7 - Dolores de cabeza y amantes

1576 Words
Isla John me condujo hacia abajo a la cocina. Abigail se apresuró hacia mí con una mirada confundida, observando los pasteles esparcidos en la bandeja que John colocó. —Le contaré la situación—me guiñó el ojo—, solo necesitamos llevarte al médico. —¿Un médico? —Abigail preguntó con preocupación reflejada en su rostro. Me examinó de arriba abajo, deteniéndose cuando me vio acariciando mi muñeca —. Oh, Isla. —No es nada, estoy segura de que sanará por sí misma en unos días —les dije a ambos. —Aún no tienes dieciocho años, por lo que no tienes a tu lobo para ayudarte a sanar, de lo contrario no estaría tan preocupada —declaró Abigail —. Veamos si podemos encontrar a alguien que pueda ayudar. —Miró alrededor a los Omegas en la cocina. —¿Quieres que la lleve a la clínica? —preguntó John. —Los Omegas no tienen acceso a la clínica a menos que sea una emergencia que ponga en peligro la vida —respondió Abigail, sin mirar el rostro impactado de John. —Lo siento mucho. No sabía eso. —John miró de Abigail a mí; le sonreí levemente encogiéndome de hombros. —No te preocupes, John. Tenemos a algunos Omegas que saben lo que están haciendo, tuvimos que descubrirlo nosotros mismos y afortunadamente, algunos decidieron aprender para ayudar al resto de nosotros. Realmente tenemos una gran comunidad aquí —dijo, aparentemente tratando de convencerse a sí misma tanto como a John. —Iré a buscar a Elijah. Creo que está por aquí en algún lado. Debería poder echar un vistazo y vendarte como nueva. John me ayudó a sentarme y me dio un vaso de agua.  —Estoy bien—me miró—, en serio, lo estoy. Mi muñeca apenas me duele ahora. —No estoy preocupado por la muñeca; no puedo creer que los miembros clasificados te trataran de esa manera. —Sacudió la cabeza, una arruga de preocupación apareció en su usualmente cálido rostro. —Solo están mostrando su dominio; es lo que hacen. No hay daño hecho —respondí. —Aún así. Se detuvo cuando Meghan irrumpió a través de la puerta de la cocina. Su coleta perfecta estaba en desorden, su camisa arrugada. Parecía sorprendida de ver a John y se detuvo en seco, sonriendo hacia mí. —Exactamente a quién buscaba. —Ignoró a John y se acercó a mí. John se movió instintivamente más cerca de mí, hombro con hombro —. Esto realmente no te concierne a ti. —Le lanzó a John una mirada aburrida. —Con el debido respeto, señora, se me encargó asegurarme de que esta joven dama sea atendida correctamente —respondió más fríamente de lo que jamás lo había escuchado. Antes de que Meghan pudiera decir algo, Abigail regresó apresuradamente con Elijah, un lobo lo suficientemente joven en sus veintes tempranos, llevando un botiquín de primeros auxilios, tratando de mantener el ritmo detrás de ella. Abigail se detuvo cuando vio a Meghan.  —Oh, hola, Meghan —dijo educadamente —. Las salsas ya están listas y se están enfriando; solo estamos vendando a Isla para que pueda volver a trabajar. —Intentó sonreír, pero no se veía natural. —Bueno entonces —dijo Meghan, sorprendida al estar en minoría esta vez —. Después de que termines de limpiar tu área, necesitaré hablar contigo. —Meghan se volvió hacia mí —. A solas —agregó, mirando a John y Abigail. Se dirigió a su oficina al lado de la cocina y cerró la puerta de golpe. Suspiré aliviada sin darme cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Me salí fácil en esta ocasión pero sabía que Meghan no me dejaría escapar impune por siempre. Elijah tomó mi muñeca y la examinó lentamente, moviéndola un poco. Me estremecí con el dolor agudo. Una vez que estuvo satisfecho de que solo era un esguince o eso pensó él, me la vendó y me dio algunas instrucciones simples a seguir. Desafortunadamente, no tenía opción de descansar y no usarla. Había tanto por hacer para la fiesta y Elijah lo sabía tan bien como yo. Sonreí y asentí de todos modos, siguiendo el juego y le agradecí efusivamente. Abigail ya había comenzado a limpiar nuestra área y John la ayudaba a realizar mi parte. Mi corazón se llenaba de admiración por estas personas increíbles que tengo en mi vida, especialmente al ver a John esforzarse por ayudarme cuando solo habíamos tenido algunas breves interacciones previas al día de hoy. Me dirigí hacia la oficina de Meghan o de lo contrario me pondría demasiado nerviosa si pensaba demasiado tiempo al respecto. Me detuve fuera de su puerta y respiré profundamente antes de golpear con mi mano buena. —Adelante —dijo. Abrí la puerta y ella levantó una ceja, sonriendo maliciosamente. Diosa, ayúdame. —Cierra la puerta —instruyó Meghan y la cerré suavemente detrás de mí, asegurándome de que no hiciera ruido. Me volví hacia ella y me paré frente a su escritorio. —Puedes sentarte. —Ella agitó la mano hacia la silla frente a ella y yo lentamente me senté, sin estar segura de qué esperar. No había estado en esta oficina desde que Meghan la tomó después de que Janice se marchó. El revestimiento de madera clara que rodeaba la parte inferior de las paredes había sido pintado de blanco puro. En contraste, las paredes, que solían ser de un azul claro, ahora eran de un rosa intenso. Janice siempre tenía la puerta abierta y las personas podían entrar y salir libremente, pero Meghan la tenía cerrada. Meghan notó que miraba a mi alrededor.  —Bonito, ¿verdad? —Sonrió, pareciendo genuinamente complacida —. Es lo mínimo que podía hacer para mejorar este lugar. La vieja bruja no hizo nada durante todos los años que estuvo aquí. —Sonreí lo más sinceramente que pude fingir, echando otro vistazo alrededor.  —Es realmente bonito —mentí —. Ilumina la habitación. Ella me sonrió, olvidándose de sí misma antes de poner su mirada típica de desprecio.  —Entonces, vamos a ello. Atacaste a la hija del Alfa —afirmó de manera definitiva. —Pero yo... —Para. —Levantó la mano —. No era una pregunta. Atacaste a la hija de ese Alfa —repitió —. Debes permanecer confinada en las habitaciones de Omega, la cocina y el área de lavandería hasta que termine la fiesta. No debes poner un pie en ninguna área común ni fuera de la casa de la manada. Sentí cómo se me caía el estómago. Viernes era mi cumpleaños y estaba deseando tener mi noche con Abigail junto al lago. Me preguntaba si aún podría escaparme para ello mientras todos estuvieran ocupados con la fiesta. —Durante la fiesta —continuó Meghan—, tendrás un trabajo especial en el claro del bosque, donde entrenan los guerreros. Te daré más detalles el viernes. Ese es el único momento en el que podrás salir de la casa de la manada. Me miró y yo no respondí.  —¿Está claro? —sonó molesta. —Sí, Meghan —respondí, esperando más castigo. Tenía que quedarme fuera, encadenada como un perro por algo que no hice y ahora me estaba acusando de atacar a un m*****o clasificado y todo lo que conseguí fue estar confinada en la casa de la manada como de costumbre. La miré y ella me devolvió la mirada con un destello duro y juicioso. —Sabes que podrías ser ligeramente guapa si te esforzaras —rompió el silencio. Debo haber parecido confundida —. Obviamente, nada en comparación conmigo, pero no serías tan… —Hizo una pausa y me ondeó la mano —. Aburrida. —Eh. G-gracias —respondí. Llamaron a la puerta y la planificadora de la fiesta entró apresurada con una gran pizarra bajo el brazo.  —Hay una emergencia con el asiento —exclamó la planificadora. Miré a Meghan para ver si estaba libre, pero ella ya estaba en una profunda conversación con la planificadora, encantada con el esquema de asientos que había traído, así que me escapé. Abigail y John me estaban esperando justo donde los había dejado, mirándome con curiosidad. —Me confinó a las habitaciones de Omega y a nuestras áreas de trabajo durante los próximos días. Me permitió salir a hacer un servicio el viernes por la noche en el bosque, lo cual estoy segura de que será tortura, pero aparte de eso, no mencionó nada más. —Me encogí de hombros. John dejó escapar un suspiro y me sonrió ampliamente.  —Bueno, lo mejor será que vuelva al trabajo; gracias, señoritas, por dejarme acompañaros esta tarde. —Se quitó el sombrero en señal de despedida. —John, no sé cómo agradecerte… —empecé. Él levantó las manos, su sonrisa arrugó las comisuras de sus ojos y salió de la cocina. Me volteé hacia Abigail y ella simplemente suspiró y me sonrió también. —Qué día tan largo y extraño ha sido este. —Sacudió la cabeza, y yo asentí —. Me colé con algunos pasteles, no te preocupes, no los que dejaste caer al suelo—se rió—, tomemos un breve descanso antes de empezar la preparación de la cena. La Diosa sabe que nos lo merecemos. La seguí hasta nuestra habitación para disfrutar de nuestros aperitivos robados.
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