Capítulo 3

4244 Words
Un auto era la primera cosa en la lista que debía tener, por más que amara su motocicleta no podría traer a una bebé en ella. Su ataque de pánico simplemente le hizo preocuparse más de lo que ya estaba por la llegada de su sobrina. Ahora se encontraba tomando ropa de bebé, mirando en la etiqueta para que edad eran y decía que era para bebés de 7-9 meses, perfecto para ella, o eso al menos suponía. No tomó mucha, porque quería comprar más cuando ya la tuviera, entonces llegó a la pañalera. — ¿No hay pañaleras masculinas? – dijo Vincent al ver que todas eran rosas - ¿Qué acaso no saben la cantidad de padres solteros en el mundo? — Hola, puedo ayudarte – una chica lo miraba con una sonrisa mientras él criticaba las pañaleras. — Eh, yo – suspiró – Si, necesito mucha ayuda. Necesito todo para una bebé de seis meses aproximadamente. — Bien, puedo ayudarlo en eso, dígame más o menos ¿Qué es lo que necesita? — Todo – dijo sin pensarlo bien, la chica lo miró un poco raro – Me haré cargo de mi sobrina pequeña y no sé nada sobre esto. — Oh, vale – asintió con la cabeza llegando al punto de que tal vez los padres de la pequeña estuvieran muertos y él se haría cargo – Bueno podemos comenzar con lo esencial, ropa – señaló lo que tenía – Pañaleras – miró las que estaban enfrente suyo – Hay una – comenzó a buscarla y la encontró, era color café con ositos – Tal vez no es masculina, pero ya no es rosa. — Mínimo – susurró tomándola – Me la llevó. — Bien, ahora serían los pañales y biberones, chupones y mordederas, ya que a esa edad comienzan a salir los dientes y los bebés quieren morder cosas. Vincent arrugó el entrecejo confundido con todo lo que la chica le dijo, pero la siguió, al llegar a la sección de pañales él tomó un paquete rápidamente. — Eso puede que le dure unos cuantos días. — ¿Días? ¿Dijiste días? ¿Qué no debería durar esto un mes? — No – sonrió un tanto divertida – Un bebé hace muchas veces del baño, entonces se cambia de pañal constantemente. — Demonios – susurró. — Pero por el momento y para sus primeros días, eso le servirá. ¿Primeros días? Significa eso que estará comprando pañales mucho tiempo. Él era un gran sicario, el mejor por no querer presumir, conocía de armas, balas, cargadores, bombas, explosivos y demás cosas, pero justo ahora, parecía estar entrando en aguas misteriosas donde una bala no era lo más terrorífico, sino un pañal sucio. Cuando terminó de comprar la ropa, los pañales, los biberones, chupones, un par de juguetes, fueron al pasillo de las cunas, muebles para cambiar el pañal y donde guardar la ropa. Vincent observó las cunas, todos eran diferentes, pero le gusto una, era blanca con un velo que la cubría, pudo verla en su casa, con una luz de noche iluminándola. — Quiero esa – señaló la cuna – Me gustó esa. — Vaya, pocos se la llevan, pero es buena elección – le sonrió. El mueble para cambiar los pañales no fue difícil, casi todos eran iguales, aunque la chica le decía que no lo eran, escogió uno rápido y si después el color no le gustaba podía pintarlo. Ahora estaban mirando las cosas para bañarla, esponjas, tinas pequeñas, patitos de goma, jabones, cremas y aceites. Vincent realmente no recordaba que eso le hiciera a su hermana, pero si quería estar bien equipado para su sobrina tenía que llevar hasta lo que no era necesario. — Creo que tienes lo necesario – dijo la chica con una sonrisa. — Creo que sí – suspiró – Dime ¿pueden enviar esto a mi casa? No tengo una jodida camioneta donde llevar esto. — Claro – soltó una risita – Solo dame su dirección, número de teléfono y lo haremos llegar a su casa. Vincent estaba anotando todo en un papel, cuando miró a la chica, había estado tan absorto en cosas de bebés que no se dio cuenta del mujeron que tenía frente suyo. Su cabello tan n***o que parecía absorber la luz, alta, algunas pecas en la mejillas y ojos azules como los suyos. Era realmente hermosa la chica. Sacando su lado “Don Juan” le regaló una de esas sonrisas que hacen caer a cualquier chica y chicos que van a su bar, ella lo miró y le devolvió la sonrisa. — Aquí pueden llevar las cosas, por favor – dijo entregando el papel sin quitar su mirada de ella. — Está bien, gracias – guardó el papel – Solo deberá pasar a la caja y pagar todo. La chica se fue, lo cual lo dejó sin palabras. Nadie se iba de su lado sin decirle nada, lo cual había sido frustrado. Ahora el vago pensamiento de que tendría a su sobrina, significaba ya no tener sexo espontaneó con nadie. Esa niña le quitaría el sexo. Molesto, fue a la caja, sacando su tarjeta y pagando todo. Realmente estaba molesto, él era alguien guapo o al menos eso creía, tiene buen cuerpo, está tatuado de todos lados, su sonrisa hace caer a varios chicos rendidos a sus pies, y ahora una bebé le quitaría ese efecto. Le estaban devolviendo la tarjeta cuando su teléfono comenzó a sonar, lo tomó sin ver quién llamada. — ¿Qué? – respondió de golpe. — Wooow, calma vaquero. — Lo siento Jonathan – dijo Vincent. – Tuve un día de mierda – suspiró y salió de la tienda de bebé - ¿Qué ocurre? — Yo he tenido días de mierda así, pero puedo mejorarlo. — ¿A sí? ¿Cómo? – de pronto al llegar al estacionamiento, no vio su motocicleta por ningún lado, nuevamente comenzó a tener un ataque de pánico, hasta que recordó el auto que compró ese día. Puso una mano en su frente y caminó hacia el auto. Había ignorado a Jonathan, no puso atención a lo que dijo – En resumen – dijo Rafael, esperando que él le dijera en resumidas cuentas todo. — En resumen, a las 9:30 una fiesta, te quiero conmigo dirás ser de mi seguridad privada. Atenderemos un asuntito en privado y después podrás disfrutar de la fiesta. — Supongo que ir de etiqueta ¿verdad? — En efecto, te veré esta noche. Cortó la llamada y guardó su teléfono. Cerró los ojos y subió a su auto, el aroma de auto nuevo era algo que le encantaba, así que se relajó un poco y trató de poner atención a todo lo que pasaría esa noche. Al llegar a casa, tuvo que acomodar su auto nuevo junto a su motocicleta, por suerte era algo grande su cochera y entraban a la perfección. Entró en la cabaña, abrió su closet y sacó el traje semi nuevo que tenía, si acaso lo ha usado dos veces desde que lo compró. Armani, un buen traje para estar entre políticos. Abrió un cajón que tiene bajo llave, sacó sus anillos y su arma con silenciador, los acomodó junto al traje. Salió a la cocina para prepararse algo de comer rápido, cuando vio la tarjeta pegada en su nevera, la tarjeta de servicio social, donde estaba Brooklyn. Ha estado haciendo todo eso por ella y no sabe siquiera si aún puede ser suya, realmente si no llega a tenerla va a desatar el infierno, ni siquiera sabe porque su sentido de protección hacia su sobrina supera sus límites. Tomó su teléfono y marcó el número. Primer tono… Segundo tono… Comenzaba a ponerse nervioso ¿Qué tal si nadie le respondía? ¿Qué tal si no había nadie? ¿Y si ella ya estaba acogida en alguna familia? ¿Pelearía por ella si ese fuera el caso? ¿Ganaría esa pelea? Tantas preguntas arrasaron en su cabeza que no escuchó el momento en el que le respondieron. — ¿Hola? — Sí, hola – dijo Vincent carraspeando un poco. — Buenas tardes. — Buenas tardes, me comunico por una bebé que está en su poder ahora, ella es Brooklyn Ginny Volkova – dijo tras recordar a la perfección el nombre de su sobrina. — ¿Brooklyn? – la voz de la mujer se escuchaba con demasiada sorpresa, y eso alertó un poco a Vincent. — Sí – confirmó, seguro. — Permítame un segundo. Vincent iba a responder, pero pusieron esa maldita música de espera que en vez de tranquilizarlo lo desesperaba más. Pero esperó el tiempo que fuera. Pasaron solo un par de minutos cuando la música se quitó y Vincent se acomodó en el sofá para escuchar lo que le dirían. — Buenas tardes, soy el encargado del caso de Brooklyn, me presento con usted, me llamo Matthew Brett ¿con quién tengo el placer de hablar? — Soy Vincent Castle, el hermano de Stefan. — Hermano – repitió – Señor Castle hemos hecho una gran búsqueda de usted, incluso hicimos búsqueda con familiares muertos, parece que la tierra se lo tragó – soltó una pequeña risa, Vincent no dijo nada, porque ese mismo era su objetivo, cuando Matthew no escucho nada de Vincent dejó de reírse – Está usted al tanto de la situación de su hermano ¿verdad? — Un poco, sí. — Entonces cómo sabrá, hay una investigación activa sobre quién hizo el acto cometido a su hermano y su cuñada. — Sobre su brutal asesinato con mi sobrina presente en la casa, si estoy al tanto. A Vincent le fastidiaba que no le dijeran las cosas como son y él era demasiado directo. — Si – respondió Matthew – Su sobrina ahora está en servicio infantil, pero ahora que se ha comunicado, nos gustaría saber si puede tenerla a su cargo, pero antes de nada venir a verla, ha estado un poco tensa y no puede dormir bien. Nos gustaría que viniera, acordaremos una cita y… — Puedo ir ahora mismo ¿Dónde está? — Claro, primero tenemos que acordar una cita, mañana puede presentarse durante el transcurso del día, mi asistente le enviará una dirección donde presentarse y aquí lo veremos. — Perfecto, estaré esperando su dirección, hasta luego. Y cortó la llamada sin más. Entonces se dio cuenta de lo que hizo, aceptó ir por ella cuando no tenía ni una habitación lista para ella, ni un maldito auto donde transportarla. — ¿Qué mierda hiciste Vincent? – susurró pasando una mano por su rostro. Solo actuó sin pensarlo dos veces. Pero cuando escuchó que ella había estado tensa, no podía dormir, algo lo impulsó a decir que iría por ella. No es el hombre indicado para nada, no puede sostener una relación estable con ningún ser humano, la prueba está Lili, ella solo está con él porque trabajan juntos sino hace mucho que lo hubiera abandonado, sus supuestos amigos solo lo buscan para fiestas y drogarse. Hace unos años le preguntaron sobre ser padre y él respondió un rotundo no, y ahora estaba ahí, ansioso por ir por su sobrina. Estaba loco. […] Al llegar a la fiesta vio los congresistas, senadores, y los dos rivales por la alcaldía. Demasiada gente con traje que le lamía el culo a los políticos. Vincent fue a la barra, ordenó un whisky y esperó a que alguien de los perros falderos del futuro alcalde, Jonathan, fuera por él, hiciera el trabajo por el cual está ahí y se fuera a casa. — Vincent Castle – esperaba un perro faldero, no al mismísimo Jonathan – Mi hombre de confianza. — Señor – sonrió dejando su trago a un lado. — Armani ¿eh? – sonrió al ver su traje. — Dijo etiqueta – carraspeó un poco y dio un paso hacia atrás por la repentina invasión personal del candidato a la alcaldía. — Cierto – suspiró y pasó un brazo por sus hombros – Acompáñame, tenemos algo que hacer arriba. Vincent no dijo nada, solo se dejó guiar por el futuro alcalde hacia el techo y está seguro de que será alcalde, ha matado y torturado a muchas personas para que pueda llegar al puesto, sin mencionar sus otros tratos sucios que tiene el propio Jonathan. Cuando llegaron al techo vieron a tres hombres armados y uno de rodillas en el piso, no podía verlo bien por la oscuridad, pero se acercaron a ellos. Cuando llegó con ellos pudo ver el rostro de quien estaba sometido. Pablito. Su grandioso “amigo” estaba ahí, de rodillas, esposado y golpeado. — Este idiota lo envió Dante para asesinarme justo aquí, tenía veneno que sería puesto en mi copa – dijo Jonathan. Vincent pudo ver que Pablito tenía uniforme de mesero, estaba preparado para el trabajo que le dieron – Sabe que tiene los votos por debajo de mí, ganaré, seré Alcalde en unas semanas y él tendrá que lamer mi culo – miró a Vincent – No hace falta que te presente a tu amigo ¿verdad? — No – dijo Rafael mirando a Pablito. — Esto – puso sus manos en los hombros de Vincent, sintió su aliento a alcohol en su mejilla – Esto mi querido amigo, es una prueba de lealtad. Él trató de matarme ¿Qué harás? Salvarlo sería algo estúpido. Pablito lo miró, suplicaba que no hiciera nada. Vincent sabe que él no fue su amigo, jamás fue un buen amigo ¿Por qué arriesgar su culo por él? Jonathan estaba por seguir con un discurso absurdo sobre la lealtad, cuando Vincent sacó su arma con el silenciador y sin titubear, apuntó a la cabeza de su amigo y disparó. En cuestión de segundos Pablito cayó al piso, sin vida. Los había dejado sin palabras. Guardó su arma, sacó un pañuelo y limpió las salpicaduras de sangre que llegó a tener, se agachó y levantó el casquillo de su bala y la guardó. — A eso le llamo lealtad hijos de perra – dijo Jonathan con una sonrisa – Ustedes aprendan, si les digo que maten a su puto padre lo hacen sin dudarlo. Vincent ignoró el resto de las palabras que dijo Jonathan solo se aseguró de no tener más sangre en el cuello o su camisa. — ¿Puedo irme? Me gustaría terminar mi trago – dijo Vincent. No estaría ahí escuchando cosas absurdas de un maldito político, bajó las escaleras y fue al baño para estar seguro de que no había rastro de la sangre del hombre que una vez llamó “amigo''. Cuando salió del baño, fue al bar y volvió a ordenar un whisky, se sentó e ignoró a todo el mundo. Solo estaría una hora para hacer acto de presencia e irse a casa y no entrar en pánico por la cita de mañana. Aún piensa en eso. Él, un asesino, el hombre que literalmente se ha enfrentado a la muerte y no le teme. Ha tenido ataques de pánico, ansiedad por un simple infante. Suspiró y tomó un sorbo de su trago, cuando comenzó a escuchar la presentación de las personas que estaban ahí. — Es para mí un honor presentarles a quien será el nuevo jefe del CNP – eso sí que llamó la atención de Vincent, una nueva jefa de policía no era nada bueno para sus turbios negocios – La nueva Superintendente Astrid Walker. Su mirada divagó hasta detenerse en una mujer que usaba un vestido n***o entallado y el cabello n***o largo y ondulado. Sostenía una copa de champán, y por lo que sus ojos pudieron ver, tenía buena figura, marcaba bien sus curvas. Hizo un gesto de satisfacción y volvió su mirada a su trago. Genial, algo más de lo que Jonathan me hará hacerme cargo en el maldito futuro. Pensó mientras bebía su trago. Cuando terminó, dio un último vistazo a Jonathan quien estaba con el nuevo jefe de policía, era un buen momento para escabullirse y largarse de ahí. Salió por la puerta trasera, se recargó en la pared mientras miraba su motocicleta, era tal vez una de sus últimas rodadas antes de subir a un auto de ejecutivo. Sacó un cigarro y lo encendió. Recargó su cabeza en la pared y sacó el humo. En su cabeza ahí un reloj que suena tic, tac, contando los segundos en los que conocerá por primera vez a su sobrina. Su sobrina. ¿Cómo será? ¿Será como Victoria? ¿Cómo su hermano? ¿Será una combinación perfecta de ambos? No lo sabe, pero de algo si puede estar seguro, será más linda que él. Tiró la colilla de su cigarro y la piso, soltó un suspiró y se encaminó a su motocicleta cuando escucho que la puerta se abría. Para su gran sorpresa, quien escapaba de esa maldita fiesta era la nueva jefa de policía. No recuerda su nombre, no le prestó mucha atención. — Escapando de la fiesta ¿eh? – preguntó con una sonrisa. Su voz asustó a la mujer, que se giró de inmediato llevando su mano a su cadera justo donde tenía su arma. Vincent levantó las manos con una divertida sonrisa. — Tranquilo mujer – soltó una risita. — Supongo que tú también estás escapando. ¡Maldita sea! Su voz tan dulce y melodiosa, y tan peligrosa y audaz. — Estaba por escapar – señaló su motocicleta y volvió a mirarla – Vámonos. — ¿Disculpa? – preguntó incrédula. — Vámonos – repitió con una gran seguridad, le dio la espalda y subió a su motocicleta – Anda, no soy un asesino. A menos que se lo pidan. Realmente se debatió en si debía subir o no. Pero Vincent le había estaba dando una extrema confianza, que suspiró y caminó hasta la motocicleta. Vincent le dio un casco, ella lo tomó y se lo puso. Subió a la parte trasera y se acomodó. — Será mejor que te sostengas fuerte, no respeto ninguna ley de tránsito – dijo divertido. Estaba por objetar, cuando Vincent arrancó la motocicleta y se fueron de ahí. Realmente no bromeaba con eso de que no respetaba las leyes de tránsito, estaban sobre el límite de velocidad, su lado de policía quería decirle que se detuviera, pero la pequeña parte dónde no le importa nada decidió no decirle nada, le gustaba la adrenalina y eso era una buena dosis. Un par de minutos después, estaban frente a una de las cafeterías del Norte que era muy famosa por sus malteadas. Los dos entraron y se sentaron en la barra. — ¿Qué les daré esta noche caballeros? — Dos, beso de ángel, por favor – suspiró y miró a la mujer que estaba realmente asombrada del lugar - ¿Qué esperabas? ¿Un bar? ¿Un club nudista? ¿El desierto? – dijo divertido. — La verdad no sé qué estaba esperando – dijo arreglándose el cabello. – Pero sin duda, esto no estaba en mi mente. — Perfecto, adoro dejar sin palabras a la gente – le sonrió – El beso de ángel es demasiado delicioso, porque lo que realmente lo hace especial es el brandy y el vino tinto que usan, además de que lo preparan muy bien y realmente sabes porque lo llaman beso de ángel. Vincent miró hacia enfrente, preguntándose ¿Qué demonios hizo? Ese día no era normal para él, primero sus malditas compras y ahora estaba con una extraña a punto de beber una malteada. En verdad, algo debe estar pasándole, tal vez esté enfermo. — A si qué, nuevo jefe de policía ¿eh? – dijo Rafael, tratando de sacar tema de conversación - ¿De dónde eres? — No tuve un lugar estable jamás, mi padre era militar así que cambiaba mucho de casa y después me uní a la marina así que – hizo un gesto y suspiró. — Sí, comprendo eso – asintió con la cabeza – Oye, no quiero que pienses que soy raro, no suelo subir gente extraña a mi motocicleta, pero tú – lo miró, los ojos avellana del hombre realmente le encantaron, sonrió de lado y volvió su vista al frente – No sé, yo estaba huyendo de la fiesta, tú también – se encogió de hombros. Por suerte la mesera volvió con sus malteadas. Vincent tomó la suya, tomando la cereza que estaba sobre la crema batida y se la comió, mientras que su acompañante, daba el primer sorbo con el popote. Cerró los ojos y degustó los sabores del beso de ángel. Pasó la lengua por sus labios, la suavidad de los bombones sí que era comparada a un beso de ángel. — Wooow, esto es delicioso – susurró con una sonrisa – Dios, ¿Por qué no probé esto antes? – dijo divertida. — Te lo dije – sonrió divertido. — Por cierto, soy Astrid Walker. — Cierto, disculpa mis modales – sonrió – Vincent Castle. Estrecharon sus manos y se sonrieron. — ¿Qué hacías en la fiesta Vincent? Parece que no eres nada fanático de la política. — La política es un mundo de mierda, seamos honestos – Astrid asintió con la cabeza, dándole la razón al rubio – Pero digamos que Jonathan y yo nos conocemos y ahora que está en todo esto, soy parte de su seguridad privada. ¿Qué podía decirle? No le diría que conoció al futuro alcalde en su pequeño y “especial” club de apuestas que tenía en el Castle y que, tras hablar con otros contactos, Jonathan comenzó a contratarlo para pequeños trabajos y el resto es historia. — Solo apoyó a quién dé el dinero, esa es mi verdad – dijo Vincent metiendo el dedo en la crema batida y llevándoselo a la boca. — Eso sí es honestidad – sonrió divertida – No me lo tomes a mal Vincent, pero nadie ha sido tan directo. — Soy alguien muy directo – sentenció. — Me gusta eso, nada de rodeos, al grano. Astrid observó unos segundos a Vincent, y hubo algo que le llamó la atención, no es que no le haya llamado antes la atención, el rubio realmente atraía la atención donde sea que estuviera, el traje Armani que tenía puesto le quedaba a la perfección, su cabello estaba peinado hacia atrás, estaba afeitado, y los tatuajes que apenas podían verse en su cuello lo hacía verse muy guapo. Lo que le atrajo más la atención, fue el cuello de su camisa, tenía pequeñas salpicaduras de algo rojo. No quería comenzar a sospechar, pero parecían gotas de sangre. Vincent lo miró y él solo le sonrió, le devolvió el gesto y volvieron a su malteada en silencio. No había mucho de qué hablar, Vincent no era muy sociable y aun así lo llevó a ese lugar. Astrid no es de aceptar invitación tan fácil y tampoco de ir con extraños, pero ahí estaba con él. — ¿Tienes familia? – preguntó Astrid. Vincent apretó ligeramente sus labios. — No, no tengo familia – suspiró pesado y eso no pasó por alto hacia la morena - ¿Y tú? ¿Hay algún señor Walker en casa? Astrid soltó una risa que llamó la atención de Vincent, era tan falsa y amarga esa risa. — El señor Walker es un hijo de puta. Vincent sonrió al ver que tan directo era con la que era o fue su mujer. — ¿Tan perro fue? – preguntó divertido. — Algo así, digamos que le bajé el cielo completo y él solo me quitó mi dinero y mi mejor amiga. — Que perro – dijo Vincent y eso hizo reír de verdad al moreno – Con todo respeto y sin el respeto también, que se pudra. — Que se pudra – repitió con una sonrisa la morena – Entonces contigo no hay señora Castle. — Y Dios me libre de esa condena llamada matrimonio – fingió persignarse lo que causó otra gran risa en la morena – Hablo enserio – dijo con una sonrisa – El matrimonio no está escrito para mí. — ¿Y los hijos? La sonrisa de Vincent se borró, suspiró y dio algunos pasos hasta quedar frente a él a una distancia considerable. — ¿Me veo del tipo de querer hijos? Su pregunta era totalmente en serio, no había rastro de gracia en ella, pero Astrid soltó una pequeña risa. — No, amigo – respondió con una sonrisa – No eres de ese tipo de tener hijos, ni esposa. — Gracias por la sinceridad, la aprecio – sonrió sin ganas. — Dime ¿yo me veo así? Vincent levantó una ceja y lo miró de arriba abajo, volvió a suspirar y se cruzó de brazos. — Tal vez de matrimonio si seas, pero – señaló con su dedo – Solo si tú quieres de nuevo, por esa mala experiencia estoy seguro que abrir esas puertas será difícil, pero no imposible. Astrid pasó una mano por su barba, tenía razón en eso, porque a pesar de esa mala experiencia, él seguía teniendo el deseo de estar con alguien hasta su vejez. — Y de hijos – agregó el rubio – Dios, eso si no lo sé, tal vez un perro – los dos volvieron a reír – Anda, te dejaré en la fiesta de nuevo, tengo que irme a casa. — Está bien – sonrió Astrid.
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