Cuando digo peligro es porque va a haber fuego

2689 Words
—¿Cómo te fue anoche? Me sobresalté. Después de todo lo que me ha tocado vivir, esta es una de las secuelas que me quedó. Siempre ando nerviosa, predispuesta, esperando me suceda lo peor. Desde que Rodrigo se llevó a Gael no he tenido descanso, vivo en depresión, con una tristeza profunda que no sé bien como manejar, me toca disimular, hacer un enorme esfuerzo para no delatarme. Pensé tener mi vida tranquila y organizada y no es así, ese maldito hombre me demostró una vez más que no tengo vida, mi vida es de él, me maneja como cual marioneta, a su antojo, según sus intereses. Siete años habían pasado desde que hui de él. Debería haber superado mis traumas. Haber endurecido mi carácter. No ha sido así, aun revivo, hasta en mis sueños, las humillaciones a las cuales fui sometida por Rodrigo. De solo pensar en ese horrible nombre siento mi cuerpo temblar de pánico. No lo quiero en mi vida, ni siquiera en mis recuerdos. Las terapias que he venido me habían ayudado bastante, pero no dejo de sentir que va a pasar algo malo en cualquier momento, ya me sucedió, volvió a aparecer y me arrebató de las manos a mi hijo así sin más. Retrocedí todo el proceso que había avanzado, si estoy distraída y me llaman de golpe, la respuesta inmediata es el susto, me sobresalto y de inmediato mi corazón se acelera, ello sin contar con la expresión de pánico que reflejo en mi rostro. —Cálmate —Me pide mi madre apretando mi hombro. Ella más que nadie ha sabido sobrellevar no solo sus traumas sino también los míos. Ella, aunque no vivió el infierno que me tocó experimentar en brazos de Montenegro, si fue maltratada y sometida a otro tipo de vejaciones. No obstante lo vivido, se ha mantenido fuerte, ha sido mi faro en medio de tanta oscuridad en la que he podido ver mi vida sumergida en el infinito mar de la infelicidad. Respiro profundo, le sonrío levemente y vuelvo la mirada hacia el espejo. Estoy en el baño lavando mi rostro y mis dientes. Acabo de despertar. Es un poco tarde. Llegué de madrugada. Llevaba años sin experimentar lo que es darme un verdadero descanso ni un rato de distracción sin vivir con el temor de ser descubierta por Rodrigo. Aunque a esta altura ya poco importa si me descubre o no. Se llevó una de las dos razones que tengo para vivir. Anoche estando en la casa de la abogada Iliang y del señor Aleskey me sentí como en familia, así me hicieron sentir. Por momentos estuve tentada a pedirles ayuda, pero recordé la firme amenaza de Rodrigo de asesinar a Gael si doy un paso en falso y desistí. Anoche me permití olvidar un par de horas quién soy en realidad, tomé mucho licor para disimular la depresión. El licor hizo su efecto, no perdí la conciencia ¿, pero si me animó bastante. No recuerdo haber disfrutado antes en los últimos años. En el baúl de mis recuerdos no registro haber compartido tanto ni tan relajada con las pocas amigas que tenía en Costa Rica en ningún lugar fuera de mi casa o la de alguna de ellas. Todo por mantenerme escondida de ese hombre repugnante, porque después que cumplí los once años comenzó a acecharme. No respetaba que apenas fuera una niña con cuerpo super desarrollado que aparentaba tener más edad de la que demostraba, pero niña al fin. Lo cierto es que, en esta oportunidad al hacerle caso a mi madre, y acceder a ir a la casa de la señora Iliang a pasar un rato diferente, logré aislar mi mente de los recuerdos dolorosos. —Me fue bien —Le contesto a mi madre mientras seco mi rostro con una toalla de mano—. La verdad, bastante bien —Me corrijo al recordar al amigo de Aleskey, Anthoni, quien si bien no me persiguió corporalmente, en todo el rato que estuve compartiendo con ellos no dejó de observarme al punto de ponerme nerviosa, y no el nerviosismo que he experimentado por imaginar la presencia de Rodrigo, sino de otro tipo, y eso me dio más pánico, pues aceleró mi corazón, me hizo sentir un hormigueo en el estómago y escalofríos. —Ya te hacía falta distraerte hija —Advierte mi madre—. Poco a poco irás sintiéndote mejor, ya verás. —Lo hago por Gael. No fui a disfrutar como dices. Debo hacer todo por recuperar a mi hijo, madre, siento que voy a morir en cualquier momento —Le digo sintiéndome muy mal. Miro hacia la puerta al recordarlo entrar por ella alborotando todo con sus gritos y revolotear a nuestro alrededor. Lo extraño tanto que hay días en que siento que no voy a poder avanzar, he tenido deseos de quedarme en cama, no despertar más, y de solo cerrar los ojos y ver su delicado y pequeño rostro mis energías se renuevan al extremo de querer comerme el mundo. —Yo sé mi amor, sé que lo haces por él, pero debes cuidar de ti. —No puedo, madre. No puedo cuando sé que donde quería que él esté, cómo esté y con quién esté, él no es feliz —Le digo y la abrazo al sentir el dolor recorrer mi cuerpo. Si ella no estuviera en mi vida dudo poder haber llegado a esta etapa de mi vida. Si bien antes no era tan feliz como hubiera querido, el hecho de tener a Gael y a ella conmigo, aunado de haber logrado conseguir un empleo donde llevo dos años más estable que el resto de los últimos años, me llenaba. Ahora perdí ese brillo. —¿Conseguiste algo de lo que te pidió ese hombre? —Me pregunta soltando mi abrazo. —No madre, es difícil acceder al lugar donde ellos puedan tener algo de valor, un documento, que sé yo. Ellos no hablan nada que yo estime que sea importante, ¿Qué pueden tener ellos que le interese a un delincuente como Rodrigo? —Le digo en voz pausada—. Ellos son personas honradas, o así los veo, así se han mostrado. Eso sí, son desconfiados. No conmigo, pero sí los he visto. Son recelosos de sus espacios. Temo que me descubran si intento moverme más allá de donde está permitido —Un sollozo se me escapó—. ¡Ay madre, no sé qué hacer! —No te martirices, algo va a salir, le he pedido mucho a la divinidad que te ayude para rescatar con vida a nuestro niño —Me dice esperanzada. —Quisiera ser tan optimista como tú, tienes una fe que envidio —Le digo en voz baja—. Ya no creo en nada. Perdí la fe. Tengo miedo de perder también a Gael. —Ni lo pienses, no llames a las cosas malas, ya verás que una luz se encenderá al final del túnel —Afirma mi madre—. Verás que tu ida y la de Gael va a mejorar —Querrás decir, nuestras vidas, porque si ustedes están bien, yo también lo estoy. Todo esto lo hago por los tres, son mi razón de vivir y de soportar tanto sufrimiento —Le confieso. —Te voy a servir algo de comer, algo se te ocurrirá, mantén la serenidad—Me pide con ternura. —Eso haré —Le prometo mintiéndole con descaro pues sé de sobra que serenidad es lo que menos tengo y tendré mientras Gael no esté conmigo y Rodrigo aun respire. —Iré a servirte la comida. Te espero afuera —Me dice y sale hacia la habitación. Aproveché y me di una ducha rápida de agua tibia; después de secar e hidratar mi cuerpo me vestí con ropa deportiva y abrigada. Suspiré al ver el reflejo de mi cuerpo en el espejo de la cómoda. Almorcé y luego para despejar la mente, se me ocurrió salir a dar una vuelta. —Madre, salgamos a caminar al parque, por favor —Le pido en voz baja—. Lo necesito. —Ay, hija, anda tú. Yo no me siento con fuerzas para caminar —Me dice acongojada. —Bueno, regreso en un rato, no llevo bolso, pero si él celular —Saco al mano del bolsillo lateral derecho del sweater para mostrárselo—Ya regreso. Tomo las llaves del lugar donde solemos colocarlas al llegar y salgo a la calle. Una ráfaga de viento azota mi rostro y sentí mi cuerpo estremecerse. Miro alrededor para buscar una señal de los hombres de Rodrigo, no veo nada sospechoso, aunque sé que si están cerca. Él me lo advirtió antes de irse con mi hijo. Claramente me dejó dicho que no estaría sola, que tendría sus ojos detrás de mí cuidando lo que sea que haga o a dónde vaya. Como no hago nada más que seguir sus órdenes, poco me importa a quién ponga a seguirme como perro guardián. Decidida a dejar que mi cuerpo se relaje y drenar el licor que ingerí la noche anterior, acomodé sobre mi cabeza, escondiendo mi larga y abundante cabellera bajo el algodón de la capucha, tapando a su vez parte de mi rostro, con las manos en los bolsillos del sweater, caminé calle abajo hacia el parque central de la zona donde tengo dos años viviendo. No conozco a nadie en esta zona, veo personas ir y venir, pero para mí solo son rostros, no conozco nombres, pero si he visto donde viven algunos. Me he cuidado, o eso creía que había hecho, porque en mi temor de ser encontrada por Rodrigo evité socializar. Aprendí a andar siempre en sigilo, cuidándome de todos los que me miran y evitando que me hablen. Antes, en mi juventud, recuerdo que era una chica dicharachera, conversadora, ocurrente. Después de lo que viví me volví reservada, tímida, asustadiza y huidiza del mundo que me ha rodeado. Nada ni nadie me da confianza. Solo mi madre es la persona con quien hablo las pocas cosas que me permito dejar escapar de mi corazón. Hasta sentimientos psicópatas he comenzado a desarrollar. El deseo de acabar con la vida de Rodrigo ha sido una constante en mis ideas diarias para sobrevivir en este mundo tan cruel. Soy consciente que como él hay muchos, pero si me atreviera, si no dudara y tuviera una oportunidad para hacer lo que haya que hacerse para limpiar al mundo de semejante escoria, lo haría. Hasta he planificado estrategias en mi mente. Muchas y en todas, atino a su cabeza. —Señorita Ana Julia —Una voz grave y gutural me espantó al punto de que pegué un saltó Venia tan distraída mientras caminaba alrededor de un lago que hay en el parque, solo fui consciente de la presencia de otra persona tan cerca de mí cuando además sentí una mano que apretó mi hombro. —Tranquila —Me dice la voz masculina en un susurro, casi al oído—. Soy yo, Anthoni. Anthoni el amigo de Iliang y Aleskey. Sorprendida porque si bien no esperaba que nadie me hablara, él es la última persona que hubiera considerado tener al frente de mi y menos detrás. —Ay, señor —Le digo girándome lentamente para mirarlo a los ojos y corroborar que fuera él. Efectivamente el mismo hombre que recuerda mantuvo su atención puesta sobre ella prácticamente toda la noche. Ahora comprueba que es tan alto y fornido como recuerda desde su observación tímida y distante. Tan cerca como lo tiene advierte que sus ojos son extremadamente negros y misteriosos, con una profundidad que da temor, la puso nerviosa. Sus cejas pobladas y encontradas le dan un toque de imponencia y de respeto; es barbudo, pero una barba que luce lisa y espesa que lo hace lucir atractivo. Ahora sí, estoy tan cerca de él, puedo escanear en un segundo cada una de las facciones de su rostro. Lo que acabo de ver me desestabilizó, pues me sostuvo la mirada en una forma desafiante. —¿Señor? —Cuestiona profundizando el tono grave de su voz—. El señor está en el cielo muchachita linda. «Dios mio, ¿Qué está sucediendo aquí?» Pregunto en mi mente mirándolo a los ojos intercalando entre uno y otro de sus ojos ante lo nerviosa que me tiene. —¿Qué hace una muñequita tan linda sola por estos lados? —me pregunta y esta vez me mira de pies a cabeza. Tal cual hice con su rostro, él sin disimulo alguno hizo un registro detallado de mi cuerpo enfundando en un conjunto de algodón acolchado de mono y sweater. —Si quieres pasar desapercibida, te advierto que con ese caminar tan tentador es lo que menos lograrás —Señala en un susurro. Una vez que me dice eso, lo veo pasear su mirada alrededor de nosotros, como si hiciera un reconocimiento de la zona, tal cual yo venía haciendo, pero mirando de reojo. Lo imité con curiosidad y cerca vi a cuatro hombres parados en puntos estratégicos, quienes miran en nuestra dirección, me asusté. Mi acompañante lo percibió, tomó mi brazo apretándolo levemente. —Tranquila, muñequita preciosa, vienen conmigo, solo me cuidan —Me advierte sin mirarme—. Dime algo, ¿Qué haces sola por estos lados? —Esta vez sí busca mi mirada. Aun mantengo el rostro y el cabello escondido bajo la tela de la capucha del sweater, lo cual debería dificultar la mirada de cualquiera, sin embargo, para este hombre nada parece difícil. Me mantuvo la mirada como forzándome a responderle, por sí o por no, quiera o no, fuerza una respuesta con la intensidad de su mirada sobre mis ojos. Ni parpadear pude. —Solo salí a distraerme, necesitaba respirar aire puro —Le confieso. Aunque no le digo del todo la verdad, así es. La necesidad de relajar mis pensamientos, y no atormentarme tanto con el recuerdo de Gael hizo que me lanzara a la calle sin tomar en consideración que para el mundo entero prácticamente soy una desconocida. En cierta forma él tiene razón, no preví el peligro que pudiera estar corriendo, aunque pienso que con los hombres de Rodrigo rondando a mi alrededor, no creo que algo me suceda. Hasta me parece extraño que hubieran permitido que Anthoni se me acerque. —¿Estás segura? —Me pregunta. No le respondo porque no tengo nada que decirle que cambie mi respuesta anterior. Igual no quiero hablar. No soy de andar dando explicaciones y menos a un desconocido. —Ven, te acompaño a casa —Me ordena. Así es, no fue una sugerencia, no hubo sutileza en el tono de su voz, sino una orden firme, una orden que según entiendo por la seña que hizo con su mano, es un mandato que espera sea obedecido. —No quiero irme a casa ahora, pierda cuidado, estaré bien —Le digo y en lugar de tomar la dirección que me indicó seguí caminando alrededor del lago. —Veo que te hace falta quien te gobierne —Dice siguiéndome. —Para nada, no necesito nada de eso —Lo contradigo. —Es que veo que poco te preocupa tu seguridad, una muñequita tan tentadora no debe estar fuera de su vidriera sin su guardián. Sentí ganas de sonreír en una carcajada sonora, como llevo años sin hacerlo, ante su comentario ocurrente. Escondí mis labios en la tela del sweater que cubre parte de mi rostro para disimularlo. —Vamos a ver qué vamos a hacer con este pequeño problemita —Manifiesta como si pensara en voz alta. —Yo no veo problema, siempre he estado sola y nunca he corrido peligro —le miento—. Así que no sé preocupe, estaré bien. Nada puede turbarme. —Eso piensas tú, hazle caso a un zorro viejo cuando ve el peligro venir —Dice mirándome con intensidad fijamente a los labios—Créeme cuando digo peligro es porque va a haber fuego y he decidido que solo yo seré el responsable de extinguirlo.
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