A las diez de la mañana estaba yo con unas ojeras fantasmagóricas, descuadrando en grande el ostentoso Ferrari del cual era pasajera. Élan no me dejó ver a mi madre, asegurándome que podría estar con ella todo lo que quisiera en la sala de enfermería de su empresa. Ahora íbamos detrás de la ambulancia que transportaba a la mujer recién operada y delante de esta iba el carro que conducía Edrick. Fue un proceso delicado, pero los paramédicos hicieron bien su trabajo. Transportaron a mi mamá desde la ambulancia hasta lo que sería entonces su sala de rehabilitación. Yo sufría cada segundo que miraba a mi madre con toda la cabeza envuelta en yesos, el bip-bip de sus constantes vitales sonaba en mis oídos como una amenaza y se me salieron unas lágrimas en silencio mien