—Acá están las habitaciones —escucho que nos informa la señora que nos recibió—, pueden escoger la que más les guste.
Guarda silencio mientras Samantha entra a la primera habitación.
—Tomaré esta, si ninguna se opone, esta será mi habitación —nos dice Samantha entrando a la habitación y tomando asiento en el borde de la cama—, estoy agotada y adolorida.
—Tranquila amiga, ¿necesitas que te apoye en algo? —le pregunto al tiempo que observo alrededor.
La habitación es bastante amplia, iluminada, las paredes pulcras, el piso es de madera rustica, pero con un acabo maravilloso, ni se diga del juego de cuarto. Todo parce perfectamente ordenado, como si estuvieran a la espera de visitantes.
—Vamos para mostrarle las otras —nos llama la señora.
La seguimos por el pasillo Antonella, Lucia y y
