Pasaron cinco días desde la conferencia. No había visto a Thomas y a James desde entonces, y menciono a James porque son hermanos, no por nada más.
Pero hoy vería a Thomas, y os preguntaréis porqué. Bien pues, hoy es la boda civil y religiosa por decisión de nuestros padres, y se celebrará en el jardín de nuestra casa. Estaba realmente disgustada con todo lo que estaba pasando, pero intentaba disimularlo para que nadie me hiciera preguntas de dicha índole.
Jane me estuvo vistiendo y peinando como hacía siempre, pero ésta vez intentábamos conversar un poco más, aunque nada que ver con lo que estaba a punto de suceder. Mi madre entraba cada media hora para ver cómo iba con mi vestido que iba por piezas y mi peinado sofisticado. Me sentía como una verdadera muñeca, en el sentido peyorativo de la palabra.
Emilie intentaba animarme a veces cambiando de tema, pero sus intentos no resultaron ayudarme mucho al final del día. La ceremonia civil empezaría a las doce del mediodía y tras la ceremonia vendría el cura de la iglesia más cercana, amigo de mis padres, a darnos la bendición en nombre de Dios.
No me esperaba tener que hacer esto en un momento de mi vida en el que pensaba disfrutar al máximo de mi juventud, me sentía atada de manos y pies a un hombre cuyo corazón no me pertenecía ni lo haría jamás, lo más probable. Y al revés tampoco.
Logré terminar de arreglarme diez minutos antes de que empezara la ceremonia. Bajé abajo con el gran vestido que ocupaba casi la mitad de la casa, desde mi punto de vista. Las ondas del pelo que me caían por encima de los hombros desnudos que dejan al aire mi vestido.
-Hermana, estás preciosa –Emilie se asomó por la escalera mientras yo bajaba sujetándome muy fuerte de la barandilla para no caerme con los tacones.
-Gracias, ¿ha llegado todo el mundo ya? –intenté ver a través de la puerta del jardín, pero sólo veía unas cuantas cabezas.
-Sí, Thomas va a salir ahora para acompañarte, y James tiene que estar llegando ya con su novia –hizo una mueca.
- ¿A ti tampoco te cae bien? –sonreí.
- ¿Se nota mucho? –sonrió también.
-Suficiente –nos reímos juntas.
De pronto vi como Thomas venía desde el jardín hacia dentro mirándome fijamente, cosa que yo también hice porque estaba muy elegante. Se acercó a mí y cogió mi mano que llevaba un guante blanco para darme un beso en ella.
-Estás muy hermosa.
-Gracias, lo mismo digo –le sonreí amablemente.
-Bueno, yo voy a coger sitio –dijo Emilie y salió en dirección al jardín.
-Espero que te lo pases bien, imagino que no es fácil estar en esta situación –sus palabras parecían buscar un punto de conexión conmigo, pero no creo que estaba funcionando.
-No intentes darme a entender que sientes la misma angustia que siento yo ahora mismo porque no funciona –intenté que sonara mejor de lo esperado, pero no parecía haber sonado bien por la expresión de su cara.
-No eran mis intenciones, pero me callaré –reprimió otras palabras que quería dejar salir, pero por educación se las estaba callando.
-Bien, pues vayamos ya que es la hora –me enganché de su brazo y cogí el ramo de flores que me dejó Emilie en la mesa que estaba pegada a la escalera.
Avanzamos hacia el jardín y todo el mundo se levantó mientras el contrabajo y el violín que mi madre contrató empezó a tocar una canción muy suave. Empecé a pensar más en qué sinfonía de Beethoven era que en la gente que nos estaba mirando mientras caminábamos cinco metros hacia dos sillas que apuntaban hacia los invitados junto a una mesa con hojas para firmar.
Todo pasó tan rápido que ni siquiera tuve tiempo para asimilar el momento en el que firmé ese papel porque ya teníamos al cura delante haciéndonos las preguntas mágicas.
-Thomas Strafford, ¿Amarás y respetarás a Ane en la pobreza y en la riqueza, en la salud y la enfermedad por el resto de vuestras vidas?
-Sí –me sonrió.
-Ane Somerset, ¿Amarás y respetarás a Thomas en la pobreza y la riqueza, en la salud y la enfermedad por el resto de vuestras vidas?
-Sí –dije de forma vacía, porque obviamente no sentía ni la décima parte de esas palabras.
-Os declaro marido y mujer en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Puedes besar a la novia –en ese momento caí con los pies en la tierra como agua de mayo al no acordarme de que tendría que enfrentarme a esta parte de la ceremonia también.
Pero me acabé dejando hacer, era obvio que no podía parecer falso a ojos de nadie para no dar mala imagen a la familia. Dejé que Thomas me diera un pequeño beso que duró bastante poco, gracias a Dios. Los pocos invitados y nuestras familias aplaudieron de forma educada tras el beso, cosa que James y su novia no hicieron, y por una parte sentí que se estaban burlando de mí.
Después de todo lo preparado tocaba la comida. Sara y Jane habían preparado un banquete de tamaño grande en el comedor de nuestra casa en el cual había una mesa rectangular de unas veinte sillas. Yo y Thomas encabezaríamos la mesa; James y su novia seguirían del lado de Thomas mientras que Emilie y Arabela seguirían de mi lado y después los padres y los invitados de la ceremonia.
Empezamos a comer sin intercambiar muchas palabras. La verdad era que no me estaba obligando a callarme, pero no tenía muchas cosas que aportar más que hablar con mi amiga y mi hermana.
- ¿Cómo te sientes? –me preguntó de pronto Thomas por lo bajo.
-Como en una feria –dije sarcásticamente-. Sinceramente, mal. Para qué mentir.
-Espero que no me eches a mí la culpa de lo que está pasando –su tono de voz parecía traer pena.
-No es culpa tuya, pero no puedo evitar sentirme así –dije a modo de disculpa.
En ese instante levanté la cabeza y la mirada de James chocó con la mía por un segundo. No sabría decir lo que expresaba su rostro, pero no sabía por qué me intrigaba tanto hablar con él y entender ciertas cosas.
-Ane –mi hermana me sacó del trance-. Madre me ha dicho que te diga que tu maleta con ropa ya está lista.
- ¿Lista para qué? –no caía en la cuenta.
-Para mudarte con Thomas –me miró confundida por no haber caído con el hecho de que ya no viviría en esta casa.
-Cierto, estoy un poco en la inopia hermana –volví mi vista al plato y removí el trozo de tarta que tenía en mi tenedor.
Creo que no estaba asimilando nada bien lo que estaba pasando a pesar de tenerlo delante de mis propios ojos. Supongo que al despertarme mañana me caerá todo como un balde de agua fría.
La comida llegó a su fin, por lo que nos despedimos de los invitados y pude subir a mi habitación para ponerme ropa más cómoda. Opté por un vestido de rayas rojas que llegaba hasta el suelo, pero se ceñía a mi cuerpo como si fuera un pincel. Me calcé unas sandalias y vi al lado de la puerta la maleta llena de ropa y mi bolso encima de mi tocador lleno con todas mis pertenencias.
Lo cogí todo y bajé las escaleras como pude con la maleta que pesaba casi como yo. La dejé al lado de la puerta junto con el bolso y me giré cuando oí algo extraño venir de la cocina.
Juraría que mi hermana aún no tenía novio, pero los besos que estaba escuchando me chirriaban los oídos. Fui de una hacia la cocina y sorprendí a James con su novia encima de la isla del medio totalmente despeinados, cosa que me dio algo de asco y a la vez odio.
-No estáis en vuestra casa –me crucé de brazos sorprendiéndolos. Su novia se giró de golpe y me miró mal mientras se bajaba y se acomodaba la falda de nuevo.
-Vaya aguafiestas estás hecha niña –pasó por mi lado dándome un codazo mientras salía de la cocina.
-No le hagas caso –dijo James quedándose a hablar conmigo, cosa que me extrañaba.
-Y me lo dices tú –me aguanté la risa.
-A mí tampoco me hagas mucho caso, aunque empezarás a vivir a partir de hoy en mi casa, pero haz como que no existo, ¿vale niña? –pasó por mi lado al igual que su novia, dándome otro codazo, cosa que me cabreaba por momentos.
Intenté respirar hondo cuando oí la voz de Thomas desde el comedor viniendo en mi dirección.
- ¿Estás lista? –se acercó hasta donde estaba yo en la cocina.
-Sí, tengo mis cosas en la entrada. ¿A dónde vamos? –le pregunté recordando lo que me había dicho James.
-De momento a mi casa, hasta que encuentre algo para rentar y nos mudemos solos.
-Ah, está bien –dije sin más.
-Pero no te tienes que preocupar que tendremos nuestro anexo de habitación y eso para que no nos molesten –me sonrió intentando darme a entender que se refería a nuestras intimidades.
-Okey –dije para no darle importancia.
Estaba segura de que no iba a intimar con él hasta no conocerlo un poco más. Ya que estaba dejándome llevar por las decisiones de otros, esta decisión será mía y solo mía.
-Entonces nos podemos ir cuando quieras, llevaré tus maletas al coche si me lo permites.
-Claro –le hice paso para que saliera de la cocina.
Respiré hondo y salí detrás de él. En el recibidor estaba Emilie junto a James y su novia hablando de cualquier cosa, no entendía desde cuándo mi hermana podría ser más sociable que yo, pero tampoco me quería meter. Thomas cogió mi maleta y mi bolso y salió para llevarlas.
-Hermana, espero que todo te vaya bien a partir de ahora, y recuerda que siempre serás bienvenida a esta casa cuando lo necesites –me abrazó.
-Gracias hermana. Espero verte a menudo –me separé de ella-. Y hazle caso a mamá, que ahora te necesitará más que nunca.
Salí por la puerta antes de que James y su novia lo hicieran, y vi a Thomas apoyado en el coche en el que nos iríamos. Bajé los escalones de mi casa mientras Thomas me abría la puerta delantera del copiloto y no entendía nada.
- ¿No vamos atrás?
-No, voy a conducir yo, asique mi mujer va delante conmigo –me sonrió esperando a que subiera.
Y así sorprendida como estaba me subí al coche mirando por la ventanilla cómo James hacía con su novia lo mismo en el coche aparcado delante nuestra.