de tus labios, estas babeando—responde divertido en voz baja, para que Zack no lo escuchase. Lo mire mal, Ares no solo era mi jefe. También mi mejor amigo desde hace años. —, Necesito diez copias de este contrato, una cita con la diseñadora gráfica y programa una rueda de prensa.
—En seguida, ¿Algo más? — pregunté, recibiendo las hojas en mis manos y apunto de retirarme.
—¡Elle! ¡Hola! ¿Qué tal? —saluda Zack y mi corazón se aceleró tanto, que parecía un tambor con redoble. ¿Por qué tenia que tener unas cuerdas vocales que producían tan melódica voz?
—Eh, ho-hola, yo… tengo trabajo—respondí huyendo de la sala. A paso rápido, ¿Por qué soy tan tonta? ¡patética! ¡Habia arruinado otra oportunidad de hablarle!
Suspirando camine a la sala de copias, Zid estaba sacando copias en un enorme folder. Lo miré con una sonrisa tímida y solo moví mano en forma de saludo. Él era el encargado de producción, no entendía mucho que hacia aquí. La revista en manos de Ares había cambiado mucho, dejo de ser tan clásica para convertirse en una muy moderna. Su padre le heredó el negocio, mientras que a Zack su padre le dejo una trasnacional. Pero le gustaba aliarse con los proyectos publicitarios de mi jefe. Ahora que lo pienso, todos tuvieron su buena herencia. Mis padres seguían vivos, pero no me habían heredado mayor cosa que un departamento en la ciudad y se los agradecía porque no imaginaba lo cansado de pagar renta. Zid se retiró con un asentimiento y me dispuse a sacar todas las copias que me había pedido Ares.
Mi imaginación retrocedía a lo sucedido hace pocos minutos, ¿Cómo es que fui tan tonta para arruinar el momento? ¡Eran pocas las veces que él notaba mi presencia y saludaba! ¡Y cuando lo hace lo arruino! ¿Por qué soy tan sosa? Suspirando seguí esperando a que la maquina hiciera su trabajo, ya me faltaban dos copias. Se venían grandes eventos y estaba muy ansiosa de un posible ascenso. Me gradué con honores en la universidad, estudié dos carreras al mismo tiempo. Licenciada en administración y finanzas y periodismo (me costó muchísimo por mis ataques de pánico y miedo escénico, pero amaba la carrera). No podía decidirme así que me tome el trabajo de estudiar ambas.
Colgué luego de llamar a la prensa para convocar una rueda y había intentado agendar una cita con la diseñadora gráfica, pero no atendió. Tomando el valor necesario para atravesar la puerta de la sala de juntas, respiré profundo y entré nuevamente. Camine hasta el asiento de Ares y para mi muy mala suerte se encontraba conversando animadamente con Zack.
—Aquí tiene, jefe—respondí limitada, sin levantar mi cabeza. —, Eh, la diseñadora no contestó—avise nerviosa. Zack me miraba con atención y sentir su mirada sobre mí. Me tensaba, estúpidas hormonas.
—¿Qué? ¿Cómo es que no contestó? ¡Necesito diseñar el banner de promoción del evento! —responde con preocupación. —, ¿Tienes el numero de algún otro diseñador? Necesito uno bueno…
—No atendió…—alargue, mis piernas estaban tambaleantes y mi voz entre cortada. ¿Por qué me intimida su sola presencia? —, Yo… puedo encargarme, dígame que idea tiene.
—¡Cierto que eres un cerebrito! —divierte con una sonrisa pacifica—, Quiero algo llamativo, con muchos colores de nuestra marca y una imagen alegórica.
—Perfecto, lo tendré para el final del día—respondí con fluidez, gracias a que Zack miraba su teléfono.
—Sorpréndeme, Ellen. Sorpréndeme como siempre—responde con una sonrisa dejando ver sus dientes.
—Lo hare, jefe. —respondo despidiéndome y dándome vuelta para salir de la sala.
—¿Ellen? ¿Crees que puedas traerme un vaso con agua? —pregunta Ares, asiento quedamente.
Salgo y voy a la sala de descanso, abro el refrigerador y ya no hay agua embotellada. Pero si hay en un botellón del filtro, tomo un vaso y lo lleno. Regreso a la sala de juntas y camino con lentitud hasta donde se encuentra Ares mirándome con atención, desvió mi mirada buscando a Zack y lo encuentro hablando con Andy de nuevo, solo que esta vez ella le esta coqueteando, lo mira mordiéndose los labios y él sacude su cabello. Fue muy tarde cuando me percate de mi pie choca e impacta con la pata de la silla y gracias a mi tropiezo el vaso de agua sale volando de mis manos y aterriza en la camisa blanca de Zack. ¡Trágame tierra!
—¡Lo si- siento, tanto! No…fue mi intención. —farfulle con tanta torpeza como para sentirme peor.
—¿Por qué eres tan torpe? ¡Arruinaste mi camisa de diseñador! —responde furioso, siento ganas de vomitar. Me mareo e intento buscar algo para que se seque. —, ¡Déjame! Yo puedo hacerlo—responde cuando lo intento limpiar con servilletas.
—Discul…peme, de ver-dad. No que-ria, dañar su camisa—respondo mirándolo con vergüenza y sintiendo arder mis mejillas. Todos nos miraban expectantes, Ares estaba serio desde su asiento.
—¡A la basura diez mil dólares! ¡Gracias, Ellen! —vocifera con rencor, me hace sentir tan mal. Que quisiera poder pagarle su camisa, pero mi trabajo no me lo permite.
—¡Suficiente, Zack! Yo pagare tu camisa de diseñador, Ellen ve a tu puesto—pide Ares y asiento saliendo del lugar.
Salgo a paso rápido y atravieso el recinto hasta el baño de damas, mi refugio y lugar favorito. Mojo un poco mi rostro y me tranquilizo. Me sentí diminuta por un momento, en medio de gigantes titanes. ¿Por qué tenia que entorpecer todo? Suspire con frustración y entonces la puerta del baño se abre, Sandra entra y me abraza.
—Ese imbécil no tuvo que haberte tratado así—dice en mi oído—¸ ¿Cómo es que puede gustarte ese idiota?
—Es entendible, arruine su costosa camisa—respondo defendiéndolo —, Actúe como una torpe y tonta. ¿Por qué me pone tan nerviosa?
—No eres tonta, amiga—responde dándome ánimos—, Vale que sí, se ve que es cara su horrenda camisa. Pero no debió haberte tratado tan mal y delante de todos.
—Por suerte, Ares me defendió, creo—respondo suspirando—, ¿Crees que lo arruine todo?
—No has arruinado nada, Ellen. —responde—, Cualquier hombre que tenga cuatro dedos de frente, notaria la gran mujer que eres. Y si él no lo ha notado es porque no merece la pena.
—¿Y como le hago entender eso a mi corazón? —respondo con tristeza—, Me enamore hasta los huesos de ese hombre.