La fiesta era increíble, digna de los campeones de la última Champions League. Solo habían sido invitados los jugadores de su equipo, sus respectivos representantes, influencers, modelos y algunas chicas fáciles que solo estaban allí por su belleza, que era un requisito esencial para cualquier mujer que quisiera participar en la fiesta, de la nueva generación de galácticos del equipo blanco.
Todos parecían disfrutar, pero Hugo se había sentado en una silla en la azotea del enorme ático apartado de todos con una botella en la mano que todavía estaba sin tocar. Como era de costumbre, elegía primero la chica o las chicas que quería y después empezaba a beber. Prefería estar sobrio a la hora de elegir donde se iba a meter, aunque en los últimos meses solo había encontrado mujeres locas, y desesperadas por un escándalo para conseguir fama.
–¿Se puede saber que estás haciendo ahí tan quieto? – Susurró Felipe en su oído llegando por detrás de Hugo sin que se diera cuenta, y se sentó en la silla que estaba enfrente, miró el cielo oscuro y después a su amigo que parecía estar aburrido. –Eres el alma de la fiesta, los chicos ya empiezan a preguntar si tu nueva relación está empezando a cambiarte. –Se burló.
–Sabes perfectamente que eso no es una relación de verdad. –Contestó Hugo con fastidio mirando a cualquier lado que no fuera a su amigo.
–No, pero también sé que en nuestros casi veinte años de amistad jamás te había visto tan embobado mirando una mujer. –Afirmó Felipe sirviéndose un trago de la botella y abriéndose los botones de su camisa.
–¡¡No digas tonterías por favor!!¿Qué es guapa? Pues sí. ¿Qué me acostaría con ella? También. Para qué te voy a mentir, pero no quiero problemas en mi vida. No quiero terminar como mi padre. – Escupió Hugo con pesadez, agarrando la botella levantándose de su silla. –Me voy a por la influencer esa que tanto me gustó y Tony me hizo el favor de invitarla a la fiesta. Tú deberías hacer algo parecido Felipe. Llevas un par de meses actuando de una forma muy rara. –Habló entrando al ático y Felipe se quedó pensativo porque conocía muy bien el motivo de su cambio, ya que antes él era igual o peor que Hugo cuando se trataba de mujeres, hasta que encontró una pequeña fiera.
Hugo buscó a la pelirroja que había estado cazando por las r************* en los últimos días por todo el ático. Era una mujer que llamaba exageradamente la atención, pechos operados y el cabello largo de extensiones que Hugo no tardó en darse cuenta de que su color rojo no era natural. Un simple “Hola” y ya la chica le había arrastrado a una habitación.
Hugo se preguntó si había perdido el paladar porque los besos de aquella mujer no le sabían nada. La tenía completamente desnuda, mientras que él todavía llevaba sus pantalones puestos y los zapatos. Miraba por toda la habitación pensando en todo lo que podría hacer con la chica, e intentó con todas sus fuerzas centrarse en las manos de ella que alisaban su m*****o. Al final se apartó de ella dejando a la chica desnuda y arrodillada sobre la cama pasmada por su actitud ya que todas sabían que Hugo Torres era un tigre cuando se trataba de sexo.
–¿Estás bien? ¿No te gusto o algo? –Preguntó la chica molesta tapándose con una sábana.
–No, no es eso, es que me encuentro cansado, no fue un partido fácil. –Hugo contestó abotonándose la camisa blanca. – Gracias por tu tiempo Silvana, pero hoy solo me apetece descansar. –Se despidió agarrando su chaqueta para salir de la habitación.
–¡¡¡ME LLAMO MARIANA!!!–Lo corrigió la chica levantándose de la cama. –¿Vas a llamarme para terminar lo que empezamos? –Preguntó con un tono que ella creía sexi, pero a Hugo le pareció espantoso.
–Sí, sí te llamaré un día de estos. –Contestó él abriendo la puerta.
–¿De verdad me vas a llamar? –Insistió y Hugo se detuvo en la puerta girando su cabeza para contestar.
–No. –Soltó la respuesta secamente y salió de la habitación dejando a la chica sola. No era un hombre que disfrutará mintiendo, y se mordió la lengua por haberlo hecho antes con Julia.
Se fue directo al hotel y entró al ático que tenía dos habitaciones, que su representante siempre reservaba para él. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el enorme sillón de sala y antes de entrar su habitación miró la puerta de Julia. Se rascó la cabeza con nerviosismo y se acercó a su habitación caminando con parsimonia para no hacer ningún ruido.
Abrió la puerta y asomó la cabeza dentro viendo que la chica estaba tumbada sobre su costado girada hacia a la puerta de la terraza de la habitación.
–Julia…julia–Susurró su nombre para ver si estaba despierta y al ver que no contestaba se acercó a la cama para mirarla.
Dormía vestida con un pequeño conjunto de top y short de seda negros, su cabello revuelto sobre la almohada alrededor de su cabeza, y tenía una almohada entre sus piernas. La luz de la luna caía sobre su figura iluminando todo lo que Hugo quería tocar, aunque se negaba a aceptarlo. Se fijó que Julia tenía un lindo lunar en la parte trasera de su muslo y se veía muy hermoso en su piel tan blanca.
Se sentó en el sofá que había justo delante de la cama y allí se quedó observando cada detalle de la chica. Sonrió cuando la escuchó roncando como un cerdito, y también se rascaba la naricita constantemente durmiendo, al principio pensó que la pasaba algo, pero se dio cuenta de que era una manía que tenía y era muy tierna. Estaba tan sumergido en verla allí que se quedó dormido.
Horas más tarde Julia se despertó con la luz del sol que entraba por su ventana, se sentó en la cama y se sobresaltó cuando vio a Hugo dormido en el sofá de su habitación. Ella se levantó acercándose a él y miró su rostro que se veía muy hermoso durmiendo tan tranquilo, aunque dudaba que estuviera cómodo allí sentado con la cabeza sobre el respaldo. Bajó su mirada y vio el enorme volumen que se había formado en su entrepierna. Se mordió el labio inferior para aguantarse una carcajada. Agarró su bata y la tiró sobre el regazo de Hugo antes de despertarlo.
–Hugo…Hugo, Hugo despierta. –Murmuró la chica tocando su hombro y lo escuchó gruñir durmiendo profundamente. –Hugo, España ha perdido el Mundial de Fútbol. – Susurró bien cerca de su oído y él se despertó en el acto.
–¡¿QUÉ?!¡¿CUÁNDO?! ¿No llegamos a los penaltis? –Hugo preguntó asustado y todavía medio dormido, parecía que había despertado de una pesadilla. Se rascó los ojos con las manos y levantó la cabeza viendo a Julia a su lado tapándose la boca para disimular una risa. –¿Julia? –Preguntó soñoliento. –¡¡JULIA!!–Exclamó saltando del sofá dándose cuenta de que se había quedado dormido allí y pensó rápidamente en la forma de justificar su presencia en la habitación de la chica.
–¡Te has quedado dormido en mi habitación! Aunque no sé en que momento llegaste de tu fiesta. –Julia habló pensativa intentando recordar algo de lo que había pasado durante la madrugada.
–¿Tú has despertado ahora? – Preguntó terminando de despeinar su cabello con ansiedad.
–Sí, desperté hace unos minutos y te vi ahí babeando en el sofá. –Contestó con sinceridad.
–¡Yo no babeo! Y que sepas que llegué hace menos de una hora. –Hugo tenía que inventarse algo para no pasar vergüenza delante de la chica. –Esta es mi habitación. –Afirmó y la chica lo miró con incomprensión.
–No Hugo, está es mi habitación, ayer trajeron mis cosas para acá. – Aseguró Julia.
–Pues se han equivocado los empleados del hotel, esta es mi habitación. Llegué y te encontré ahí dormida en mi cama, pero te escuché roncar y me pareció de mala educación despertarte. – Se justificó encogiéndose de hombros y ella lo miró con el ceño fruncido.
–¿Y por qué no te has ido a dormir en la otra habitación? Para eso hay dos exactamente iguales. –Contestó la chica molesta porque ya comenzaba a entender lo que pasaba allí.
–Pues…pues estaba muy cansado y caí rendido en el primer sitio que encontré, y ese fue el sofá. –Balbuceó porque se había quedado sin argumentos. –Ahora deja de controlar donde duermo y vístete, que tengo que hacer una visita muy importante en Madrid. –Cambió de tema y salió a prisas de la habitación, mientras que Julia se aguantaba una carcajada porque se había dado cuenta de que estaba mintiendo sobre los motivos que lo habían llevado a dormir en su habitación, y puso los ojos en blanco porque también era la segunda vez que le mentía.