Trabajar a la muñequita

2394 Words
—Vamos te acompaño a tu casa —Le digo presintiendo algo malo. El ambiente se siente pesado. Estamos en medio del parque, al aire libre, pero hay algo que no me da confianza. De repente sentí necesidad de salir de aquí. —No quiero, entienda, en un rato me iré —Me dice en su actitud de negación caprichosa. —Quien no entiende eres tú, vamos —La tomo por el brazo y aprieto levemente para que vea la determinación de mis palabras. —¿Qué le pasa? ¡Suélteme! —Me dice en voz alta y se sacude con la intención de zafarse de mi agarre. En el proceso de llevarme la contraria la capucha que cubre su cabello y escondía parte de su rostro se movió, cayendo sobre su espalda, dejándome ver por completo su rostro y el brillo natural de su largo cabello color azabache. —Vamos, no pienso dejarte sola aquí —Le digo casi arrastrándola al caminar con rapidez—. ¿Hacia dónde? —Le pregunto. No me responde, no sé si lo hace por malcriadez o si en realidad es por estar ocupada intentando soltar su brazo de mi mano. Comienzo a perder la paciencia. Odio que me lleven la contraria, no soy de aceptar negativas, procuro tener el control de todo, y de ella lo quiero todo. No sé por qué razón de un momento a otro esta chiquilla, por lo visto, caprichosa me tiene detrás de su cuerpecito perfectamente moldeado. —Dime hacia dónde queda tu casa —Le ordeno con voz enérgica, en un tono de voz bajo pero tajante—. Supongo que si andas caminando por aquí es porque aquí vives ¿No? —Si me siguió hasta aquí supongo que sabe dónde vivo, no se haga el que no —Se detiene bruscamente, obligándome a detenerme pues al no seguir avanzando inconscientemente la jalé de manera brusca, casi se cae. —¡Suélteme!, no me va a pasar nada, ¿Cuál es su paranoia? —Dice en voz quejumbrosa. En su rostro pude ver una expresión de dolor al mirarme y luego bajar los ojos hacia la mano con la que sujeto su brazo y al bajar mi mirada pude ver que le estaba apretando el brazo más de lo que pude medir. —Disculpa, no quise maltratarte. «¿Qué te pasa Anthoni? ¿De cuando acá tu excusándote con una mujer?» Me reprocho en silencio. Al sentirme inseguro, le hice seña a uno de mis hombres. Alfredo, quien viene siendo mi mano derecha entre el grupo de ellos, se me acerca. —Presiento el ambiente algo cargado —Le digo como para darle a entender que creo que nos observan. Giro a mi alrededor y si bien aflojé el agarre de mi mano al brazo de la chica, no la solté. —No hemos visto nada sospechoso, señor —Me advierte el hombre de piel bastante morena al tiempo que mira alrededor nuestro para corroborar lo que me acaba de decir. —Esto está raro. Para ser apenas comienzo de la tarde este parque está muy solitario —Digo y luego miro a la morena—. Vamos a dejarla en su casa y luego seguimos nuestro camino. Pónganse atentos, esto está muy raro. Alfredo agarro y se retiró sin responder un sí o un no. Entre nosotros es así, hay palabras que quedan sobreentendidas, no requieren aclaración, y menos conmigo que no soy de dar muchas explicaciones. Actúo según mi criterio y no ando rindiendo cuentas de mis actos, pero eso sí, las cosas se hacen a mi manera, quieran o no. No soy de hablar mucho, no de temas serios, hago bromas solo con mi gente, con mis hermanos; el resto del mundo para mí no tiene importancia, desde el comienzo todos son enemigos. Al vivir en un mundo donde la traición prima sobre cualquier otro interés, no me fio sino de las pocas personas que forman parte de mi círculo, y hasta cierto punto. He vivido una vida donde los riesgos determinan mi día a día. No soy de estar tranquilo, eso es para los enfermos que están postrados en una cama de hospital o los muertos. Por vivir de los riesgos, he aprendido a ver el peligro, sospecharlo o intuirlo desde lejos. Como ahora. Todo parece tranquilo a nuestro alrededor, pero es una tranquilidad que no me genera confianza. «¿Cuándo un parque ha estado tan tranquilo a esta hora el día?» Pregunto en mi cabeza mientras miro otra vez alrededor. Sin decir una palabra apreté levemente el brazo de Ana y caminé en dirección hacia su casa. La muñequita tiene razón, claro que sé dónde vive. No doy puntada sin dedal. Solo estaba probando su habilidad. La mandé a seguir con uno de mis hombres apenas el pendejo que estaba junto a ella en todo el rato que estuvimos en la casa de Ales, anunció que se irían. No iba a pedirle la dirección a Iliang o a Ingrid, primero muerto que darles elementos a esas dos para comenzar a hurgar en mi vida, y destruir la imagen que he construido. Menos sí ni siquiera yo sé que quiero con esta mujercita hermosa. Me sonrío internamente mientras camino a un ritmo que le permita a ella seguirme sin protestar. Giro levemente la cabeza para mirarla pues viene unos centímetros detrás de mí. En esta etapa no la llevo del brazo sino de la mano. Vuelvo a sonreírme al ver ese contacto tan íntimo. —¿Por qué la prisa? —Me pregunta con la voz entrecortada—Suéltame y déjame ir a mi ritmo. A mí nadie me está buscando para asesinarme —Me dice en tranquilidad. Me detengo de golpe y la miro de frente. —¿Por qué dices eso? —Le hago la pregunta con desconfianza. —Porque eso es lo que da a entender su actitud —Afirma con naturalidad—. Desde que me abordó en el parque actúa como si se cuidara de alguien o de algo. Yo no tengo problemas con nadie —Me dice en voz pausada—. No tengo porqué correr —Agrega casi en un berrinche. —Tal vez no tengas enemigos, pero si un admirador secreto que puede convertirse en un acosador y eso no lo voy a permitir —Contesto con seriedad. —¿Un acosador? —Repite en una pregunta—. ¿No será usted ese acosador? —Pregunta en voz baja. «¡Wow! Osada la muñequita» Pienso al sentirme ofendido. A ninguna persona le acepto un insulto, y este es uno bien bajo. Sacudo la cabeza al sentir la sangre caliente subir a mi cabeza, luego me quedo mirándola fijamente a los ojos. Me acerco a ella para quedar a unos pocos centímetros de su boca. —Te voy a advertir algo amor de mi vida. Que sea la primera y última vez que te atreves a dirigirte a mí en esos términos —Le digo en un susurro, absorbo el aroma de su perfume, me encanta—. No soy un acosador, pero sí tu novio, tu hombre, como quieras llamarlo. Desde anoche eres mía, mi mujer. Es bueno que termines de asumirlo, pues nada ni nadie nos detendrá —Le digo decidido. Sin esperarlo y para darle certeza a mis palabras, la besé allí en medio de la calle delante de mis hombres. Fue un beso rápido, cargado de posesividad y decisión. Al separar mis labios de los de ella, noté que tenía los ojos cerrados, apretados de forma tal que no supe cómo interpretar esta reacción. Esto es nuevo para mí. No soy observador de las reacciones de las mujeres. Asumiendo que solo es timidez de su parte, y ver que uno de mis hombres me hace seña, solo tenso la presión de mi mano sobre la de ella sin mirarla y continuo caminando hasta llegar a la puerta de su casa. —Bueno, ya estás a salvo. Quisiera quedarme contigo un rato más, pero tengo pendientes —Suelto su mano y saco mi móvil—. Dame tú número para llamarte luego —Le pido en tranquilidad y me le quedo observando por un rato. Al ver que permanecía inmóvil, aparentemente sin ninguna intención de cumplir con mi petición, llevé mi mano izquierda a uno de los bolsillos del sweater al ver marcado el teléfono en la tela. Iba a marcar mi número para repicar a mi teléfono y así registrar en la agenda su número, está bloqueado, levanto la mirada esperando que ella por iniciativa dé el paso que espero. —Desbloquéalo —Le exijo con firmeza extendiéndoselo. —¿Si no quiero tener contacto con usted? —Me pregunta en voz baja, como si temiera de mi reacción al preguntar. —Eso es algo que no está en discusión, ya lo hablamos —Respondo en forma cortante—. Toma, marca tú número, amor mío —Suavizo el tono de mi voz y le entrego mi teléfono. Mirandola con sutileza y el tono enérgico de mi voz, cruzo los brazos en mi pecho mientras ella obedece a mi petición. Tardó más en discutir negada a lo inminente que marcando el número. Me lo iba a entregar. —¿Lo registraste? —Le pregunto seco. —Solo pediste que lo marcara —Aduce con apatía. —Repica a tú número y luego lo registras —Soy bien demandante, ella tuerce los ojos. —Eres algo mandón —me acusa—. Apenas te conozco. Eres un abusivo —Me ataca en voz baja. Si bien se muestra tímida, igual no se contiene en decirme lo que piensa de mi forma de ser. Me sonrío de forma notoria y sonora. No es la primera persona ni la primera vez que me dicen esto. —Haz lo que te pido, debo irme —Le digo sonriente—. Te llevara conmigo, pero no es prudente la presencia de una dama, menos de mi mujer. En respuesta me observa con asombro. Hace lo que le pedí y como si le quemara tenerlo en la mano me entrega el teléfono con manos temblorosas. —Te…, perdón, le están llamando. Tome —Me dice nerviosa y formal. Sonriéndome por su reacción tomó el aparato y veo que es Aleskey quien me llama. Esa es la señal que estaba esperando para ir al lugar adonde le vengo diciendo a ella. —Dime, muñequito —Saludo a Ales sin quitarle la mirada a la mujer que tengo al frente. —¿Dónde estás, hermano? Ya deberías estar aquí. Vamos a iniciar la reunión y debemos estar todos —Reclama serio. —Ya voy, deja el afán, cualquiera cree que se acabara el mundo si no aparezco o, peor, si llego un poco tarde —Le digo para calmarlo—. Igual inicien sin mí, ya me informarán. —No, necesitamos tomar decisiones, hoy en la noche es la reunión con Gerónimo o los lideres de las diferentes organizaciones, debemos definir que hacer con la piedrita de mi cuñada —Me recuerda. «¡Ileannys!», Digo en mi cabeza. Esa chica ha sido un grano en el culo que nos ha fastidiado la vida hasta el cansancio. Si fuese por mí hace tiempo ya estaría en otro mundo. —Ya voy —Prometo y cuelgo la llamada—. Ahora sí, me voy, sino al rubio le da un ataque —Me inclino y nuevamente la beso. Por lo visto, tal como el anterior, está visto que ella no esperaba este gesto de mi parte. Tampoco yo. Nunca he tenido estas muestras con ninguna mujer. «¿Yo actuar en plan de conquistador, de novio? Jamás» Me cuestiono sin atreverme a expresar esta interrogante en voz alta. No sería capaz de hacerlo por no demostrárselo a ella ni al mundo. Al comprender a lo que esta chica me ha llevado en menos de veinticuatro horas caigo en cuenta que no puedo seguir delatándome con estas expresiones de cariño. «¿Qué es eso, Anthoni?» Me pregunto. Al recordarme que yo no soy esto, me paro erguido, miro a los lados y veo que solo dos de mis hombres mantienen la vista fija en nosotros. Me preocupa la percepción de las personas al verme en este plan tan ridículo. No obstante ello, entiendo que es necesario actuar de esta forma para lograr atraerla hacia mí, no soy de forzar a ninguna mujer a estar conmigo; de hecho no tengo necesidad de ello, mujeres me sobran, solo que para el rato. No busco nada diferente. ¿Comprometerme en una relación como la de Ales o por la que Saul anda arrastrándose ante la rubia? Nooo, eso no es para mí. Ana Julia me atrae, cierto, pero para llevarla al mismo lugar adonde he llevado a las mujeres que han estado tan cerca de mí al punto de mostrarnos físicamente tal cual llegamos a este mundo, desnudos, pero de la piel, el alma, para nada. Allá ninguna mujer ha logrado entrar. No me atrevería de dejarle ver a ninguna mujer que hay allá adentro. Ese es un terreno muy íntimo al que no le pienso dar el poder a nadie de invadir. Como entiendo que Ana Julia es otro tipo de mujer. Una totalmente distinta de las que pasan el rato conmigo. Si no de esas, tipo Iliang y sus amigas, pero sin la altanería y esa determinación que las caracteriza, acepto que a mi muñequita no podré convencerla para entregarse a mí con cualquier cosa. Aunque me parezca imposible y hasta tedioso, me toca trabajarla un poco para lograr mi objetivo. Me despido llevando mi mano a su mejilla y decido irme. Para cuando giré para ver qué dirección tomaba para caminar hasta las camionetas, ya tenía a Alfredo a bordo de la mía parado en frente de nosotros. —Entra amor mío, y no salgas más, esto está como extraño —Le digo a Ana Julia, ella tuerce los ojos y hasta estar seguro de que me hace caso, espero hasta que cierra la puerta de la casa detrás de ella—. Nos fuimos —Le ordeno a Alfredo luego de dar una última mirada alrededor—. Dale rápido, al rubio le va a dar un infarto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD