Pasado.
Violet.
¿Qué se supone que haces cuando el motivo por el cual despertabas cada mañana, ha desaparecido?
¿No lo sabes?
Yo sí.
Te diré lo que yo hago.
Me aferro a algo más, luchando contra la necesidad de darme por vencida.
El libro en mis manos parece ser una pobre causa a la cual aferrarme, pero me mantiene cuerda. Sin embargo, cada día parece funcionar menos.
Suspiro cuando las palabras que leo se convierten en monotonía. Cada palabra, párrafo y página me saben a lo mismo. En algún momento necesitaré algo más, lo sé. Pero por el momento, es todo lo que tengo.
Desde que mi madre se fue, todo parece monótono... Espero que algún día eso cambie.
Estiro mi mano para tomar mi latte de vainilla y resoplo cuando recuerdo que ya me lo he terminado. Rememoro en mi mente mis ahorros y haciendo cuentas, decido que me puedo dar el lujo de comprar otro más. Antes de que pueda ponerme de pie para ir por mi nueva dosis de cafeína, una sombra cae sobre mí, obstaculizándome de la luz solar que entra por el gran ventanal.
Un par de ojos verdes me saludan y, aun cuando nunca le he hablado, lo reconozco. Es el mismo chico que, al igual que yo, todas las mañanas viene a la cafetería. Teniendo en cuenta lo pequeña que es la ciudad y, además, que esta es la única cafetería cercana al campus, no es de extrañarse que frecuentemos el mismo lugar.
— Me preguntaba si puedo sentarme contigo — su voz aterciopelada me sorprende y me resisto a la necesidad de mirar detrás de mí para asegurarme de que habla conmigo. No lo hago porque no quiero verme como una estúpida, pero, para mi pesar, tampoco consigo que algo salga de mi boca —. Las demás mesas están ocupadas.
Miro a mis lados, notando que lo que él dice es cierto. Bueno, tengo que ser educada, ¿no? Asiento en silencio y él no pierde su tiempo para sentarse a mi lado. Sí, a mi lado. Lo miro anonadada cuando toma una de las sillas y la sitúa justo al lado de la mía. Él se deja caer despreocupadamente a mi lado, dejando un latte de vainilla frente a mí.
— Es para ti — me sonríe, mostrándome una hilera de dientes blancos. Después, su pierna se mueve y la choca juguetonamente contra la mía, como si tuviéramos toda la confianza del mundo —. ¿Qué estás leyendo?
Tardo tres segundos en procesar su pregunta y cuando veo que inclina la cabeza para ver el título de mi libro, consigo finalmente responder —: La última lección.
— ¿Y de qué va?
— ¿Qué?
— El libro, ¿de qué va?
— Uh... — miro la portada y me siento como una idiota porque realmente he olvidado de qué va el libro que me he leído unas tres veces.
— ¿No lo sabes? — Sus oscuras cejas se fruncen en un ceño, mirándome de cerca. Tengo que inclinar mi cabeza un poco hacia atrás porque este chico está invadiendo mi espacio personal, pero a él parece no importarle.
— Enfermería — consigo decir.
— Mmm... ¿estás estudiando para ser enfermera? — Pregunta mientras quita el libro de mis manos y lo revisa rápidamente —. Me pregunto por qué no llevas un uniforme.
— Aún no lo he comprado — quito el libro de sus manos cuando empieza a doblar una de las hojas, como si estuviera midiendo su resistencia.
¿Qué demonios?
— ¿Eres de primer año? — Pregunta con lo que creo es una sonrisa burlona —. ¿Primípara?
— Ni que tú no hubieras pasado por lo mismo.
— Oh, ya pasé por eso — mueve despreocupadamente una mano por su castaño cabello y un mechón cae en su frente. Me resisto a la necesidad de acomodarlo en su lugar —. Estoy en tercer año. ¿Cuántos años tienes?
— ¿Por qué quieres saber? — Muevo mi silla a un lado e intento alejarme de él. El extraño desconocido nota mi movimiento y me sigue, volviendo a quedar junto a mí.
Vuelve a golpear juguetonamente su pierna contra la mía.
— Vamos, dímelo — señala el latte de vainilla que aún no he tomado —. Te compré tu pequeño vicio, ¿no le darás algo de información a tu facilitador de droga?
Lo miro fijamente, tratando de transmitirle lo extraño que creo que es. Él me sostiene la mirada, una enorme sonrisa en sus labios.
— Dieciocho — respondo su pregunta sobre mi edad, para así averiguar si me dejará en paz ahora que consiguió mi respuesta. No lo hace.
Me alejo cuando él acerca su rostro al mío e, inclinándose hacia mi cuello, inhala profundamente.
— Peach* — susurra, su aliento caliente chocando con mi cuello y enviando escalofríos por mi piel.
Dejo mi mano sobre su pecho y me alejo un poco más, ignorando la calidez que su torso transmite a mi mano.
— ¿Qué haces?
— Peach — vuelve a susurrar, sus ojos me miran fijamente por varios segundos. Me tiene prendida allí por la profundidad de su mirada, casi como si estuviera leyéndome. Cuando mi cuerpo ridículamente empieza a temblar por la intensidad de su mirada, él vuelve a susurrar —: Peach.
— ¡¿Peach qué?! — Exploto.
Y sus labios se estiran en la más grande sonrisa que he visto.
— Eres mi Peach — me guiña un ojo —. Y yo soy tu Evan.
Oh. Dios. Mío.
Él es irreal.
— Así que, ya que no quieres hablar, lo haré yo — toma el latte de vainilla que trajo para mí y bebe un poco de él antes de volver a dejarlo frente a mí. El libro cae de mis manos hacia mis muslos. Él, continúa hablando —: Tengo veintiún años y estudio marketing. Voy algo atrasado, porque ya sabes, siempre hay que dedicar tiempo a la diversión y ser estudioso realmente no es lo mío, así que...
Habla por tres horas más y me sorprendo cuando me veo totalmente envuelta en su conversación, riendo cada vez que dice una estupidez que, cabe resaltar, es seguido. Olvido mis clases como probablemente él olvida las suyas. Realmente nunca me había reído tanto y me sorprendo por lo rápido que este desconocido consigue traer color a mi vida.
Pero, lo que más me sorprende es que, cuando finalmente bebo del latte de vainilla que él trajo para mí, descubro que tiene la cantidad exacta de azúcar con la que a mí me gusta tomarlo.
[***]
— Vamos, Vi — Evan golpea su pierna con la mía, tratando de llamar mi atención, pero continúo con mi mirada fija en mi libro —. ¿Qué demonios te sucede hoy?
Tuerzo mis labios porque no quiero decirle.
— Nada. Estoy bien — miento.
— No, no lo estás — quita el libro de mis manos, arrancándome un gruñido —. ¿Qué te pasa? Te conozco, algo te está agobiando.
Te conozco, esas palabras quedan retumbando en mi cabeza.
Nueve semanas siendo amigos y puedo jurar que él me conoce más de lo que cualquiera lo ha hecho. Bueno, más de lo que todos lo hacían, menos ella, mi madre.
Tan pronto el último pensamiento invade mi mente, la tristeza se aplasta más en mi pecho.
Tengo que salir de aquí.
Quito el libro de sus manos y lo guardo en mi mochila. Cuando me pongo de pie, un fuerte tirón en mi muñeca me obliga a caer nuevamente sobre la silla.
— Auch — me quejo cuando mi trasero golpea duramente el asiento.
— Así que, abre tu maldita boca y dime qué diablos te sucede — me mira a los ojos y, después, sin una pizca de vergüenza, mira mi entrepierna fijamente —. ¿Tienes la regla? ¿Es eso?
Estiro mi mano y levanto su quijada para que deje de mirar esa parte de mi cuerpo.
— Mis ojos están aquí — le recuerdo, señalando mi rostro.
— ¿Y bien? ¿Tienes la regla?
Mantengo mi agarre en su quijada cuando le veo la intención de volver a mirar mi entrepierna.
— ¿Por qué haces eso? ¿Esperas ver algo en mis pantalones?
— ¿Sangre? — Masculla, moviendo su rostro hacia un lado —. A menos que, como siempre he creído, seas una rara criatura y no sea sangre lo que expulses cada mes.
— Dios, sólo contigo podría tener estas conversaciones — consigo decir entre risas.
— Ahí está, estás sonriendo — dice con lo que creo es orgullo —. Así que, ¿no es la regla?
— No — digo en un suspiro.
— ¿Alguien te está molestando?
Esta vez sí río con ganas.
— Como si algún día lo permitiría.
— Rayos, ¿quieres detenerte? — Dice y para mi sorpresa, luce enfadado —. Deja de hacerte la fuerte, McLeod. Algo te está pasando y no me quieres decir qué es.
— Sólo déjalo, Slade — tiro de mi mano cuando la toma para impedir que me marche. Me pongo de pie y me muevo hacia la salida, pero cuando escucho sus últimas palabras, mis pies se detienen por varios segundos.
— Eso es, márchate — dice detrás de mí —. Sigue comportándote como la maldita cobarde que eres.
Mis ojos lagrimean por sus palabras porque él realmente no sabe nada.
Me giro y le saco el dedo del medio, sus ojos luciendo arrepentidos cuando se encuentran con los míos húmedos.
No me detengo, por el contrario, me apresuro hacia la salida y empujo con fuerza la puerta para salir a la frialdad del exterior. Tan pronto el aire choca con mi rostro, comprendo que las lágrimas están cayendo. Limpio bruscamente la humedad de mis mejillas, tratando de ocultar el signo de debilidad.
Un gritito escapa de mi boca cuando algo me detiene por la mochila, haciéndome retroceder varios pasos.
— ¡¿Qué demonios, Evan?! — Grito, enfrentándolo.
Grito de nuevo al cielo cuando sus brazos me envuelven y su rostro se refugia en el hueco de mi cuello.
— Lo siento, fui un idiota.
— ¡Deja de hacer siempre lo mismo! — Gruño llena de frustración cuando suaves besos mojados son dejados en mi cuello —. ¡Urgh, basta!
— No — sus dedos se presionan en mi vientre y los mueve sin piedad —. Vamos, di que me perdonas y me detengo.
— ¡No! — Grito entre risas, sin importarme los ojos curiosos que no paran de mirarnos.
Siempre hace lo mismo. Se vuelve empalagoso y molesto hasta que consigue mis disculpas.
— Peach, perdón — un soplo de aire es soltado cerca de mi oreja y me retuerzo contra él, una risa saliendo de mi boca —. Vamos, perdóname. Sabes que soy un idiota.
Apoyo mi frente en su hombro cuando sus manos finalmente se detienen y dejan de hacerme cosquillas. Siento sus dedos fríos masajear mi cuello y me relajo contra él. Antes de que pueda pensarlo, las palabras empiezan a salir de mi boca —: Hoy mi mamá está cumpliendo cuatro meses de muerta — su mano se congela por un segundo antes de reanudar su movimiento —. Tenía cáncer. La estuve cuidando por años. Pensé que lo conseguiríamos, pero ves, no siempre consigues lo que quieres.
— ¿Por ella estás estudiando para ser enfermera?
Sonrío, apoyando mi mejilla contra su hombro.
— Sí, era el sueño de ambas — le digo, recordando su sonrisa cada vez que hablábamos del futuro que ella esperaba para mí; del futuro que juntas luchamos por tener —. Mi madre era lo único que tenía, Evan.
— ¿Y tu padre?
Niego, no queriendo hablar de él.
No vale la pena hablar de él.
Evan lo entiende, así que no me hace más preguntas al respecto.
— Te quiero, Evan — susurro con un nudo en la garganta.
— Peach, amor — levanto mi rostro para mirarlo, su pulgar se arrastra suavemente por mi mejilla mientras su mirada me dice más de lo que sus palabras lo hacen.
No dice nada más, pero no lo necesito.
Sé que él también siente lo mismo.
— Lo sé — susurro antes de envolverlo en mis brazos, sosteniéndolo con fuerza.
Hoy no es un buen día, pero Evan lo hace soportable.
En realidad, él es todo lo que necesitaba en este momento.
[***]
— ¿Llevas algo sexy? — Evan pregunta al otro lado de la línea mientras termino de maquillarme frente a mi cómoda. El teléfono está en altavoz, así que no tengo ningún problema en escucharlo —. ¿Por fin te veré en algo que no sea ese aburrido uniforme de enfermera?
— Pensé que los chicos tenían fantasías sobre eso.
— Oh, las tengo — ruedo los ojos ante su burlón tono coqueto —. Pero me gusta la diversificación así que, si puedes alimentar nuevas fantasías en mi cabeza, te estaría agradecido.
— ¿Así que tienes fantasías conmigo?
— Oh, amor, soy un chico — me recuerda, como si fuera algo que yo olvidara —. Que seas mi mejor amiga, no quiere decir que mi polla no responda a tu encanto.
Vuelvo a rodar los ojos porque él es imposible.
Decido cambiar de tema.
— ¿Y qué le dijiste a tus amigos...? ¿Cómo me dijiste que se llamaban?
— David y Aaron — me recuerda —. Les dije que les presentaría a la mujer más malditamente caliente que he conocido...
— Evan...
— Bien, les dije que les presentaría a una cosita dulce que me ha tenido yendo diariamente, por tres meses, a la misma cafetería.
— Cosita dulce, ¿eh?
— Sí, cosita dulce, mi Peach.
Mentiría si dijera que sus palabras no me hacen algo... algo a lo que aún no quiero ponerle nombre.
Estoy tan emocionada por esta noche. Es la primera vez que nos veremos fuera de nuestras mañanas en la cafetería. Es la primera vez que él me presentará a sus mejores amigos y yo le presentaré a la mía. Se siente como un gran paso.
Siento que él realmente me quiere en su vida, así como yo lo quiero en la mía.
Sonrío cuando termino de aplicar brillo en mis labios.
— Estoy lista — digo —. No llegarás tarde, ¿cierto?
— No. Sólo iré a recoger a esos idiotas y de ahí paso directamente al pub.
Sonrío.
— Bien, Nani no debe tardar en llegar por mí.
— ¿Peach?
Mi corazón se acelera por la intensidad con la que Evan me llama.
— ¿Sí? — Susurro, esperando con un poco de nervios sus palabras. Es como si mi corazón supiera desde ya, que lo que él va a decir es importante —. ¿Evan? — Pregunto cuando todo lo que consigo escuchar es su pesada respiración.
— Yo... te lo diré en persona.
Antes de que pueda pedirle una pista, él cuelga.
Poco sabía que esa era la última conversación decente que tendríamos.
[***]
— ¿Estás segura de que ese amigo tuyo no es producto de tu imaginación? — Nani pregunta después de que el mesero ha traído nuestras bebidas.
— Evan no es producto de mi imaginación — gruño —. ¿Por qué te cuesta tanto creerme?
— Llevas tres meses sin parar de hablar de él, pero nunca lo he conocido — se justifica, mirando el esmalte en sus uñas —. Es extraño.
— No es extraño.
— Lo es cuando eres tú, alguien a quien le cuesta tanto hacer amigos — me mira por encima de sus uñas —. Soy la única amiga que tienes, Vi. En clases no hablas con nadie más y, ¿esperas que te crea sobre este caliente chico que dices conociste en una cafetería? ¿No te lo estarás inventando para hacerte la interesante?
Me sigo preguntando por qué diablos la llamo mejor amiga.
Dios, es una perra.
Cuando estoy a punto de mandarla bien a la mierda, me percato de que Evan ya ha entrado al lugar. Mi enfado desaparece de inmediato cuando nuestras miradas conectan. Mi primer instinto es sonreírle, pero tan pronto él aparta su mirada de la mía, haciendo una tensa mueca, me contengo.
¿Qué sucede?
Lo miro en silencio mientras se acerca a nuestra mesa.
Luce igual a mi Evan, pero no lo es.
Su castaño cabello está desordenado, instándome a pasar mis dedos por él. Sus vaqueros oscuros se ajustan a sus estrechas caderas y su camiseta de cuadros está desabotonada, enseñando justo debajo una camisilla simple de color blanco.
Se ve guapo, igual que siempre.
Y también se debería ver travieso... sólo que no lo hace.
Sus ojos carecen de ese brillo despreocupado y lleno de travesura al que tanto me he acostumbrado.
— Hol... — empiezo a decir cuando él se para frente a mí, pero su mirada me detiene.
Me mira como si no me conociera y me pregunto qué diablos está pasando.
— Hey, guapa — dice, desviando su mirada hacia Nani en la última palabra —. ¿Podemos sentarnos con ustedes?
Vagamente escucho la respuesta coqueta que ella le da, sintiéndome muy confundida por su actuar.
No aparto la mirada de Evan mientras él se sienta en la silla frente a Nani y empieza a hablar libremente con ella, ignorándome totalmente y actuando como si no me conociera.
¿Por qué está haciendo esto?
Por favor, por favor, mírame.
Después de largos segundos, él lo hace. Finalmente me mira, pero desearía que no lo hubiera hecho.
Mi mejor amigo me mira como si fuera... nada.
Nunca me había sentido tan pequeñita.
Aparto mi mirada cuando puedo sentir las lágrimas empezar a quemar detrás de mis ojos y me concentro en mi bebida, necesitando escapar de lo que su indiferente mirada me produce.
— ¿Estás bien?
Me sobresalto cuando una cálida mano toca la mía, es entonces cuando noto a uno de los dos chicos que llegaron con Evan. Sus mejores amigos.
— Estoy bien — miento, apartando mi mano del toque del chico de rulos oscuros.
Él se queda observándome por varios segundos en donde no soy capaz de apartar la mirada de sus ojos cafés. Es como si él supiera que estoy mintiendo y me está retando a que le responda con la verdad, pero no me siento en estado de ánimo para desafiar a un desconocido. Cuando él comprende que no le daré más, me libera de su mirada.
Me pregunto mentalmente si él es David o Aaron, pero no me atrevo a preguntarlo en voz alta. Realmente sólo estoy esperando a que Evan me diga que todo esto es una mala broma y entonces me presentará a sus amigos.
Entre más tiempo pasa, mis esperanzas se van desvaneciendo cada vez más.
Él sigue actuando como si yo no estuviera en el lugar, como si no hubiéramos planeado hacer esto para adentrarnos más en nuestras vidas. Irónicamente, siento que está pasando todo lo contrario. Siento como si me estuviera alejando cada segundo más y más.
Cuando Evan toma la mano de Nani y caminan juntos hacia el baño de hombres, sin dar una sola mirada atrás, decido que es suficiente.
Miro a los dos chicos que están frente a mí, pero sin realmente detallarlos. Son amigos de Evan y, por el momento, sólo quiero alejarme de todo lo que tenga que ver con él.
— Yo... necesito irme — les regalo una pequeña sonrisa falsa y salgo corriendo de allí.
Antes de salir miro detrás de mí, esperando, deseando que Evan venga por mí y me saque de esta pesadilla.
Él no lo hace.
No hay rastro de él de donde desapareció junto a Nani, en el baño de los hombres en donde seguramente están follando.
La primera lágrima cae y las siguientes no tardan en llegar.
Me subo en el primer taxi que encuentro y me hago bolita en el asiento trasero, sin importarme una mierda lo que el chofer pueda pensar de mí.
Se supone que sería una buena noche.
Se supone que estaríamos juntos.
Se supone que él nunca me lastimaría.
Mil "se supone" que no terminaron siendo como deberían, pasan por mi mente mientras el taxista conduce a mi fraternidad.
Realmente no presto atención a nada más que el dolor que siento. Sólo sé que, tan pronto llego a mi habitación, agradezco que mi compañera de cuarto no esté, así no puede escucharme llorar mientras mi corazón se parte un poquito más a medida que pasa el tiempo y ninguna explicación de Evan me llega.
Sólo quiero eso. Una explicación del porqué actuó así. Del porqué fingió que no me conocía. Del porqué actuó como si yo fuera nada para él. Cualquier cosa que me diga, sé que le creeré y le perdonaré. Pero sólo necesito que me ayude a entender todo esto.
Toda la noche espero por esa explicación y, cuando finalmente un mensaje suyo me llega, los tres mejores meses de mi vida se van a la mierda.
E: Creí que podría hacerlo, pero lo cierto es que me avergüenza tener una amiga huérfana y sin dinero como tú.
Releo el mensaje unas diez veces más, hasta que se graba permanentemente en mi corazón.
Tecleo rápidamente una respuesta.
V: Vete a la mierda, Evan Slade.
Releo mis palabras y, cuando estoy a punto de darle enviar, cambio de opinión y lo borro.
Si así de fácil fuera borrarlo a él de mi corazón.
Busco en mi mente algo por decirle, algo que le duela, pero no soy capaz de armar algo hiriente en mi cabeza porque nunca he querido hacerle daño. Aún después de hoy, no quiero herirlo.
Así que sólo apago mi teléfono, cierro mis ojos y decido que, si perdí a mi madre y sobreviví, también puedo sobrevivir a esto.
[***]
Me despido de la profesora antes de salir del salón de clases.
Voy tan distraída pensando en el proyecto que me han dejado hoy, que no noto cuando choco con alguien.
— ¡Lo siento! — Digo, levantando mi mirada para encontrarme con un par de ojos cálidos que me traen malos recuerdos. Es el amigo de Evan, el mismo que tomó mi mano y me preguntó cómo estaba.
Dos semanas después de esa noche en el pub, Evan no ha aparecido en mi vida. Desapareció. Justo como si hubiera sido sólo producto de mi imaginación. A veces me gustaría que lo fuera, así tal vez no sería tan doloroso su recuerdo.
— Hola — la sonrisa del chico es amigable y aunque lucho por no devolvérsela, no puedo. Pronto me encuentro sonriéndole de vuelta —. Eres muy escurridiza.
— ¿Qué? — Ajusto mi mochila en mi hombro y me muevo por el pasillo. Él iguala mis pasos —. ¿A qué te refieres?
— He intentado contactarte desde hace dos semanas. Tu amiga esa noche en el pub me dijo que estudiaban aquí y que estás en enfermería, pero no quiso decirme más. Por cierto, yo también estudio aquí — me sonríe aún más —. Te he buscado por días.
— ¿Buscarme? — Lo miro con confusión.
— Me gustaría invitarte a salir.
Me detengo en medio del pasillo, ignorando a unas cuantas personas que pasan y chocan mi hombro. El chico de ojos cálidos toma mi mano y me lleva contra la pared del pasillo, enjaulándome para evitar que alguien más me golpee.
Miro sus brazos a mis lados y aunque trato de sentirme acorralada, no lo hago. Por el contrario, me siento protegida.
Trago saliva porque realmente no sé qué decirle.
Me pregunto si Evan le contó algo sobre nuestra amistad, pero lo dudo. Si le da vergüenza que yo sea su amiga, estoy segura de que nuestros tres meses juntos son su pequeño secreto sucio.
Hago una mueca cuando el profundo dolor de su recuerdo rasga mi pecho.
Miro al hermoso chico frente a mí. Él se ve confiable y amigable, pero de nuevo, Evan también lo parecía.
¿Y si son iguales? Al fin y al cabo, son mejores amigos. No sería de extrañarse que compartan los mismos pensamientos.
— Lo siento...
— David, soy David.
David.
— Lo siento, David — susurro —. No creo que sea una buena idea.
— ¿Por qué no?
Porque tu mejor amigo rompió mi corazón y no quiero arriesgarme de nuevo.
— Sólo... no — me escabullo bajo su brazo y continúo caminando. Pronto, él iguala mis pasos.
— Mira, esto puede sonarte estúpido, lunático y loco. Pero es la verdad.
— ¿Eh? — Lo miro de reojo.
— No puedo sacarte de mi cabeza — dice lo suficientemente alto para que varias cabezas se giren a mirarnos —. Esa es la verdad.
Oh. Dios. Mío.
Otro demente.
Pero sus palabras consiguen sacarme una sonrisa.
— Estás loco — mascullo, tratando de controlar mi risa.
— Dame una cita — su sonrisa es adorable y el brillo en sus ojos llenos de felicidad cuando yo río, llenan de calidez mi pecho —. Por favor.
— No pued...
— Te seguiré a cada clase, entraré contigo y me convertiré en tu sombra — se adelanta y camina frente a mí, sus ojos fijos en los míos —. No me separaré de ti ni un segundo hasta que digas que sí, lo prometo. En serio, soy muy insistente.
— ¿Te convertirás en un acosador?
— Lo haría por ti.
Lo pienso por un momento, pero finalmente digo —: No — me adelanto y lo paso, apresurándome para ir a mi siguiente clase.
— ¡Al menos dime tu nombre! — Grita, yendo detrás de mí.
Bueno, eso se lo puedo dar.
— Violet.
— Violet — vuelve a adelantarse y, de nuevo, empieza a caminar de para atrás, sus ojos sin apartarse de los míos.
— Dios, vas a chocar con alguien — digo algo asustada de que se tropiece.
Él me ignora totalmente, en cambio, sonríe enseñando dos profundos hoyuelos.
— Serás la mamá de mis hijos, lo sé — me congelo cuando se impulsa hacia adelante y choca cortamente sus labios contra los míos —. No me detendré hasta que me des un sí, lo prometo.
Se aleja con una sonrisa en sus labios, dejándome anonadada.
Y él... él cumple su promesa.
......
*Peach: Melocotón.