— Hey Gustavo – dijo al otro lado de la línea. — Dime – sonrió como si de verdad lo estuviera delante de ella. — Te quiero, te quiero mucho – pudo escuchar la felicidad con lo que decía. Gustavo en su interior daba saltitos de felicidad. — Yo también te quiero Aradia – soltó una risita. — No te quito mas el tiempo, lleguen con bien a Nevada. — Claro, te llamaré cuando haya llegado. Adiós. — Adiós. Gustavo guardó su teléfono y se giró a ver a su hija que estaba en brazos de quien no solo considera a su mejor amiga, sino a un amante en ocasiones. — Dios Gustavo estaba sonrojado hasta las orejas – se burló – Parece que papá está enamorado – susurro a una Gen profundamente dormida. — Ssha – se quejó sintiendo arder su cara más – Basta. — Oye no sabes lo fascinante que te ves así – t