—Hermano, ¿dónde andas? —le hablo a Saúl apenas contesta la llamada. —Voy en camino a una reunión con el contacto del mexicano en el país —me contesta—, ¿sucedió algo? —Necesito reunirme contigo y el resto de los chicos que están de mi lado —le informo—, ¿en cuánto tiempo crees que te desocuparás? —Dame dos horas para llegar a tu casa —aduce y cuelga la llamada. Camino hacia el ventanal de mi despacho para relajar las piernas. Me siento ansioso, incómodo. No esperaba hablarle de esa manera a Iliang, tampoco esperaba que reaccionara de esa manera. No entiendo qué pudo haber sucedido en la reunión de hoy. Después de salir de esa oficina no es la misma Iliang, se le veía abstraída en sus pensamientos, algo preocupada. No quise insistir para no alterarla. Entiendo que el susto que nos