-¿Otra solución no hay? -me acerqué a mi madre avergonzada.
Los padres Strafford me miraban con el ceño fruncido, como si mi comportamiento no fuese adecuado ahora que por primera vez decidieron estirar su brazo en señal de ayuda.
-Hija, nos ha costado mucho llegar a este acuerdo. Haznos este favor de comportarte, luego hablaremos-cogió mis manos de forma compasiva.
-Te cuidaremos como una más de la familia, Ane-dijo Bárbara, la madre de Thomas.
No necesitaba su apoyo ahora mismo. Sabía desde hacía años que mis padres deseaban que me casara con uno de sus hijos, pero no esperaba que fuese por un acuerdo monetario y menos aún, cuando pensaba tener toda la vida por delante.
De un momento a otro nuestros padres se pusieron a hablar entre ellos sobre detalles y fechas que yo no quería oír. Me empezaba a sentir incluso mal por nuestra situación familiar y por tener que ser yo la solución.
-Ane, tranquila, estaré aquí siempre-Emilie posó su cabeza sobre mi hombro.
No le dije nada, no me servían las palabras en ese momento. Levanté la mirada para ver a Thomas, que para mi sorpresa no me estaba mirando. Su hermano James, por lo contrario, sí estaba dejando su mirada posada en mí. Me intrigaba saber qué estaría pensando en esos momentos.
A lo mejor solo pensaba cosas feas de mí, porque no lo conocía. De hecho, a Thomas tampoco lo conocía. Era cuatro años más mayor que yo, y por lo que sabíamos mi hermana y yo, es que ya había terminado su carrera para ser juez.
-Ane, si quieres puedes ir con Thomas al jardín a charlar. Así os iréis conociendo un poco más.
Bárbara me miró de arriba abajo y luego miró de reojo a su hijo. Thomas dio dos pasos al frente dejando su vaso de whisky en la mesilla del centro del salón y me tendió el brazo para que nos guiase a los dos hasta el jardín.
-Cuando usted desee, señorita Ane-dijo sonriente.
No me lo pensé dos veces. Entrelacé mi brazo con el suyo y dejamos el salón atrás para salir al pasillo. Ninguno dijo ninguna palabra hasta que hubiésemos llegado al jardín.
Sus andares eran muy medidos, se adaptaba a mis pasos como si toda la vida hubiésemos andado juntos y eso me sorprendía. Era bastante más alto que yo, de tez y ojos claros y pelo castaño, no como yo que tenía el pelo muy oscuro.
-Un placer haberos conocido por fin, Ane. Mi madre me solía hablar mucho de usted-habló por fin.
-El placer es mío Thomas. He oído muy buenas cosas sobre usted.
Llegamos al jardín mientras intercambiábamos piropos. Todo muy falso, desde mi punto de vista, pero la educación va antes que cualquier placer entre los ricos.
Nos sentamos en uno de los bancos que rodeaban la pequeña fuente que teníamos. El día estaba un poco nublado para más inri.
-Cuénteme algo más de usted, no conozco casi nada de mi futura mujer-cruzó sus piernas mirándome de reojo.
-Thomas, no creo que vaya a funcionar-miré la fuente-. Si lo hago es solo para que no haya más discusiones en esta casa.
Cogió una de mis manos y tiró de ella para hacer que lo mirase a la cara.
-Si desde ahora te niegas a intentarlo, nada va a salir bien. Solo dame una oportunidad, no soy tan malo como parece.
-No es por ti, Thomas, pero nunca he pensado en que algo así me pasaría con tan solo veinte años-quité mi mano de su agarre y me crucé de brazos.
-La mayoría de chicas de tu edad ya están casadas o con pareja, ¿por qué te disgusta tanto la idea?
- ¡Porque yo no he buscado esto! -espeté indignada.
-Muy bien, pero ya no hay vuelta atrás y te vas a tener que acostumbrar a esto sí o sí-se levantó y entró dentro de la casa.
Por el tono de su voz pensé que se había enfadado conmigo, pero es normal enfadarse con alguien que no te quiere ver ni en pintura.
Yo no elegí esto y me tengo que abstener de quejarme delante de mis padres para no estropear la imagen familiar y la reputación. Lo mismo le pasó a mi madre, se casó por compromiso familiar con mi padre. La diferencia es que a ella le dieron más tiempo y no era por culpa de una crisis, simplemente dos familias que quisieron emparentarse de alguna forma.
Lo de mi madre fue suerte y lo mío no acabará nada bien, ya lo estaba viendo.
Me levanté del banco después de unos largos minutos meditando para volver a entrar. Empezaba a refrescar y no llevaba la ropa adecuada. Me abracé a mí misma para calentar mis brazos de nuevo mientras avanzaba por el pasillo oscuro, quería dar con la escalera y subir a mi cuarto.
Cuando de repente choqué contra alguien que no vi hasta que me cogió por los hombros para que no me cayera al suelo. Era James, el hermano mayor de Thomas.
A juzgar por la oscuridad de la casa pude notar cierta molestia en su mirada.
-Mira por donde andas la próxima vez-dejó caer sus manos de mis hombros.
-Lo siento, no pensé que siguieseis aquí aún-aproveché el haber llegado a los pies de la escalera y empecé a subirlas.
-Por mí, ni siquiera me hubiese presentado, pero ya sabes, las formas hay que cuidarlas-dijo haciendo comillas en el aire.
No dije nada más y seguí subiendo las escaleras que se me estaban haciendo infinitas. Oía los pasos de James alejándose, pero volvió a parar de camino a la puerta principal que se hallaba a pocos metros de la escalera.
-Ah, por cierto. Despídete de esta vida de niña que llevas porque en menos de un mes dejarás de ser una Somerset-espetó una carcajada al final de la frase como si le hiciese gracia la situación.
- ¿Quién te ha dicho eso? -me volví en mitad de la escalera para mirarlo.
-Tus padres acaban de acordarlo con los míos-metió sus manos en los bolsillos de sus pantalones-. Buena suerte niña.
Dio media vuelta y salió por la puerta cerrándola de un portazo. ¿Le hacía gracia toda esta situación por la que estábamos pasando? No era la única involucrada, su hermano también estaba en todo esto, parece que no le importase nada su propia familia.
Acabé de subir las escaleras y me dirigí a mi cuarto cuando oí a Emilie gritarme desde las afueras de su habitación.
-¡Ane, espera! -vino lo más rápido posible a mi lado-. ¿Estás bien? He oído la conversación con James, cuánto lo siento hermana-se abalanzó sobre mí para darme un abrazo.
Cuánto lo necesitaba en ese momento.
-Estoy bien hermana-me separé de ella lentamente-. Es solo que mi vida está yendo por unos caminos que no esperaba que llegasen tan pronto.
-Lo entiendo, te dejaré descansar para que aclares tus ideas. Seguro mamá también querrá hablar contigo sobre esto mañana.
-Tienes razón, buenas noches Emilie.
-Buenas noches, descansa.
Cada una nos dirigimos a nuestras habitaciones de forma silenciosa. La casa se iba sucumbiendo de a poco en un silencio notable. Las voces cesaron a eso de las nueve de la noche, y lo agradecí para mis adentros.
Acabé dormida bastante temprano, lo que hizo que al siguiente día me despertase algo más rápido que de costumbre. Bajé las escaleras aún en bata y camisón y un olor a café inundó mis fosas nasales.
Me adentré en la cocina y me encontré con Sarah y Jane haciendo labores de la casa. Sarah era la cocinera y Jane era la limpiadora. Ambas eran muy cercanas a mí, ya que eran como dos madres y amigas para mí.
Me percaté de que mi madre estaba sentada en uno de los taburetes del comedor de al lado leyendo un periódico y tomándose su taza de café mañanera.
-Buenos días hija-bajó el periódico que tapaba su cara para saludarme.
-Buenas madre-me senté para esperar mi desayuno-. ¿Cuándo será la boda?
- ¿Po qué lo preguntas? -tomó otro sorbo de café-. Aún estamos pensando qué día sería mejor.
-Me ha contado un pajarito que va a ser en un mes-en ese momento Sarah dejó dos platos encima de la mesa para mí.
-O incluso en dos semanas-pasó a la siguiente página del periódico, como si nada.
- ¡Pero mamá! ¿Es que yo no puedo decidir nada en todo esto?
- ¿Qué más te da la fecha si es lo mismo antes que después? -se levantó y dobló el periódico-. Cuanto antes te lo quites de encima mejor, ¿no?
- ¿Mejor para quién? Para nuestra situación económica seguro que sí-removí el azúcar en mi café.
- ¡Deja de quejarte tanto! Es mejor así a que andes con otros que te rompan el corazón. Thomas es muy buen chico-pasó por mi lado y me dejó sola en el comedor con mi desayuno.
-Lo dices solo por la reputación-dije susurrando.
-Te he oído-se volvió en mi dirección-. Espero que no hagas los mismos berrinches el día de la boda.
No le dije nada más. Me terminé de arreglar para clase y nos subimos en el coche de Roger para irnos. Las dos estábamos muy calladas, seguramente porque mi hermana preferiría no meter más cizaña en el asunto.
Ya en la Academia nos encontramos con Arabela. Al parecer ella también se había enterado la tarde anterior de la noticia de mi repentina boda.
-Lo siento mucho amiga-cogió mi brazo-. Al menos Thomas no tiene mala reputación como su hermano James.
- ¿Qué sabes de él? -la miré sorprendida.
-Nada, nada. Ya te enterarás por ti misma.