Francesca recibió a su mejor amiga en el lujoso y exclusivo apartamento que Joaquin había comprado para vivir con ella y su familia.
Desde esa altura, y a través de los amplios ventanales, se podía contemplar la majestuosidad de la ciudad de Roma. La sala era enorme y estaba adornada con los más finos muebles, que combinaban con el tono claro de los muros, en donde cuadros de reconocidos pintores famosos colgaban.
—Wao, te sacaste la lotería con este hombre —comunicó Rosa, observando maravillada todo el lugar—, hasta me da miedo sentarme para no ensuciar los muebles.
Francesca ladeó los labios.
—No seas tonta, siéntate. ¿Qué quieres beber? ¿Whisky, vino, coñac?
La chica abrió sus ojos con sorpresa.
—¿Tienes licor del costoso?
—Por supuesto y del mejor, mi querido esposo no escatima en gastos. —Se mordió los labios—, él viene de una familia de muchísimo dinero.
—Entonces quiero un coñac —solicitó Rosa y miró como Francesca vertía licor en dos copas, frunció el ceño. —¿Vas a beber? —reprochó—, estás embarazada, eso no les hace bien a los bebés.
Francesca apretó los puños, dibujó una mueca en los labios.
—Cierto, tienes razón, aunque ya estoy harta de este embarazo —refutó, rodó los ojos—, no puedo beber este exquisito licor, y más adelante me veré gorda como una vaca, pero gracias a estos mocosos logré atrapar a Joaquin Zapata Duque.
Rosa bebió de golpe el trago, sorprendida por las palabras crueles de su amiga, aunque Francesca siempre fue así de superficial, y siempre quiso pescar un millonario, que la sacara de la pobreza.
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Un mes después Gianna regresaba del supermercado, haciendo unas compras, cuando llegó a la pieza que rentaba se sorprendió al ver a la casera, la mujer estaba parada como un policía en la puerta sin dejarla pasar.
—Ya los he esperado mucho tiempo por la renta, y si no pagan en una semana, los desalojo —gruñó la mujer de aspecto duro.
Gianna palideció, y arrugó el entrecejo.
—No puede ser, debe haber un error, Tommy me dijo que estaba al día —respondió ella sin titubear.
—Pues te está engañando, desde que llegaron hace más de un mes no ha pagado nada, le renté esta pieza porque lo recomendó una amiga —bramó.
Gianna pasó la saliva con dificultad, y el corazón le latió con fuerza, mordió su labio inferior.
—¿Cuánto le debemos? —preguntó.
—Mil euros —contestó.
—Si me deja entrar le doy el dinero en este momento —propuso, Gianna tenía unos ahorros, ese dinero lo estaba guardando para el parto, no le agradaba ir a los hospitales públicos, debía esperar largas colas, y la atención no era la adecuada.
—Si mientes te saco a la fuerza —advirtió la casera.
Gianna resopló, y entró al apartamento, fue hasta la alcoba, sacó de su escondite sus ahorros, y salió, le entregó a la mujer el dinero.
—Todo queda saldado —expresó irguiendo la barbilla, aunque ahora vivía no vivía con los lujos de antes no dejaba su estirpe, miró desafiante a la señora.
—Hasta el otro mes —respondió la mujer y se marchó.
Gianna entró y se recargó en la puerta. No pudo evitar derramar varias lágrimas, pensó en su familia, en sus padres, en sus hermanos, en lo mucho que los extrañaba.
—Quizás si me apresuré al mudarme contigo Tommy —susurró sollozante—, pero no puedo volver derrotada —susurró, y colocó sus manos sobre su vientre—, vamos a estar bien, ya lo verán. —Agarró su bolso y fue a comprar el diario, necesitaba conseguir empleo con urgencia.
En horas de la noche cuando Tommy llegó, ella había preparado la cena, pero su novio llegó tarde, oliendo a licor y perfume de mujer barato.
—¿Con quién estabas? —preguntó Gianna frunciendo el ceño—, la cena ya está fría. —Se quejó—, hueles fatal. —Frunció el ceño.
—No tienes derecho a cuestionarme —siseó él, se tambaleó, y Gianna logró sostenerlo, lo llevó a la cama y lo acostó, él se quedó dormido, y ella salió a la sala, se hizo un ovillo en uno de los muebles y lloró con amargura, se sentía sola, desprotegida, pero aún amaba a Tommy, y tenía la esperanza de construir una familia junto a él y sus hijos.
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—¿Cómo que te vas de viaje? —gruñó Joaquin discutiendo con Francesca, la observaba con el ceño fruncido.
—Es mi trabajo Joaquin, soy agente inmobiliaria, debo hacerlo, cuando me casé contigo, te dije que no dejaría de trabajar —musitó ella, colocó sus manos en la cintura, clavó sus profundos ojos negros en los azules de él.
—Pero estás embarazada, y es de riesgo porque son dos, eso me preocupa —rebatió él, caminando de un lado a otro por el elegante apartamento—, además no necesitas el trabajo, yo puedo darte todo gusto.
—Voy en avión, no me pasará nada, son solo unas semanas, estaré bien, y no, no quiero ser una mantenida —refutó, se aproximó a él con esa expresión coqueta y seductora, y colocó sus manos alrededor de Joaquin Jr., lo besó para convencerlo, en realidad, no iba por trabajo, sino para tomarse unos días de vacaciones.
Joaquin negó con la cabeza, apretó los puños, no quiso contradecirla, para no alterarla, la acompañó al aeropuerto y se despidió de ella con un beso en los labios.
—Cualquier cosa me llamas —solicitó él, le acarició la mejilla con ternura, Joaquin era un esposo muy atento y detallista con ella.
—Me reportaré a cada instante —bromeó ella, y se perdió por la sala de abordaje.
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—¿Qué noticias tenemos de mi hija? —cuestionó Franco Rossi al investigador, suspiró profundo, percibiendo un ardor en el pecho al pensar en las condiciones que podría encontrarse Gianna.
—Vive en un barrio muy modesto de Roma, renta una pieza en un edificio, y el novio… la deja sola largas temporadas, el hombre va y viene de viaje.
Franco apretó sus puños con fuerza, los nudillos se le volvieron blancos.
—¿A qué se dedica ese hombre? —cuestionó con el ceño fruncido.
—Vende insumos médicos, por eso viaja —contestó el investigador.
—Pero, trata bien a mi hija, ¿la maltrata?
—No hay indicios de eso señor Rossi, tranquilo.
Franco sintió una opresión en el pecho, algo en él, no le permitía confiar en el novio de su hija.
—Gracias por la información.
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Al día siguiente, Gianna sintió que alguien le acariciaba el cabello, parpadeó, y abrió sus ojos.
—¿Por qué dormiste aquí en el sofá? —indagó Tommy.
Gianna lo miró con profunda seriedad.
—Porque tienes la camisa manchada de lápiz labial —contestó ella con los labios temblorosos. —¿Ya no me amas? ¿Tienes otra mujer? —cuestionó, sintió las palabras atoradas en la garganta, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No digas eso, sabes que te amo —contestó, y luego ladeó los labios. —¿Labial en la camisa? —cuestionó haciéndose el inocente—, seguro fueron los bromistas de mis compañeros de trabajo.
—¿Por qué no has pagado la renta? —cuestionó Gianna frunciendo el ceño.
Tommy se aclaró la garganta, suspiró profundo.
—Se me pasó, pero tranquila, ayer hice un buen negocio. —Metió sus manos en los bolsillos, sacó dinero—, mira, ve a cambiarte, ahora iremos de paseo y a comprar cosas para los bebés. —Besó los labios de Gianna.
Gianna era aún inocente, ingenua y confiada, estaba muy enamorada de él, que cualquier cosa que él decía ella le creía, así que no insistió con el tema del labial.
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Joaquin marcó al teléfono de su esposa con insistencia en varias ocasiones y ella no respondió, el hombre sentía el corazón al borde del colapso, llamó a su asistente decidido a que prepararan el jet privado para ir a verla, y en ese instante su móvil sonó.
—¿Por qué no me respondes? —gritó Joaquin alterado.
—Cálmate, tuve unos problemas, mi mamá está delicada, debo viajar a mi ciudad natal y pasar unos meses con ella.
—¿Qué? —rebatió Joaquin respirando agitado, apretando los puños.
—¡Apúrate Francesca! —Escuchó la voz de un hombre.
—¿Quién es ese hombre? —indagó arrugando el ceño, su pulso era acelerado.
—Mi hermano —mintió—, vino a avisarme y a ayudarme con mis cosas, no te preocupes cariño, estaré bien.
—Pero estás embarazada —gritó.
—Tú lo has dicho, estoy embarazada, no invalida, pronto nos volveremos a ver.
Joaquin no era un hombre fácil de engañar, así que esa misma noche llegó a Bérgamo, a la casa de la madre de su esposa, comprobó que la señora estaba enferma, pasó unos días con su mujer, pero tuvo que volver a Roma, estaba a cargo de un gran proyecto inmobiliario y no podía descuidar sus obligaciones, no imaginaba que su esposa había armado todo ese teatro porque requería ganar tiempo.