—Marilí, te quiero— digo esas mismas palabras que le dije follándomela tiempo atrás, no me mira —¿Me has escuchado? Te quiero— vuelvo a repetir para que me crea y le quede claro, pero al parecer le vale nada mi confesión, sigue buscando su ropa y yo como el tonto que soy insisto —quiero que seas mía— susurro con el corazón en la garganta por los nervios —y no hablo solo de tu cuerpo— me apresuro a decir antes de que me ataque —también hablo de tus orgasmos y tus gemidos, quiero que seas mi chica— cuando me mira el corazón me late más deprisa, pero no lo dudo, me trago los nervios —Dulce quiero que seas mía por completo, quiero que tu corazón sea mío— sus ojos brillan a pesar de que su gesto es serio, la conozco. —No sabes lo que dices, ¿Ya olvidaste lo que soy para ti? Me dijiste que solo