Llevo media hora manejando al pendiente de la vía y a nuestro alrededor. Es bastante tarde. No nos dimos cuenta el tiempo que estuvimos allí en el despacho, ya había oscurecido lo suficiente como para darme suficientes motivos para estar alerta.
En todo este rato, Ana Julia no ha expresado palabra alguna. De hecho, cuando se sobrepuso del encuentro que acabamos de tener, no me habló sino para pedirme que llevara las carpetas había organizado en mi presencia y otras que estaban a un lado del escritorio. Solo ve por la ventana de su lado y una que otra vez al frente, pero hacia mi lado, ni por error.
Tanto silencio me causa mucha curiosidad. Me preocupa porque no sé qué pudiera estar pensando.
Para evitar terminar discutiendo con ella, opté por no decirle nada que la altere, y como me c
