4. Esa mirada es la mía.

3032 Words
Evan.  Quiero a mi mejor amigo de vuelta, ¿es tan difícil conseguir eso? Las palabras no dejan de repetirse una y otra vez en mi cabeza mientras voy en busca de Matt. Probablemente Violet ni siquiera sabe que las dijo en voz alta, pero las dijo. Maldición, las dijo. Y no paran de atormentarme. Paso una mano por mi cabello antes de volverla a llevar al volante, sujetándolo con fuerza para aferrarme a algo. Hacía mucho tiempo un par de palabras no me golpeaban tan fuerte, con el poder de hacer de mi vida un caos. ¿Me quiere de vuelta? ¿De verdad me quiere de vuelta? ¿Cómo demonios es eso posible? No sé qué me afecta más, el hecho de que ella aún me quiera de vuelta o el poder con el que un par de palabras suyas logran descomponerme. Conozco a mi Peach lo suficiente para saber que con ella sólo tienes una oportunidad. Una sola. La cagas, te vas. Ella no te aceptará de vuelta. ¿Cómo rayos está haciendo una excepción conmigo? De todas las jodidas personas, me escogió a mí. A mí, maldición. No sé si sentirme afortunado o asustado. Tal vez me siento de las dos formas, pero creo que el miedo lleva la delantera. No recuerdo cómo es ser su mejor amigo, no hice un buen trabajo la primera vez, ¿quién me asegura que esta vez no lo estropearé de nuevo? No sé cómo traer a ese Evan de vuelta, ni siquiera creo que esté en mi derecho de traerlo de vuelta, y temo que ella se lleve una decepción cuando lo descubra. En momento como estos, me gustaría tener a David conmigo. Él siempre sabía cuál era la decisión correcta. Él podía decirte con los ojos cerrados cuál era el mejor camino para ti y, maldición, ese sería tu mejor camino. Pero entonces recuerdo que es de su mujer de la que estaríamos hablando y mi pecho se desinfla con desilusión, porque sé que nunca me atrevería a poner a Violet en medio de los dos, ni siquiera en una simple conversación. Estaciono frente a la escuela del mocoso, descubriendo que llegué temprano, lo que me da más tiempo para pensar. ¡No me gusta pensar! He aquí la razón, termino convirtiéndome en un manojo de nervios que no sabe qué hacer. Pienso en pedirle un consejo a Aaron, pero sé que él me diría que haga lo que es correcto. Maldito señor correcto, sigo preguntándome cómo diablos la niña terminó con alguien tan rígido como él. ¡Eso es! ¡La niña! Puedo llamar a Bess, ella podrá decirme qué hacer. — Genial, un hombre de veintinueve años pidiéndole consejo a una chiquilla de dieciocho — murmuro mientras busco su contacto en mi teléfono —. ¿Qué vendrá más tarde? ¿Seguir los consejos de Matt? Llamo diecisiete veces y es hasta la llamada número dieciocho que ella se digna a contestarme. — ¡Vaya! Hasta que por fin te dignas a contestarme. — Vaya, deberías hacer un curso en donde te enseñen que, si después de la tercera llamada alguien no te contesta, ¡es porque no puede hacerlo! Resoplo. — ¿Qué puede ser más importante que yo? — ¡Estaba en mi última clase, Evan! ¡Para contestarte tuve que mentir, diciendo que iba para el baño! ¡Y sabes que odio decir mentiras! — A veces me pregunto si tú eres sacada de una película de Disney — hago una mueca de asco —. Y odio esas películas. — ¿Estás diciendo que me odias? Maldición, ¿por qué se me olvida que es tan sensible y que se toma las cosas tan literalmente? — No, amor, sabes que no te odio — admito entre dientes, tratando de suavizar las cosas —. Sólo estaba bromeando. — Pues no me agradan tus bromas. — Bueno, olvídalo — ruedo mis ojos queriendo ir a lo que realmente importa —. Necesito... necesito... necesito... mmm... — ¿Te metiste en problemas de señoritas? — Pregunta, un destello de ira en su voz —. No le diré a Aaron que te ayud... — ¡Es sobre Violet, rayos! ¿Por qué siempre piensas lo peor de mí? — Porque siempre me sales con lo peor. — Gracias por la sinceridad. — Nací para ser sincera — escucho su risita —. ¿Qué pasa con Vi? ¿Cómo le digo esto sin tener que contarle nada sobre nuestro pasado? — Violet quiere un amigo — empiezo, titubeando un poco —. ¿Crees que yo... mmm... que yo debería serlo? — ¿En serio me estás haciendo esta pregunta? ¿No es obvio, Evan? — ¿Qué es obvio? — No paro de preguntarme si realmente eres un extraterrestre de Marte — dice con algo de exasperación —. Están casados, viven juntos y pasan la mayoría del tiempo los dos, ¿no crees que ser amigos es un buen comienzo en vez de intentar matarse cada cinco minutos? — Nosotros no intentamos matarnos cada cinco minutos. — Tienes razón, me equivoqué — lo piensa por unos segundos —. Es cada dos. — Listilla. Pero ya, en serio, ¿de verdad lo crees? — Claro que sí. Además, ¿por qué no lo serían? Muerdo mi lengua, evitando decirle que una vez lo fuimos y no funcionó. Bueno, en realidad sí funcionó... hasta esa noche. — Además — ella continúa cuando yo no digo nada —. Vi necesita apoyo, Evan. Necesita una figura masculina a su lado, sentir protección, ¿sabes? Ha estado tanto tiempo sola, cuidando de Matt. Estoy segura de que extraña tener a alguien con quien contar y ese alguien puedes ser tú. Hago una mueca porque no sé cómo manejar toda esta mierda sentimentalista. — Sí, bien, gracias — observo cómo los mocosos empiezan a salir de la escuela —. Me tengo que ir. — Eres imposible — medio gruñe con su voz de duendecilla —. Violet es una gran mujer, Evan, y una gran mujer necesita un gran hombre a su lado. Si no lo eres tú, ¿estás preparado para verla con alguien más? Cuelgo el teléfono antes de escucharla decir nada más. En realidad, lo mando a volar hacia el asiento trasero. Mi cabeza grita: ¡se ha detectado un virus, se ha detectado un virus! Y, realmente, quiero mantener ese teléfono y las palabras de Bess lo más alejadas de mi sistema. Maldición, no debí llamarla. Me bajo del coche para ir en busca del mocoso. No es la primera vez que lo hago, así que una de las profesoras que siempre está en portería, tan pronto me ve, desaparece dentro de la escuela a buscarlo. Cuando ella regresa con Matt a su lado, me dice —: Aquí está su hijo. Y yo, de nuevo, desearía desaparecer otro par de palabras de mi cabeza. — Yo no soy su padre. — Él no es mi padre. Matt y yo hablamos al mismo tiempo. Por Dios, quiero bailar la macarena cuando descubro que es la primera vez que el mocoso y yo estamos de acuerdo en algo. La profesora nos mira algo apenada y murmurando una disculpa, desaparece dentro de la escuela. Eso es, huye, huye. — Eh, eh — miro hacia abajo —. No te sueltes de mi mano. Sonrío cuando él me obedece. Dios, ojalá siempre fuera así de obediente. — ¿Por qué no vino mi mami? — Tiene la regla y está resfriada. — ¿La regla? — Sus ojos grises, iguales a los de su madre, me miran llenos de confusión —. ¿Qué es eso? — ¿De verdad no lo sabes? — Lo miro con una sonrisa burlona —. Es una pena, porque no te lo diré. — Puedo buscarlo en internet. Oh, quiero verte intentándolo. — Hazlo, estoy seguro de que te encontrarás con unas imágenes algo... educativas. En todo caso, Matt parece no entenderme. — ¿Entonces mi mami está enferma, Evantonto? Hago una mueca por su estúpido sobrenombre. — Sólo se resfrió, no es nada grave. — Seguro fue culpa tuya. Antes de que pueda contestarle algo, abre la puerta del coche y luciendo demasiado chistoso con sus pequeñas piernas, él entra en el auto. — Cinturón — le recuerdo cuando estoy a su lado. — ¿Y si le llevamos algo de comer para que se sienta mejor? — No hizo la cena, pensaba que fuéramos juntos a comprarla. ¿Qué le gusta a tu... — me esfuerzo para que la palabra salga de mi boca —... mami? — Como si tú no lo supieras. — ¡Oye! — Lo miro de reojo, cuidando en no apartar mi mirada de la carretera por mucho tiempo —. ¿Qué es ese sarcasmo? — No sé qué es sacasmo. — Sarcasmo. Y tú nunca sabes nada. — Sé más que tú. — Lo dudo. — Tú eres el Evantonton, por lo tanto, yo sé más que tú. — Eso no tiene sentido. — Claro que lo tiene. Resoplo, rindiéndome porque podríamos estar así todo el día. La última vez, fueron dos horas y media y al maldito mocoso ni ganas de ir al baño le dieron. — ¿Pollo de KFC? — ¡Sí! — Pega un brinco que logra asustarme —. ¡Pollo frito! — Qué pesar, será asado. Al final, resulté comprando el frito porque empezó sus berrinches. No fue una sorpresa que me hiciera pedir una porción aparte para que se fuera comiendo en el coche. Cuando el coche queda oliendo a pollo y kétchup, me maldigo por haberle hecho caso. — ¡No, niño! — Gruño cuando limpia sus manos en la mueblería del asiento del coche —. Eres asqueroso... mira tu uniforme, Matt. Iug, menos mal yo no lavo eso. A veces creo que lo hace a propósito, porque frente a Violet nunca tenemos estos inconvenientes. — Ups — murmura cuando estira su mano y se limpia en la tela de mi pantalón. — Me dan ganas de darte una nalgada. — Mi madre nunca te perdonaría si me golpeas. Condenado niño inteligente. — Así que... — aclaro mi garganta antes de continuar —. ¿Puedo pedirte un consejo? Ah, diablos, sí, este soy yo. ¡Le estoy pidiendo consejos a un niño que ni siquiera ha cumplido los seis! — ¿Le hiciste algo a mamá? — ¿Qué comes que adivinas? Levanta el muslo de pollo y me lo enseña —: Pollo. — Nosotros peleamos... — empiezo —... y ya no quiero que peleemos más. ¿Crees que eso está bien? — Se encoje de hombros —. ¿Qué significa eso? — Vuelve a encogerse de hombros y yo empiezo a desesperarme —. ¡MATT! — Significa que no lo sé porque nunca los he visto sin pelear — por fin dice —. Pero creo que estaría bien. — ¿Sí? — Paro en un semáforo en rojo y lo miro fijamente. Me pregunto si estoy tratando de conseguir un consejo o su consentimiento. — Sí — vuelve a encogerse de hombros —. Mi mami te extraña. ¡¿Qué?! — ¡¿Qué?! Lleva sus manos a sus oídos, mirándome con un ceño fruncido en su boca llena de kétchup y grasa. — ¿Por qué estás gritando? Sacudo la cabeza, ignorando su pregunta y continúo manejando cuando la luz del semáforo cambia. — ¿Cómo sabes que Vi me extraña? ¡Y no te encojas de hombros, maldición! — Grito cuando está a punto de hacerlo. — Dijiste una mala palabra. — Responde mi pregunta. — Quiero que me compres tres videojuegos nuevos. — Estoy esperando mi respuesta... — Si me los compras, respondo tu pregunta y no le digo a mi mami de tu mala palabra. Lo miro de hito en hito. — Pensé que tenías cinco, no cincuenta, pequeño mafioso. — Soy grande para mi edad — dice con orgullo, luego frunce su ceño —. Y no sé qué es majoso. — Mafioso — le corrijo. — Mafioso — repite después de mí —. ¿Y qué es? — Alguien con mucho poder y dinero. — Oh, entonces yo seré un mafioso cuando tenga tu edad. — Seguro que sí — me río —. Díselo a tu profesora mañana y me dices cómo reacciona. — Bueno — me mira con algo de duda, pero parece olvidarlo al final —. Mamá habla dormida. — Lo sé. — ¿Lo sabes? — Me mira con los ojos grandes como platos —. ¿Cómo lo sabes? ¿Han dormido juntos? — Esas preguntas no las hace un niño de tu edad — murmuro, sintiéndome algo nervioso. ¿Por qué Violet tuvo que tener un hijo tan inteligente? ¿Por qué no tuvo uno dormido y tonto que dice sí a todo lo que se le diga? — Entonces, ¿cómo lo sabes, Evantonto? ¿Sólo no lo puede olvidar? — Tú me lo dijiste — me las ingenio para decir. — Nope, yo no dije nada. — Sí me lo dijiste, sólo tienes alzheimer. — ¿Al qué? Ruedo los ojos, cansado de ser su diccionario. — Búscalo en internet. Termina de responder mi pregunta o no habrán videojuegos. Eso parece llevarlo a lo que es realmente importante. ¡POR FIN! — Mi mamá habla dormida... — Ya lo dijiste — gruño. — Y siempre te nombra — siento que mis manos empiezan a sudar —. También dice que te extraña. No sé por qué lo dice, pero es lo que dice. Me aclaro la garganta antes de preguntar —: ¿Dice algo más? — ¿De ti? — Asiento —. Eso te costará otro videojuego. — ¡Lo tendrás! — Bien — sonríe —. Hace unas noches, susurró tu nombre seguido de... — lo piensa por un momento —: Mi pedacito de sol. — ¿Qué? ¿Y eso qué significa? Malditamente se encoje de hombros. Él mocoso vuelve a encogerse de hombros. — ¿Y yo cómo voy a saberlo, Evantonto? — ¿Se supone que yo sí debo saberlo? — Le pregunto y él mueve sus manos a sus lados, asintiendo al mismo tiempo —. Olvídalo, tú me confundes más. — Me debes cuatro videojuegos. Cuatro videojuegos. Cuatro jodidos videojuegos. Frunzo mi ceño, pensando en que Matt pasa demasiado tiempo en esa consola de Xbox. — ¿Tú no juegas algún deporte? — No me responde nada, está demasiado entretenido con su pollo que se engulle como si estuviera muerto de hambre —. Matt, te estoy hablando. — ¿Sí? — ¿Te gusta jugar beisbol? — No. — ¿Futbol americano? — No. — ¿Basquetbol? — No. — ¿Atletismo? — Me mira confundido —. Correr, Matt, es correr. — Ah, no. — ¡¿Entonces qué te gusta hacer?! — ¿Por qué siempre gritas? Me tienes al lado, idiota. — ¿Idio...? ¡¿Qué?! — ¿No sabes qué es? — Me frunce el ceño —. Una persona idiota es una persona tonta, como tú, Evantonto. Este niño es demasiado listo para su propio bien. Va a acabar con mis nervios un día de estos. — El fin de semana saldremos al parque — le digo. — ¿A qué? — Te enseñaré a andar bicicleta — digo, cuando recuerdo que él no sabe hacerlo. — ¿Tú sabes andar bicicleta? — Me mira con burla. — Pues claro, ¿lo dudabas? — Te ves demasiado tonto para saberlo. — Pues lo sé, así que eso te hace más tonto que yo, ya que tú no lo sabes. — Acabas de aceptar que eres tonto. Maldición, ¡nunca se cansa de molestarme! ¡A veces me pregunto si es su pasatiempo favorito! Ah, no. Recuerdo sus horas frente al televisor jugando con el maldito Xbox, y recuerdo que ese es su pasatiempo favorito. Dios, no es de extrañarse que un día de estos termine enfermo de la vista. — Te olvidarás de ese Xbox — murmuro más para mí que para él. Matt no me escucha. Sigue comiendo su pollo y, de paso, ensuciando la mueblería de mi coche. Cuando llegamos de vuelta a casa, me encuentro con que Vi ni siquiera se percató de mi ausencia porque sigue dormida. Se despierta por el brinco que Matt pega cuando se sube a mi cama, cayendo a su lado. — Amor — Vi lo mira sorprendida, seguramente está confundida con el tiempo. — Ya es mediodía — le digo —. Lo traje de la escuela. Frunce las cejas, como si estuviera tratando de reorganizarse. Cuando parece estar de nuevo en sí, asiente —. Gracias, Evan. Me encojo de hombros. — ¡No te encojas de hombros! — Matt me grita, haciéndome pegar un brinco. Maldición, maldición, maldición. Quiero sacarle la lengua, pero me abstengo cuando Vi se ríe, captando mi atención. — ¿Cómo has estado? — Casi por instinto, me acerco a ella para medir su temperatura. Su piel es tan suave, tan malditamente suave como la seda. Está sólo un poco caliente, lo que me insta a decir —: Es mejor que no te acerques mucho a Matt, puedes contagiarlo. Mis palabras ganan una mirada por parte de ella que logra poner mi mundo de cabeza. Por suerte, el mocoso dice —: ¡Te trajimos pollo! Y así, la atención de Vi vuelve a estar de vuelta en su hijo, permitiéndome dar un respiro. No estoy preparado para que ella me mire así. Esa mirada... esa mirada no se la he visto desde hace años. Esa mirada es la mía, la que sólo me ha dado a mí. No se la ha dado a Aaron, a David, ni a Matt. No se la ha dado a nadie. Esa mirada es la mía, sólo mía. Y yo... no sé si estoy preparado para tenerla de vuelta. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD