Capítulo 2: El Juego

2652 Words
—Creo que tienes razón, hoy no ha sido un día fácil. —Suspiro al pensar en esa perra que se atrevió a matar a mi hijo. Paseando la vista por el lugar, como siempre tengo de donde escoger, solo me basta mirar a quien quiero por unos segundos y las tendré a mi disposición. Hoy tengo ganas de poner mis conocimientos en práctica y quiero a mujeres expertas y de altura. Tras decidirme por dos mujeres despampanantes una de piel morena, alta de pechos y culo enorme y la otra rubia bajita pero igual de buena les hago una invitación con un gesto de cabeza. Subo a la habitación que me corresponde y me siento en un sofá después de colocar a the weeknd no hay nada mejor que esas canciones para disfrutar de una jornada de puro sexo erótico y lleno de juegos placenteros. —Hola guapo. —Saluda la de piel morena, puedo apreciar que con la luz más clara es tremendamente ardiente, la recorro con la mirada y de esa manera poder dar mi aprobación, la rubia es un poco más cohibida, odio estar con inexpertas por esa misma razón, no me gusta ser profesor de nadie. —Primero que nada solo se habla cuando yo lo ordene. —Me levanto lentamente para cerrar la puerta que ellas dejaron abierta. —Segundo, no quiero que lo hagan todo con vergüenza, somos adultos y el sexo es algo que todo el mundo disfruta y si están aquí es porqué saben a qué venimos la mayoría. —Voy acercándome a las dos mujeres quien reaccionan como siempre lo hacen todas, escuchar mi voz supone un placer para las féminas y eso todo me lo hace fácil, pues siempre sucumben a mis deseos por muy oscuros que sean. —Tercero, hoy quiero llevar al límite mis conocimiento y ustedes han sido las elegidas. —Sonrío al estar frente a las dos, acaricio el cuello de ambas. —Todo es fácil conmigo, yo mando y ustedes obedecen, si se dejan llevar todo marchará bien, pero si se resisten al placer que yo puedo ofrecerles… les prometo follármelas hasta que cedan. —Sus respiraciones son casi nulas y eso solo me hace sonreír con arrogancia. —Para no hacer este encuentro intimo, no pasaremos a los besos en la boca. —Jamás me gusta besar a nadie a la boca, no permitirían que me besaran con los mismos labios que hacen sexo oral. –Seré para ustedes “su señor” —Sus respuesta la sé cuándo ambas se acercan a mí para tocarme, apartándome me vuelvo a sentar. —Las cosas la haremos así. —Doy un largo suspiro, me gusta planificar todo antes de dar inicio a cualquier cosa, me gusta calcular y ver mis opciones siempre. —Se darán una ducha las dos juntas, quiero un espectáculo, quiero que me demuestren si son capaces de hacer lo que yo pida. —Las miro con morbo y mi tono de voz no las deja indiferentes, si algo he aprendido con las mujeres es que utilizando el tono correcto hacen lo que les pidas. —Quiero ver como se dan placer, quiero ser testigo de cómo su calor se eleva solo por saber que yo las estoy mirando con lujuria y con deseos de poseerlas. —Sus jadeos me hace vibrar la polla. Al levantarme nuevamente me acerco a sus deseosos cuerpos, me encanta saber lo que produzco en las mujeres, ese deseo por mi aun cuando soy exigente me encanta, pero ninguna ha llegado a enloquecerme, sin embargo, sí que me hacen pasar un buen rato. Tomándolas de las caderas a ambas caminamos los tres a la ducha, lleno sus cuerpos de mis atenciones mientras tanto, sentir como casi pierden el control por mis caricias y besos en el cuello me enciende de tal manera que quisiera arrancar sus ropas y follármelas duro como a mí me gusta. —Quiero que se deleite con las vistas que vamos a darle, mi señor. —Susurra la rubia una vez besa mi pecho por sobre mi camisa, su voz es más excitante de lo que me imaginé, apartándose de mí, camina al lugar donde están los juguetes y es ahí cuando me doy cuenta que me he equivocado con esa mujer de aparente inocencia. En su mano toma unas pinzas de pezones y clítoris con campanilla, un consolador de dos cabezas, un vibrador de clítoris y un arnés con una polla de 20 centímetros, mi cuerpo siente esos temblores que me indican que disfrutaré de un gran espectáculo, solo mi imaginación me lleva a un estado de morbo increíble. —Sin duda alguna lo voy a disfrutar mucho. —Mi voz es ronca y tremendamente erótica, estoy deseoso por iniciar este juego que será excitante y lujurioso. —Vamos no quiero esperar más. —Deja las cosas en el borde de la bañera y se van desnudando frente a mí. Sus movimientos son lentos y calculados, se van dejando llevar por el ritmo que marca la canción, mirar aquellos perfectos y voluptuosos cuerpos quedando desnudos me arranca gruñidos desde mi garganta. Sus pechos operados y perfectos, sus pezones ya duros visiblemente, sus abdómenes sin rastro de grasa, sus montes venus en una depilación brasileña, sus cinturas tan curvilíneas y esas caderas anchas perfectas para aferrarse a ellas me lleva al límite. Cuando se giran para meterse a la tina la cual ya estaba preparada ver sus enormes traseros me fuerza a llevarme la mano a mi erecta polla y presionarla para por lo menos sentir algo y poder controlarla. —¿Le gusta a mi señor lo que aquí ve? —Pregunta con voz traviesa la morena a la par que se lleva los pechos de la rubia a la boca y succiona, respondo mordiendo mi labio. —Me excita. —Inicio a desnudarme sin dejar de ver el jugueteo que ambas tienen una con el cuerpo de la otra, son unas expertas en dar placer visualmente y eso me gusta. Cuando estoy totalmente desnudo y ellas se fijan en mi puedo ver la sorpresa en sus ojos, eso causa mi enorme y gruesa polla cada vez que alguien la ve en todo su esplendor; pasando de sus miradas de asombro me meto junto a ellas en la bañera, un poco más apartado para poder apreciar más la vista. La rubia es quien dará placer, es dominante, ver como hace su voluntad crea en mí un deseo irrefrenable de dominarla yo a ella. Acuesta a la morena en el borde de la tina y devora sus labios con su boca, baja por su barbilla hasta llegar a su cuello donde deja una mordida. Toma las pinzas de pezones, los estimula y cuando estos están erectos se los pone, el hormigueo que siento en mi ansiosa polla es controlada por las caricias que me doy con la mano, el silencio se llena por los jadeos y las respiraciones pesadas de cada uno. Cuando llega la parte del clítoris paso saliva con dificultad aquella rubia mira el sexo de su amiga como algo que desea desde hace mucho, pasa la lengua por sus labios como saboreándolos acto que le imito yo también, el sexo de la morena es grande, con sus labios menores sobresaliente de los mayores, es bastante excitante verla. La rubia sin esperar más pasa su lengua a lo largo de la hendidura mojada de la mujer que da un grito de placer por lo que acaban de hacerle a su sexo, la rubia vuelve a pasar su lengua y ya no se detiene, trabaja muy bien el clítoris, tira de él con los labios, la mujer que recibe placer no deja de arquearse y temblar bajo las dedicaciones de su amiga. —Sí, sííí... mmmm. —Escuchar sus gemidos un tanto exagerados me pone. —Colócale la pinza en el clítoris y mastúrbala con el vibrador del mismo. —Obedece inmediatamente a lo que le pido, la respiración agitada de la morena es como si agitaran la mía, ella no se contiene, disfruta mucho del placer que le dan, no se limita y lo demuestra todo, estar con mujeres que disfrutan de los juegos y el morbo hace de este arte algo más interesante. —Por Dios. —Se estremece la mujer con solo escuchar el zumbido que crea el objeto al vibrar, cuando este impacta con su clítoris presionado por la pinza soy testigo de cómo su cuerpo se convulsiona y las campanillas suenan al ritmo de sus convulsiones. —Aumenta la velocidad. —Ordeno a la rubia quien sin pensarlo lo lleva al límite, no era consiente de cómo me estaba masturbando por el deseo que está despertando aquel juego en mí. La morena no tarda en correrse, sus gritos nos hace gruñir a la rubia y a mí. Rápidamente la mujer toma el consolador de dos cabezas y se acomoda para introducirlo en la morena que aún no se recupera de aquel orgasmo y también introducirlo en ella. La rubia no deja de tirar de las cadenas y así prolongar el exquisito orgasmo que le produjo a la otra. Las dos, cada una con el consolador metido en sus cavidades a tal punto que sus sexos casi se rozan, inician a moverse. Sin poder ser espectador por mucho tiempo me uno al juego. Me levanto y me acerco a las mujeres que no paran de moverse con desesperación para darse placer una a la otras, sus movimientos son un vaivén. —Eso es, así está perfecto, quiero escucharlas gemir y que no se detengan, deseo verlas llegar a un orgasmo a la par, no se contengan y quiero que hablen y me hagan saber el placer que están teniendo. —Llevo mis manos a los pechos de la rubia mientras tanto la morena se adueña de mi polla con urgencia, sentir el calor de su boca me hace temblar las piernas, esa sensación de placer, su lengua jugando con la cabeza de mi polla es algo que no puedo pasar por alto, gruño cada vez que se lo lleva hasta la garganta, esta mujer es buena y no puedo negar eso. —¡Oh mierda! —Grita la rubia pasado unos minutos pronunciando su orgasmo. —Eso es muévete así… —Me siento explotar, la morena aumenta sus succiones a la par que el calor va subiendo por su cuerpo creando un orgasmo que no tardaría en explotar, presiono los pechos de la rubia y tiro de las cadenas con fuerza para ayudarlas a llegar a ese orgasmo tan ansiado para los tres. —sí… sí… oh mierda… oh sííí. —Grita la rubia llegando al orgasmo seguido por la morena quien ahoga sus gritos con mi polla llenándola de leche hasta casi ahogarla. —Busca las esposas. —Le ordeno a la morena, verla como camina con piernas temblorosas se me hace estúpidamente excitante, mi polla se va despertando nuevamente. —Ponte el arnés. —Le pido a la rubia, yo por mi parte me coloco un poco más al centro de la bañera para de esa manera estar a la distancia que se requiere para visualizar la posición que deseo hacer, cuando las dos están listas miro a la rubia. —Siéntate al borde la bañera. —Ella lo hace, le quito las esposas a la morena y se las pongo con los brazos hacia atrás. —Siéntate sobre tu amiga, practicaremos una doble penetración vaginal. —La escucho gemir y hace lo que le pido, tras ponerme un preservativo me posiciono para poder penetrarla yo también. Poco a poco me voy hundiendo en ella, mi erección se siente apretada entre la polla del arnés y la húmeda cavidad de la mujer. —Joder… —Gruño cuando estoy totalmente hundido en ella, la mujer se queja del dolor, pero eso no es de mi importancia, yo solo quiero placer y ya está. —Eso es así quédate quieta y disfruta de sentirte llena, siente como ella le da atenciones a tus pechos aumentando la delicia que proporciona las pinzas, siente como cada penetración que te damos fuerzan a tu clítoris hincharse más y con ello que las pinzas se aprieten. —Sus gemidos aumentan considerablemente al igual que los movimientos de la rubia y los míos, la mujer tiene experiencia y lo vuelve todo más ligero y más fácil. —Me gusta tu cuerpo. —Susurra la rubia. –Por eso te amo tanto, ver como disfrutas no solo de mi sino de otras personas mientras estás conmigo, es único. —Sus palabras me aclaran mucho, son pareja, no sé cómo coño puede permitir eso, yo ni loco aceptaría que mi mujer hiciera algo así. —A mí me encanta... aaaahhh sí. —Los gemidos la interrumpen. —Te amo. —Escuchar esa palabra por segunda vez un poco más y me dan un cortazo, para terminar con ese momento romántico que me produce asco acelero mis penetraciones, lo que pensé sería un encuentro lujurioso y jodidamente morboso se ha convertido en un momento estúpidamente romántico. Cabreado por cómo se han tornado las cosas sin correrme pero esperando a que ellas dos lleguen a su orgasmo me aparto de ellas para ir a la ducha y asearme, sin decir palabra me inicio a vestir. —Fue un placer jugar contigo. —La rubia me tiende su tarjeta. —Estamos a tu disposición para cuando quieras. —Serio y con un gesto de cabeza asiento, no estoy loco para meterme en esta locura otra vez, mis juegos son solo eso, jugar con parejas supone pasar por lo que hoy he pasado. Cabreado porque esta noche que prometía y estaba dispuesto a todo se dañara vuelvo a la zona de bar del hotel, cuando llego ya mi amigo está ahí hablando con las mismas mujeres con las que se fue horas antes. —Eh amigo. —Me saluda con una gran sonrisa, sin cambiar mi gesto me voy a la barra para pedirme una bebida, no tarda nada en llegar hasta mí. –¿Inexpertas? —Pregunta después de darle un sorbo a su bebida. —Créeme que hubiera preferido mil veces eso. —Mi tono de cabreo con un ligero toque de asco es claro. —¿Entonces? —Insiste mi amigo para tratar de saber lo que me pasa. —Las mujeres son pareja e iniciaron con su absurda demostración de cariño mientras me follaba a una, ¿Quién coño hace eso en un momento así? —Pregunto con amargura y disgusto. —Todas las personas normales, Hamann. ¿Sabes lo que tú necesitas? —Lo miro con advertencia, si llega a decir algo con respecto a esa estupidez del amor le parto la cara de un puñetazo. —No me mires así, tú lo que necesitas es a una virgen y con ello liberarte, y ya sé que no te gustan las inexpertas, pero créeme, estar con alguien que no ha sido tocada por nadie conociéndote sé que te va a gustar mucho. —Miro incrédulo a mi amigo, es medio imbécil la mayoría de veces y esta es una de ellas. —No digas tonterías, Binder, no me gustan las inexpertas y además esas vírgenes suelen enamorarse, pero la verdad aquí la cosa es que no hay vírgenes, hoy en día las mujeres o mejor dicho las niñas inician vida s****l temprana y yo no quiero cogerme a una niña no soy un enfermo. —Lo miro frunciendo el cejo. —¿Por qué no me haces caso? Podemos buscar una que sea mayor de edad, nunca hablé de niñas. —Me encojo de hombros. —Ante todo olvida esa absurda idea y respondiendo a tu pregunta, pues porque soy yo quien manda. —Carcajeo al sentir el puñetazo de mi amigo en mi hombro.
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