-Voy a subir las maletas a nuestro cuarto –dijo Thomas mientras yo me quedaba en el recibidor esperando lo que sea. James y su novia entraron después de mí y supuse que se fueron hacia su cuarto.
-Buenas tardes señorita, ¿la puedo ayudar con algo o traerle algo? –me sorprendió una ama de casa saliendo por una puerta.
-Buenas tardes señora, me gustaría una taza de té, si es tan amable –le sonreí.
-Con mucho gusto –hizo ademán de irse.
-Ah, y quisiera saber dónde está el salón, estoy un poco perdida –le miré apenada.
-Está aquí, en frente suya señorita –me señaló la puerta a mi izquierda.
-Muchas gracias.
Se fue a prepararme un té mientras que yo entré en el salón a esperar para ver qué era lo siguiente porque estaba bastante perdida en esta casa. El salón tenía unos tonos parecidos al de mi casa, beige con bermellón y detalles dorados en los bordes de los cuadros y los muebles.
Me quedé embelesada viendo la biblioteca que se postraba ante mí que cubría toda la pared opuesta a los ventanales. Estaba segura de que si me aburría en cualquier momento vendría aquí a leer.
-Querida –la voz de Bárbara me sorprendió viendo los libros. Giré mi cabeza para mirarla-. Me alegra tenerte por fin aquí –se acercó a mí.
-Gracias –le sonreí.
-Para una madre que solo tiene varones, es un gusto tener por fin a una chica tan hermosa por la casa –me dio un beso en la mejilla-. Cualquier cosa que necesites tienes a Charlotte y a mí a tu disposición.
-Gracias de nuevo –en ese momento Charlotte entró con una bandeja que supuse que llevaría mi taza de té.
-Señorita, su taza de té está lista –se apartó de la mesa y esperó.
-Puedes retirarte hija –le dijo Bárbara, y así hizo.
En ese momento oí cómo alguien bajaba las escaleras en nuestra dirección.
-Madre, vamos a salir por ahí –era James con su novia que seguía mirándome mal.
-Como quieras hijo –no parecía darle importancia lo que hacía James, cosa que me intrigaba aún más.
Thomas apareció de pronto detrás de ellos mientras se iban, cosa que agradecí un poco para no seguir siendo falsa con su madre.
-Ane, acompáñame para enseñarte todo –me cogió de la mano y me sacó del salón.
-Menos mal que me has alejado de tu madre, me estaba poniendo nerviosa –dije sinceramente.
-Sé cómo se puede llegar a poner, por eso me apuré –subimos por las escaleras a la parte de arriba.
Su casa era casi dos veces más grande que la mía y lo supe nada más ver que su planta de arriba estaba llena de puertas y ventanales que me sorprendieron bastante, la verdad.
-Esta de aquí es la habitación de mis padres –me señaló la primera puerta nada más subir.
Seguimos andando un buen rato por un pasillo que había a continuación donde no había ni siquiera una ventana y Thomas tampoco encendió ninguna luz, pero a cambio abrió la puerta que estaba en frente nuestra.
-Esta es nuestra habitación.
Entré detrás de él y quedé totalmente sorprendida con lo grande que era este cuarto. La cama era del tamaño extra grande y estaba posicionada justo en frente nuestra; a la izquierda había dos grandes puertas que daban a una especie de terraza con dos sillas; a la derecha había otra puerta que supuse que sería el baño, por lo que no pregunté.
-Me gusta la luz que tiene –dije a modo de detalle.
-Puedes ponerte cómoda –abrió el armario empotrado que había en la pared de la puerta y sacó una toalla y ropa-. La habitación de la izquierda como sales es de James y Katherine, por si necesitas algo.
-De ellos te aseguro que no –nos reímos un poco y se fue hacia el baño dejándome disfrutar del atardecer que se dejaba caer sobre la habitación.
No estaba muy encantada de todos estos cambios, pero estaba segura de que iba a hacerlo todo a la manera que yo quería sin importarme la opinión ajena porque ya era una mujer casada.
Abrí mi maleta encima de la cama y empecé a ordenar mi ropa en el armario. Mientras yo hacía eso a Thomas le dio tiempo de salir del baño y bajar a cenar. Yo no tenía hambre después del banquete que nos habíamos pegado esta tarde, por lo que opté por sentarme en la terraza con un libro que mi madre me había dejado en la maleta, cosa que agradecí.
A eso de las diez de la noche vi como un coche aparcaba en el lateral de la casa y a James Y Katherine salir de él. Katherine estaba bastante ebria por lo que pude apreciar, ya que se apoyaba en James a cada rato mientras discutían sin parar. No logré ver por donde habían entrado a la casa, pero estaba segura de que no fue por la puerta delantera. Sonreí para mis adentros por haber presenciado este momento sin ser vista.
Oí como la puerta de la habitación se abría y Thomas entraba. Seguí a lo mío mientras que oía cómo venía hacia la terraza, cosa que no me importaba mucho.
- ¿Cómo estás? –se sentó en la silla del frente.
-Muy cansada –para qué mentir-. Necesito asimilar esto.
-Tómate el tiempo que quieras. Solo espero que me puedas dar una oportunidad al menos.
-Sé que a la vista de todos tenemos que enseñar una imagen de nosotros que no existe, y ahí daré lo mejor de mí, pero en la intimidad no me pidas nada de momento porque no me puedo enamorar de un día para otro –dije cabizbaja.
-Sé que las apariencias son importantes, al menos eso es algo en lo que estamos de acuerdo –se cruzó de brazos-. Y en lo otro te daré tiempo, pero no te olvides de mí.
-No lo haré –dije mirando el atardecer.
Thomas volvió a entrar dentro mientras que yo acomodé mejor la manta que llevaba encima para el frío de la noche y seguí leyendo un par de páginas más antes de entrar. Lo vi acostado en la cama intentando dormir, cosa que me sorprendió de él. Cogí mi vestido de pijama y fui al baño a cambiarme, estaba claro que, aunque estuviéramos casados aún no tenía la confianza suficiente de cambiarme de ropa delante de él.
Me metí en la cama dándole la espalda para intentar conciliar el sueño ya que estaba segura de que mirándole no podría. Intenté conciliar el sueño lo más que pude, pero empecé a oír ruido de la habitación de James que lo único que me hacían era querer prestar atención a lo que hablaban. O más bien, discutían.
- ¡Siempre haces lo mismo! –le gritó Katherine, incluso podría asegurar que tiró algo al suelo.
- ¡Y tú no te sabes comportar! Siempre hablando con hombres cuando no miro –le gritó de vuelta James.
-Porque no me das la atención que necesito –me pareció oír.
Siguieron discutiendo por tema de alcohol y hombres, cosa que no entendía muy bien, ya que eran pareja. Me pasé tanto rato intentando escucharles y dándole vueltas a mil cosas que me empezó a dar hambre.
Sabía que Thomas estaba completamente dormido, por lo que bajé de la cama sin hacer ruido y salí de la habitación. En la habitación de James los gritos seguían a ratos, pero ya hablaban más tranquilos. Me apoyé en la puerta con un oído para escuchar mejor.
-Tienes que entender que es solo conveniencia –le dijo James-. En cuanto le de los últimos tres mil a tu madre nos olvidamos el uno del otro y ya está.
-Pero yo no quiero olvidarme de ti –le dijo ella un poco ebria aún-. Eres el amor de mi vida y lo sabes.
Quería reírme detrás de la puerta, pero me aguanté para no hacer ruido.
-Venga, duérmete que mañana hablaremos mejor –dijo James más cerca de la puerta de lo que pensaba.
Me alejé y fui rápido hacia abajo para que no me viera. Bajé las escaleras y entré en la cocina mientras intentaba coger aire sin hacer ruido. Agradecí no haber salido con los zapatos para no llamar la atención de nadie. Vi un reloj en la pared y miré la hora; 12:35 am.
Abrí el frigorífico y miré por algo rápido de comer para saciar el hambre que estaba teniendo. Saqué un zumo de naranja y unas lonchas de pavo para hacerme un bocadillo. Cerré la nevera y saqué un trozo de pan, pero como no encontré suficiente, me lo comí así a lo pobre sacando loncha por loncha y comiéndomelo.
Me sobresalté al oír a alguien caminar hacia aquí, por lo que tragué rápido lo que estaba masticando y esperé a ver quién era.
- ¿Qué haces a estas horas? –era James, un tanto despeinado y molesto.
-Comer algo, ¿no se nota? –miramos los dos las migas que se estaban quedando en la mesa.
-Haber bajado a cenar cuando tocaba –se dirigió hacia un armario y levantó la puerta para sacar una botella de vino.
-No me apetecía, la verdad –bebí un trago del zumo de naranja.
- ¿Un vino tampoco te apetece? –dijo sacando una copa de otro armario.
-No soy de beber alcohol –me puse a limpiar las migas de pan y a guardar el pavo y el zumo de naranja en el frigorífico.
-Parece que vengas de otro planeta, lo juro.
- ¿A qué te refieres? –no sabía si sentirme ofendida o halagada, la verdad.
-A nada, puedes irte si quieres –se sirvió otra copa de vino bien cargada.
-No sé qué te estará pasando para beber tanto, pero a veces existen otras soluciones –me encaminé hacia la salida de la cocina.
-Qué sabrás tú de la vida –su tono se volvió rudo, pero no me iba a dejar intimidar. Me volví hacia él con la mirada fría.
-A lo mejor saber tanto sobre esta vida es lo que te ha afectado a ti –me di media vuelta dejándole con la palabra en la boca y subí de nuevo hacia mi cuarto y dormirme.
Me sentía con ganas de seguir hablando con él, pero no lo haría hasta que no decida comportarse.