Tras conducir por una hora llegamos a su departamento, sin desvestirme me dirijo a la cocina para comer, realmente muero de hambre. Candy por su parte se me pone al frente con esa lencería de encaje, con toda su coquetería come, sus miradas me hace sonreír, es ardiente. Terminados de comer ella no tarda ni un segundo en saltarme encima, sus besos en el cuello me eriza la piel y me aceleran la respiración. —Candy, te he dicho que debemos hablar, por favor siéntate— el desconcierto se dibuja en su rostro, frunce el cejo y se cruza de brazos frente a mí —ya no podemos seguir con esto, me has dicho que estabas enamorada de mí y sabes bien que en eso no me arriesgo— la miro a los ojos, soy un idiota, podía decir mejor excusa. —¿De qué hablas, Kahin? Tú sabes perfectamente que estoy enamorada