Esa misma tarde mi madre me avisó que tendríamos que acudir a una conferencia con la familia Strafford. Como si aún no hubiese quedado claro el hecho de que nuestras familias se iban a emparentar, me hacían ir obligada con Thomas del brazo para demostrar frente a los demás de nuestra clase el compromiso.
Jane me ayudó a escoger el vestido adecuado por la tarde, también me ayudó con el peinado idóneo para que la presentación fuese espectacular. Ella desde siempre me ayudó a vestir, desde que había dicho por primera vez que mi color preferido era el cian y que la navidad me gustaba solo por los mazapanes.
He tenido mucha más intimidad con ella que con mi propia madre en los últimos años. Le contaba todas mis peleas con Arabela, o las cosas que estropeábamos mi hermana y yo para que nuestros padres no nos castigasen.
Hoy Jane, sin embargo, sería testigo de una tarde llena de silencios. No sabía cómo exteriorizar los nervios que tomaban forma en mi estómago a medida que me terminaba de arreglar para irnos. Pero sé que ella entendía incluso mis silencios y que no los comentaba si yo no decía nada antes, y estaba agradecida enormemente por eso.
En cuanto el sol atardeció y Jane me terminó de arreglar el cabello, bajamos junto a mi hermana para acompañar a nuestros padres. Mi hermana y yo fuimos con Roger porque era nuestro chofer, mientras que mis padres iban con un chofer privado que se les asignó para llevarlos la conferencia de hoy.
La temática de la conferencia era caritativa. Se subastaba joyería antigua que conservaba un gran valor para los coleccionistas o los amantes de piezas antiguas y únicas como las de esta noche. El sesenta por ciento de las acciones recaudadas esta noche irían a los centros de acogida de niños.
Al menos iba a un sitio donde el único propósito no era beber whisky hasta las seis de la mañana e ir a los burdeles.
Cuando llegamos delante del gran edificio, Roger aparcó lo más cerca posible para que no tuviéramos que andar mucho hasta la entrada puesto que llevábamos las dos un poco de tacón. Nos abrió la puerta amablemente y nos aconsejó que no tardásemos en entrar para sentarnos en la mesa que teníamos asignada, por petición de mi madre.
Le sonreí sinceramente por todas sus preocupaciones, él no tiene la culpa de que las cosas sucedan de esta manera.
Entré del brazo de mi hermana. El señor mayor que hacía de recepcionista nos sonrió amablemente al vernos porque sabía quiénes éramos.
-Buenas noches Señoritas Somerset –nos besó el torso de la mano a las dos-. Vuestra mesa está en primera fila, así lo han querido los organizadores.
-Muchas gracias, muy amable –nos despedimos con un asentimiento y procedimos a pasar a través de las dos puertas restantes para adentrarnos en una bellísima sala de teatro.
Los techos parecían el mismísimo cielo al ser pintados con increíbles pinturas que contaban historias de ángeles y dioses. Cada columna estaba recubierta de un color oro y las sillas y los tapetes de un rojo vivo.
Muchísimas caras conocidas se giraron en nuestra dirección para desearnos unas buenas noches. Me sorprendía lo rápido que circulaban las noticias, ya que unos cuantos me felicitaron por mi pronto matrimonio con Thomas Strafford.
Llegamos casi al frente del increíble escenario para buscar nuestra mesa. Durante el camino me fijé en la increíble vitrina que estaba posada encima del escenario llena de joyas, cada cual más brillante que la anterior a medida que iba pasando mi vista. Mi hermana por su parte también soltó un suspiro de asombro.
-Quién fuera cuello para llevar tales joyas –casi me hace reír su comentario incoherente, pues todos tenemos un cuello, pero pocos, tanto dinero.
Bajé mi vista del escenario a las mesas que se situaban al pie de este. Vi el perfil de mi madre que sonreía mientras conversaba con la señora Strafford que se encontraba en frente de ella. Dirigí nuestros pies en dirección a esa mesa sin reparo, mis pies necesitaban estar descansados porque la noche sería muy larga.
-Buenas noches madre, Señora Strafford –dije con mi hermana al unísono. Nos sentamos cada una en diferentes lados de la mesa porque cada plato tenía un papelito con nuestro nombre.
Cuando me senté y miré el plato contiguo mis sospechas de que me sentaría al lado de Thomas esta noche se habían confirmado. Ignoré cualquier pensamiento que quisiese entrar en mi cabeza en esos momentos y decidí formar parte de la conversación que se mantenía en la mesa.
-¿Cómo estás querida? –me preguntó Bárbara-. Me emociona que estés por primera vez en este tipo de conferencias, así te vas acostumbrando. La vida de un rico está llena de reuniones costosas –miró a mi madre y las dos rieron.
-Estoy bien, gracias por la pregunta –le contesté sin reírme ante su comentario incoherente.
-Mis hijos no tardarán en llegar, ya sabes… tardan casi lo mismo que las mujeres en arreglarse –sacó un espejo de su bolso y se empezó a retocar el colorete.
Desconecté de la conversación sin darme cuenta porque mi hermana me estaba haciendo señales para que mirase detrás de mí. Al girarme veo a Thomas y a James acercarse a la mesa, pero James no iba solo.
No la conocía a ella, pero a juzgar por la cara que puso cuando me vio, ella a mí tampoco me conocía. Thomas se sentó a mi lado mientras que James quedaba justo en frente de mí y su novia al lado de mi hermana.
-Buenas noches Ane –Thomas besó mi mano izquierda-. ¿Cómo te encuentras?
-Buenas noches, muy bien, ¿y usted? –le sonreí falsamente.
-Os extrañaba, tenía muchas ganas de veros lo más pronto posible y esta ocasión me ha dado la oportunidad perfecta para admirar vuestra belleza –me sonrió. No me esperaba tales palabras de su parte, pero no me desagradaron en ningún momento.
-Vuestras palabras me van a sacar los colores, Thomas –le dije sinceramente.
Seguimos hablando por unos largos minutos sobre sus gustos y los míos. A veces giraba mi cabeza para mirar a mi hermana en busca de confort familiar, pero mi mirada chocaba con la de James durante apenas unas milésimas de segundos. No sabía si eso significaba algo o no, pero las miradas de James no parecían nada agradables a veces.
Sabía que hacia mi persona no tenía siquiera empatía, eso ya me lo había demostrado durante la visita amable que accedió a hacer a mi casa. Seguramente su noviazgo con esa chica era por pura conveniencia de ambos y sin ningún fin político o amoroso.
-Damas y caballeros, les ruego tomen asiento para el comienzo de la noche benéfica –habló de pronto el señor que antes hizo de recepcionista en la entrada.
Mi padre y George llegaron a la mesa de pronto con dos copas de champán en la mano mientras se reían de lo que estaban hablando. Nos saludaron a todos y fue entonces cuando las luces de la sala se atenuaron para que las del escenario empezasen a brillar más.
-Te voy a conseguir algo sólo para ti –Thomas me sobresaltó diciéndome eso al oído-. Seguro cualquiera de esas piezas de joyería adornarían tu cuello como frutas adornan un árbol.
Mientras Thomas me piropeaba y las subastas empezaban a abrirse, en la tenue oscuridad divisaba los ojos de James en mí, pero no solo los suyos, sino que su novia también se daba cuenta de nuestras miradas. Creo que le dejaba saber a James que nos estaba viendo porque le pegaba pequeños golpes por debajo de la mesa que eran notorios a simple vista.
De pronto, vinieron los cócteles. Unos camareros vestidos de etiqueta se acercaban a todas las mesas con una bandeja llena de bebida que obviamente contenía alcohol.
Todos en la mesa cogieron una, menos yo. Le pedí amablemente al camarero si podía traerme una que no contuviese alcohol y accedió amablemente.
Volví a poner atención en la subasta. Grandes piezas se habían vendido ya por millones de dólares, dinero que creo no llegar a ver ni si viviese tres vidas juntas. Pero claro, aquí había gente incluso con más dinero que nosotros y eso no era una vergüenza necesariamente.
-La siguiente la intentaré conseguir para ti –me dijo de pronto Thomas a lo que la novia de James le dijo a este algo al oído y los dos sonrieron mirándome.
¿Me sentía muy inferior delante de ellos dos? Si. Pero era por simple cuestión de poder social porque estábamos en la misma clase a pesar de que se quieran burlar de mí.
Cuando vi que la siguiente subasta iba a empezar, miré fijamente la pieza de joyería que Thomas había dicho que iba a conseguir para mí. Un collar de diamante con un zafiro en medio casi del tamaño de un ojo humano, acompañado por dos pendientes de zafiro rodeado por diamantes diminutos.
No podía negar que las piezas me gustaban mucho, sobre todo porque el color se acercaba al azul cian que a mí me gustaba. Thomas se percató de que miraba las piezas con un gran asombro, por lo que se puso de pie durante la subasta.
Después de varias pujas con un señor que se encontraba dos meses hacia atrás, Thomas consiguió ganar la puja. Toda la mesa lo felicitó mientras iba a recoger su adquisición por más de dos millones de dólares. Cuando volvió a la mesa me hizo una señal para que me pusiera de pie, entonces me percaté de que todos estaban esperando para ver lo que iba a pasar a continuación.
No sería nada más ni nada menos que Thomas poniéndome el precioso collar en el cuello desnudo que traía esta noche. Toda la sala aplaudió al unísono por la gran muestra de amor por parte de Thomas.
Cuando volvimos a sentarnos, me puse los pendientes también, esta vez yo sola. Levanté la mirada para mirar a mi hermana que me estaba mirando embelesada en esos momentos. Cuando mi mirada se fue hacia la de James, me percaté de que su novia justo se estaba levantando de la mesa de forma molesta.
A nadie le importó al parecer de que se haya ido, porque durante toda la noche no volvió a aparecer.