LA CAPRICHOSA ANNA

1077 Words
Alexander Todos conocemos a Anna, única hija de la única hija de quienes fueron los dueños de toda esta ciudad. Los Méndez, apellido que por generaciones ha sido sinónimo de riqueza y poder, o debería decir lo fue, porque ahora ese lugar es mío… Mis abuelos fueron mejores amigos de sus abuelos, gracias a ellos hicieron su riqueza, o al menos eso me han repetido (mejor dicho, recordado) toda la vida. Mis padres mejores amigos de su madre, la heredera loca como todas la recuerdan. Una mujer con ínfulas de diva que malgastó la fortuna de su familia, acabando con generaciones de negocios exitosos, hasta el punto de recluir a su propio padre en un pequeño asilo a las afueras de la ciudad para gastarlo todo sin control. No recuerdo mucho a la señora, salvo su estado calamitoso, siempre evadiendo el contacto con otros como si de leprosos se trataran, porque nadie estaba al nivel de la gran Camila Méndez. Cuántas veces vi a mis padres tratar en vano lograr un saludo decente de ella, intercambiar un par de palabras… Recibiendo desplantes, al solo ser testigos de su espalda al alejarse > Mientras su esposo con los mejores modales posibles se disculpaba por el comportamiento de su odiosa mujer. Para mi mala suerte su apellido aún pesa, pues la historia, ¡ay la estúpida historia! casi una leyenda, de lo que fue su marca principal de ropa es cotizada en la industria. Lannders, un nombre que para muchos puede no significar nada, para otros es oro. Esa pequeña palabra que puede ir en una pequeña etiqueta es una disputa entre tiburones, los que saben que revivir esa marca significaría lograr un sueño. ¿El problema? La inversión para hacerlo es grande, en el testamento de la loca permanece oculta la clausula de cómo su heredera la obtendría, y sí, la única heredera es Anna, pues a pesar de seguir vivo su abuelo, su rara (y yo diría muy absurda) tradición familiar dictaba que solo la pueden heredar mujeres, ¡jódansen!. Así que hasta que eso suceda esta ciudad sigue lamiendo las botas, o debería decir los tacones, de la muy odiosa y caprichosa heredera loca dos. Fuimos compañeros en la escuela, inseparables, hasta que la enviaron a otro salón porque no podía mezclarse conmigo, sí, eso dijo su madre cuando llegó armando un escándalo. Pero las cosas no se quedaron ahí, con los años continuó la intimidación, hasta que apareció Abigail, su hermanastra, una pequeña a la que constantemente intimidaba hasta hacerla llorar, en el colegio la odiábamos por eso, pues era conocido su comportamiento acosador con ella. Anna, la mujer más fría y calculadora, la que prefiere mil veces morir de hambre que arriesgarse a perder su figura, la princesa caída en desgracia que sigue viendo a todos con arrogancia por debajo de ella. Sí, esa mujer, la peor mujer que he conocido es a la cual estoy esperando en este altar para unir nuestras vidas, porque así de pendejo soy. Anna Ahí está él con una enorme sonrisa fingida esperándome, como un cazador a punto de recibir la cabeza de su presa como trofeo. ¡Repugnante! Pero a quién engaño, a pesar de toda mi queja por este absurdo acuerdo me siento feliz, aún cuando sé que no debería estarlo. Me enamoré de él en el jardín de niños, era perfecto con su cabello dorado y sus enormes ojos marrón, cual príncipe azul llegó a salvarme cuando me caí en el recreo, curando mi rodilla con un beso. Los primeros años de escuela fuimos inseparables, compartíamos almuerzos, compartíamos juegos, hasta que me enviaron a un salón diferente. Hubo demasiadas interferencias para que yo no me acerque, hasta que los años pasaron y nos volvimos extraños. En el colegio volvimos a coincidir, pensé ingenuamente era mi oportunidad, pero no, había desprecio en su mirada, un odio que no pensé ver en esos ojos. Desde ese momento, hasta ahora, esos ojos me han seguido viendo con la frialdad con la que lo hacen hoy. Alexander, he tenido que admirarlo a lo lejos pues mi padre (al igual que lo hizo con mi madre y mi abuelo), limitó nuestro contacto con el mundo exterior. Mi madre, cuánto la extraño, fue un pobre ángel cautivo por un hombre extremadamente controlador que le quitó no solo toda su fortuna, le quitó su libertad. “No puedes hablar con nadie en público”, “a los 20 minutos regresarás a la casa”, reglas y más reglas absurdas que debió cumplir al pie de la letra por riesgo de perderme, por miedo de que mi abuelo terminara siendo enviado lejos de nosotras. La presión, el maltrato, la llevaron a enfermar, la llevaron a morir… Todo ante los ojos de un montón de espectadores que la convirtieron en una loca y ahora… ahora están haciendo lo mismo conmigo. Tras la muerte de mi madre las cosas empeoraron para mí, pues llegó a nuestras vidas Lucrecia y su tan parecida hija Abigail. Ante los ojos del mundo, como mi padre, ellas desempeñan un perfecto papel, mujeres devotas que han tenido que sufrir ante la villana de sus vidas: yo. Viajes de derroche, con unas cuantas fotos y palabras bien escritas ellas los han convertido en voluntariados por el mundo ayudando a los necesitados. Es que el manejo de la imagen pública y las r************* de ese par de mujeres es impresionante debo admitir, saben cómo lucir bien, saben cómo fingir bien y con la ayuda de mi padre pasaron a convertirme en la persona más odiada del lugar. Por qué no me defiendo estarán pensando, hay 2 causas poderosas: mi abuelo. Mi pobre abuelo al que puedo al menos visitar 1 vez a la semana, el único ser humano que me queda y al que no quiero poner en peligro. Y Lannders, bendita a la vez maldita palabra, la única petición de mi madre de proteger lo que no lograron eliminar de nosotros con sus confecciones baratas sin una pizca de esfuerzo en diseñar con tal de ganar dinero. Porque solo mi padre sabe cómo puedo obtenerla, solo él puede entregármela, a cambio de ser su títere, de ayudarle a conseguir su tan ansiado dinero que está casi acabado. Dinero, la razón por la cual él se casó con mi madre, la razón por la cuál nací yo y pues la razón por la cual fui vendida a Alexander Ponce.
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