Secuestrada

1649 Words
Estaba por llegar la hora del baile y yo no tenía ni idea de qué ropa iba a ponerme. Mi vestimenta estaba completamente fuera de lugar, me sentía como un bicho raro. En medio de mi desesperación, entró Eusudrin a mi cuarto con un hermoso vestido blanco. -Y ¿ese vestido? -Es tuyo. -Gracias, pero no puedo aceptarlo. -Le perteneció a tu madre, te dejo mucha ropa que podrás usar. -Que genial-abrace a Eusudrin y note que se sonrojo.- No sé qué haría en este mundo sin tu ayuda. -Por nada, es mi trabajo. Salió del cuarto y cerró la puerta. Me puse el vestido y me solté el cabello. Me miré en el espejo y quedé asombrada por lo bien que me veía. Como no tenía maquillaje, debía conformarme con mi belleza natural. Realmente quería causarles una buena impresión a todos. Camine por un inmenso pasillo hasta llegar a unas escaleras. Pude apreciar a una multitud observándome, había personas, duendes, hadas y toda clase de criaturas mágicas. Mis pies me temblaban de los nervios. Cuando baje el último escalón, el caballero de armadura verde tocó una trompeta dorada y la vista de todos se centró en mí. -Es un honor para mí presentarles a la elegida, hija de la reina Cristal y próxima en subir al trono-dijo la reina señalándome. Aplausos y gritos de entusiasmo comenzaron a inundar el salón. Después de la presentación todos dejaron de verme y se concentraron en lo suyo. Podía sentir la mirada de algunos juzgándome, me había vuelto un manojo de nervios. Vi a los invitados bailando, incluso Eusudrin bailaba con Iris. Al parecer ellos eran pareja. Me quedé cerca de la comida para evitar socializar con alguien. No esperaba que me invitaran a bailar, después de todo,  mi aspecto era distinto al de los demás. Después de un rato, un joven vestido de príncipe se me acercó. Me extendió la mano invitándome a bailar. No pude evitar sonrojarme por su aspecto, era muy atractivo y su sonrisa era hermosa. Tome su mano y fuimos a la pista de baile. Una de sus manos se posó en mi cintura mientras que con la otra sujetó mi mano. En ese momento, el tiempo pareció quedarse inmóvil. No podía dejar de ver sus hermosos ojos color esmeralda, parecían tener un brillo único. Sentí su respiración muy cerca de mí. -Me alegra que estés aquí elegida. -También me alegra estar aquí. -¿Puedo saber tu nombre? -Me llamo Jessica, su alteza. -Soy el príncipe Aron, para servirle. -¡¿Eres un príncipe?! Recordé al joven enmascarado que había conocido en el pueblo, pero no podían ser la misma persona. Seguramente solo era coincidencia que tuvieran el mismo nombre. -¿Hay algún problema? -No. Es que, este lugar parece un cuento de hadas y ahora estoy bailando con un príncipe de verdad-reí.- ¿También tendré que volver a mi casa antes de las doce? -Eres graciosa, ¿de qué reino vienes? -La verdad, vengo del mundo real. -¿El mundo real?-me miro confundido. -Quise decir de un lugar lejano, su majestad. -Puedes llamarme Aron. De repente una de las paredes se desplomó y unos espíritus oscuros comenzaron a entrar en la fiesta. Los espíritus me rodearon en un torbellino, sentía como poco a poco me costaba trabajo respirar. El príncipe intentó entrar donde estaba, pero las sombras se lo impidieron. Me trasladaron a una celda oscura y me dejaron encerrada. Les ordene que me liberaran, pero se desvanecieron ignorándome. Dejé caer mis rodillas al suelo y solté un grito de rabia. Apenas aceptaba ser la heroína y ya me secuestraban, pensamientos de dudas e inseguridades invadieron mi mente. Escuche una risa tenebrosa en el pasillo, pero no pude ver a nadie. La risa se acercaba cada vez más causando que se me erizara la piel. Un joven de ojos rojos se dejó ver en medio de la oscuridad. Se acercó a mi celda y me observó de pies a cabeza. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. -Así que, tú eres la elegida-dijo con tono burlón. -Te advierto que me liberes-dije tratando de sonar amenazante. -¿O qué? -Tengo poderes que no podrás imaginar. -Mira como tiemblo, esta celda es aprueba de magia querida hermana, no podrás hacer mucho. -¿Tu eres el tal Ivucu?  -Veo que soy conocido. -¿Dónde está Badrech?, ¿sabes dónde puedo encontrarlo? -Te llevaré con él muy pronto, pero primero dame el anillo. -Nunca te lo voy a dar. El joven apareció en mi celda e intentó quitarme el anillo a la fuerza, pero no salió y reapareció fuera de la celda. -Que raro, parece estar pegado a tu piel. -¡¿Pegado?! -Da igual, para algo me debes de servir.-se metió en medio de la oscuridad hasta desaparecer. -¿Ahora qué haremos?-preguntó Pier. -Sabía que era una inútil, no entiendo porque la reina cree que es la elegida-se quejó Iris. -Yo iré a buscarla-nos ofrecimos Aron y yo al mismo tiempo. -¿Está seguro, príncipe? -Vamos por ella. El príncipe y yo, cabalgamos hasta el valle de las sombras. El calabozo se encontraba en la cima de unas montañas puntiagudas. Bajamos de los caballos y comenzamos a escalarla con dificultad, la montaña estaba rodeada por una espesa niebla que hacía poco visible nuestro camino y la entrada estaba plagada de sombras que custodiaban el lugar. -¿Qué haremos ahora?-preguntó el príncipe. -Asaratres-pronuncie y ambos nos volvimos invisibles. Corrimos hacia la entrada del castillo y logramos entrar sin que nadie nos viera. En los pasillos se escuchaban gritos y llantos de personas y criaturas torturadas en el calabozo. Note al príncipe preocupado, me imaginaba lo mal que se debía estar sintiendo después de lo que le pasó a su pueblo.  Ivucu destruyó prácticamente a la mitad de su pueblo y todo para obtener el anillo de su madre, ese hechicero no tenía compasión por nadie. Dejó de caminar al fijarse en preso de una de las celdas, era su tío quien estaba muriendo de deshidratación, se notaba que no había comido en días. -No se preocupe, todo cambiará. Ignoro a su tío y seguimos caminando hasta encontrar la celda de la elegida. Escuche voces conocidas en el pasillo. Me levanté del suelo frió y sonreí al ver que se trataba de Eusudrin y Aron. -No puedo creer que estén aquí. -No estás sola, yo estoy contigo-dijo Eusudrin mientras intentaba abrir el candado. -El hijo del hechicero debe tener la llave. -Volveremos pronto. Aron y yo fuimos en la cima de la torre, ambos conocíamos perfectamente el lugar de memoria. Ivucu nos había secuestrado más de una vez y apenas lográbamos escapar.  Lo vimos comunicarse con su padre a través de la bola de cristal que usaba para vigilar a todos. Por esa razón, siempre se enteraba de los planes que teníamos para derrotarlo. Corto la llamada y una fuerza invisible nos empujó frente a él. Nos saludó con su típica sonrisa diabólica y nos dimos cuenta que nos habíamos vuelto visibles. -¿Cómo supiste que te estábamos espiando? -Puedo detectar la magia a kilómetros de distancia. -¡Libera a la elegida Ivucu! -A mí nadie me da órdenes. El príncipe empuño su espada y corrió hacia el hechicero. Salto permaneciendo en el aire. "marenka" susurró y ambos caímos al suelo. Invoco a su ejército de sombras para que nos encerraran en el mismo calabozo de la elegida. Las sombras encerraron a mis amigos en mi celda. Ambos estaban inconscientes, intente hacerlos reaccionar, pero no funcionó. -¿Elegida?-Un nudo se formó en mi garganta al escuchar la voz del hijo del hechicero. -¡¿Qué quieres?! -No tienes que ser grosera, agradece que aún no te he matado. -¿Están muertos?-pregunté volviendo a mirarlos. -Despertaran pronto, hay algo que quiero proponerte. -No quiero nada de ti. -Solo sígueme y entenderás lo que intento decirte-parecía burlarse de mi expresión de terror. -¿No intentaras nada? -Te doy mi palabra. Asentí insegura y lo seguí. Caminamos por un pasillo mucho más tenebroso que los anteriores hasta que entramos en un cuarto que parecía una especie de laboratorio. -¿Qué querías decirme? -Primero siéntate. -Ya dímelo. -Quiero que te unas a nosotros. -¡¿Estas mal de la cabeza?!, eso nunca va a pasar. -Si estás de nuestro lado, no tendremos que matarte, imagina el poder que tendrías. -¡Jamás me uniría a ustedes!, di mi palabra de defender el reino y eso haré. -Intente ser amable, pero supongo que tendrá que ser a la mala. El hechicero se elevó en el aire, quise escapar por la puerta, pero no se podía abrir. Una masa de energía negra comenzó a brotar del suelo hasta cubrir la puerta por completo. -¡Déjame salir! La masa se extendía por toda la habitación, hasta que mi anillo comenzó a brillar. La luz del anillo se fue expandiendo hasta cubrir toda la habitación. La masa negra dejó de avanzar y el hechicero quedó cegado. Rápidamente, le arrebate la llave y escape del cuarto. Me apresure en volver a la celda y abrí el candado justo en el momento en el que se estaban despertando. -Me alegra que estén bien. -También a nosotros. -¿Dónde estabas? -Eso no importa, tenemos que irnos. Eusudrin pronunció la palabra “asaratres” y nos hicimos invisibles. Logramos escapar del castillo sin que ninguno de los guardias nos viera, pero me hubiera gustado rescatar a los otros presos. Aron se veía serio durante todo el camino de regreso, no dijo ni una palabra. Quise preguntarles que le ocurría, pero Eusudrin me lo impidió.  El regresó a su palacio sin decirnos nada, acababa de conocerlo y deseaba saber más de su vida, pero no estaba segura si iba a ser posible.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD