Pude dormir un poco más de los que había dormido estos dos días atrás. ¿Descansar?, ese es el gran detalle. Me siento agotado, confundido e impotente. Como si no pudiera hacer más nada de seguir con las instrucciones que se nos dio, como sí yo, Aleskey Sánchez fuera un hombre de seguir reglas y mandatos de cualquiera.
Este es mi mayor problema. La guerra interna que cargo ahora es la disyuntiva en la que me encuentro entre seguir o no con las instrucciones que quedaron plasmadas en ese maldito acuerdo.
Sentí que le vendí mi alma al mismísimo demonio, aunque pensándolo bien, ya desde hace años se la empeñé a costa de mantenernos unidos. La hermandad, la única familia que tuve antes de Iliang, pareciera estar pasando por el peor de sus momentos.
Lo tenemos todo, materialmente hablando, pero al mismo tiempo pareciera que estamos en la nada.
Saber que el rumbo de nuestras vidas, estimo yo que ahora si dependen de una decisión.
Siempre supe que si no es por quienes nos adversan buscando quitarme el trono del principal líder de la organización criminal del país y con nexos con otras organizaciones en otros países en Latinoamérica, o por los funcionarios de seguridad tarde o temprano me tendría que enfrentar a una situación similar; jamás preví arrastrar a Lucia y a Iliang y el mayor de los regalos que ella me dio, a Altair, mi hija.
Es demasiada presión y responsabilidad la que tengo ahora, sin tener esperanzas de un futuro donde esté conforme y en total tranquilidad.
De las reacciones que obtenga el día de hoy se verá cual pudiera ser el rumbo a seguir. De todo esto lo único cierto es que la seguridad de las mujeres de mi vida está en mis manos. Ponerlas a salvo es mi deber.
—Hermanito, ¿dónde estaba metido? —me grita Leroy al verme aparecer por el pasillo—, ¿no se cansan? —pregunta con picardía al ver a Iliang venir detrás de mí.
—¿La verdad?, no —contesto siguiéndole el juego—, dime tú ¿Qué hombre se cansa de la mujer que tiene todo y más de lo que siempre busqué?
—Pendejadas suya hermanito, todas son iguales, todas aportan lo mismo —responde Leroy haciendo gala de su personalidad desinteresada.
—Pobre machista —le contesta Iliang pasándole por un lado y torciéndole los ojos. Le hice seña para que no prosiguiera.
—¿Qué puedo hacer hermanito? —me dice cuando ella está bastante lejos de nosotros—, solo digo lo que veo.
—Dices lo que no quieres admitir, seguro estoy que Samantha logró lo que muchas, ni siquiera ella —le dije sin completar el nombre pues ambos sabemos que me refería a su ultima mujer, la chica que padeció a manos de él y que colaboró para hacer de él un ser indiferente a los sentimientos.
No es que yo fuese diferente a él, pues no creía en eso del amor, pero si sabía del poder que tienen las mujeres sobre nosotros, solo que me cuidé bastante para no dejarme envolver, confíe tanto en mi capacidad de ejercer control sobre todo lo que me rodeaba, que en mi juego de seducción, curioso de su extraña personalidad, y por qué no reconocerlo su físico, terminé cayendo sin darme cuenta. Bajo la absurda creencia de que tenía todo controlado al hacer de Iliang lo que me viniera de antojo al saberla mi esposa y sintiendo esa desgarrante atracción por ella, no caí en cuenta que poco a poco se me estaba metiendo en las venas, comenzó a ser parte de mi oxígeno, dominó mis sentidos como cuál droga que destruye con solo unas pequeñas dosis. Se me hizo una necesidad letal, de esas que si no las tienes te destruyen haciéndote sentir dolor hasta en el alma.
—Cada día que pasas estas más pendejo Ales —se queja Leroy en rechazo a mi comentario—, de no ser porque andas con la pequeña, pudiera comenzar a dudar de ti.
—Vamos —camino hacia el pasillo para ir al área de la piscina—, tenemos temas más importantes. No hay peor ciego que el que no quiere ver; les demostré la imagen de un hombre destruido por la ausencia de quien llena los espacios y ni siquiera por eso te sientas a analizar tu situación. El tiempo va pasando y temo que cuando te des cuenta, Samantha se te haya escapado de las manos.
—Mujeres hay de sobra hermanito —su típica respuesta evasiva.
—Espero que en unos años, cuidado sino en meses, no me vengas diciendo lo contrario —le dije y apresuré el paso y al salir al exterior.
Me detuve en la entrada a observar a mi distancia a todos los que tengo al frente, estaban todos, inclusive Gerónimo, que había olvidado por completo, aunque sé que él hace parte del acuerdo, él es una pieza fundamental, por él fue que se desató toda esta cadena de odios desmedidos, por él la ambición de muchos creció al punto de querernos sacar del medio. Gracias a él fue que consideré la idea de ir a Canadá a dizque negociar un trato para capturar a su retoño, el demonio de hija menor que se gasta, a Ileannys Rangel, ahora convertida en la esposa de uno de los principales mafiosos de España y una de las principales mujeres mafiosas en la historia de mi vida metido en este mundo.
—Señores, buenas noches —les saludo en voz alta.
Los que no habían percibido mi presencia, voltearon a verme. El barullo de voces que había apenas salí, desapareció y fue sustituido por un tenso silencio. Todos me observaban, pero de ellos, solamente Gelys y Gerónimo, como sincronizados, dieron un paso adelante.
—Hermanito… —habló Gelys siendo interrumpido por la voz de Gerónimo quien habló al mismo tiempo.
—Muchacho… —Gerónimo hizo una pausa al ver que coincidió con Gelys, levantó la mano derecha en señal de que este aguardara para el proseguir—, no te voy a saludar pues en este instante esta demás el uso de formalidades, hablé, diga lo que tenga que decir, presumo que no es nada bueno. No si convocó a todos, incluso a los guardaespaldas de todos nosotros.
—¡Qué capacidad de percepción suegrito! —le digo adulador y tratando de suavizar el ambiente para lo que viene.
—¡Qué vaina Aleskey Sánchez, hable pues! —me ordena en tono de voz firme.
—Chicas —alerto a las chicas del servicio que también hacen parte de la reunión—, sírvanles trago a todos, incluso para ustedes.
—Así será la bomba que nos tienes hermano —escucho la voz de Anthoni, quien se encontraba sentado en una silla dispuesta bajo una de las sombrillas en una esquina del área verde.
—No sé si será una bomba, pero de que es importante para todos, eso si se los aseguro —respondo y camino hasta donde se encuentra sentada Altair, quien observaba todo al alrededor callada.
—Papi, ¿qué va a pasar con nosotros? —me pregunta en voz baja sentándose en mis piernas cuando tomo asiento a su lado en la silla de extensión.
—Estaremos bien amor, no te preocupes, cuidaré de ustedes como es mi deber, las amo —le contesto abrazándola y al mismo tiempo observo a Iliang quien se encuentra al otro lado conversando con Ingrid y Antonella.
—¿Nos vamos a separar?, ese hombre dijo eso ¿no? —pregunta Altair mostrando su mayor preocupación.
—Eso no sucederá mi amor —le contesto abranzaola con fuerza.
—Vamonos a otro lugar, así como la isla donde estuvimos mi mami y yo —propone viendo facilidad en medio de su inocencia.
—No podriamos ni auqnue lo quisiera, cumplirle a ese hombre es primordial amor —le contesto sin completar la siguientes palabras que surcaron por mi mente "así se me vaya la vida en el intento".