De no estar en la piscina no hubiera dudado de tomarla y darle rienda suelta al deseo que se terminó de despertar. Esta mujer arrasa con la cordura que normalmente me acompaña. Cuando no me hace molestar llevándome al límite de la ira, suceden estas situaciones que son más fuertes que una rabieta, pues mi cuerpo se enciende de modo tal que disimular la tensión que provoca en ciertas partes es difícil. Ahora precisamente me veo obligado a permanecer dentro del agua hasta lograr estabilizar mi cuerpo. Lo hago no tanto por los que están en casa, sino por Altair. El resto ya saben quién y cómo soy, conocen mi adoración por Iliang, lógico que entiendan cuanto deseo a esta mujer. —Amor me vas a asfixiar —se queja Iliang. Si bien paré de besarla, al separar mis labios de los suyos la abracé a