-¿Quieres otra? - su aliento cálido le acarició la cara.
Y una palomita nueva se posó en los labios de él.
Esa vez Valentina retiró la palomita con la lengua, con la que lamió los labios de Kaleb.
Respiró pesado, y miró los ojos de ella.
—¿Otra? — preguntó
—Humm
¿Él quería provocarla? Bien, jugarían los dos.
Valentina asintió, y Kaleb colocó otra palomita, ella la cogió uniendo sus labios con los de él, masticando sin separar los labios, una vez se la tragó, sacó la lengua y se lamió los labios, gesto que incluyó los labios de Kaleb.
Él suspiró y miró a los ojos de ella.
Sonreían.
—¿Quieres tú palomitas Kaleb? — preguntó ella con voz seductora.
—Sólo si tú me das.
—¿Qué te parece... comer de mí?
Él se quedó en silencio ¿Iba en serio o le estaba tratando de tirar un farol?
Se sentía perdido con Valentina, tenía algo que le atraía, y se quedó callado cuando ella se tiró en el sofá, se levantó la camiseta sin descubrir los pechos, sólo dejando su vientre al aire, y cogiendo un puñado de aquellas palomitas blancas, las colocó sobre su vientre, esparciendolas después.
Él tragó saliva, y la miró.
—Oh — dijo Valentina haciendo un puchero — no me digas que ya no quieres — musitó sentándose y haciendo que las palomitas cayesen en el sofá.
—Túmbate —le susurró él y ella lo hizo.
Kaleb cogió unas cuántas palomitas y las colocó sobre su vientre, esparcidas por cada trozo de piel.
Valentina pensó, que ella misma se había metido en aquello, ¿Estaba borracha?
No, no lo estaba. Era borrachera pero de pasión.
Kaleb se arrodilló delante del sofá, e inclinó la cabeza para ir cogiendo cada palomita en un beso.
Valentina sintió como se le tensaba el vientre, como la piel le cosquilleaba y se obligó a permanecer en la misma posición.
Kaleb se comió todas las que habían, y alzó la cabeza para mirarla, después Valentina lo vio agacharse de nuevo y tragó saliva, al ver que la boca de Kaleb se acercaba muy peligrosamente, a la cinturilla de su pantalón.
—Se enganchó, cuando te levantaste.
Se desplazó un poco más para abajo, y enterró la cabeza entre sus piernas levemente separadas, Valentina sintió un fuerte calor alojarse entre sus piernas.
—No deberías haberte levantado, ahora hay palomitas en todo lado... — se quejó juguetonamente Kaleb.
Ella suspiró, cuando él volvió a inclinarse, los pantalones cortos no podrían cubrir sus piernas, y por lo tanto no podía evitar sentir el pelo de Kaleb acariciando su piel, sus labios chocando con sus piernas al coger palomitas, su respiración cálida la acariciaba cuando su nariz chocaba contra ella.
—Puedes parar — dijo ella.
—Pero tengo hambre — se quejó él
— Kaleb — murmuró.
—Shh — siseó él y se volvió a inclinar.
La mataría si seguía así.
—Kaleb...
—No pienso levantarme hasta que no me haya comido todo lo que hay en tu cuerpo. — dijo echando un puñado más de palomitas más sobre ella.
Valentina suspiró pesadamente cuando la lengua de Kaleb recorrió su vientre, recogiendo las palomitas que había sobre ella.
No estaba muy segura de como había sucedido, pero su camiseta se había subido más de la cuenta y mostraba algo de sus senos, su pantaloncito corto, tenía la cinturilla bajada peligrosamente y la boca de Kaleb iba de abajo para arriba y viceversa.
Le costaba respirar de vez en cuando y procuraba no gemir.
¿Pero como evitarlo con aquellas caricias tan sensuales?
¡Maldito fuese!
—¿Has... has terminado ya? — preguntó Valentina ¿Porque tenía la voz ronca?
Kaleb alzó la vista y la miró sonriente.
Valentina no pudo evitar fijarse en su boca, estaba tan sensual y provocadora después de haber recorrido todo su vientre varias veces.
—Humm — se fijó en que él miraba a sus pechos, y tuvo que tragar saliva. Cómo la tocase más íntimamente estaría totalmente pérdida. — Me parece ver una palomita escondida.
Valentina tragó saliva cuando él se inclinó sobre ella y su boca rozó uno de sus pechos.
Respiró profundamente, de alguna forma debía controlarse.
—Me parece que no quiere salir — murmuró él — Pero no me ganarán — dijo.
Y Valentina sintió su húmeda lengua lamer cerca de su seno, tocándolo poco a poco.
Kaleb se colocó sobre ella sin tocarla, tenía una mano a cada lado de su cuerpo, y se sostenía con ellas, su cabeza empujaba su camiseta luchando con aquella palomita que se escondía.
Cógela ya, cógela ya, rogó Valentina o la cogía o ella acabaría totalmente pérdida.
¡Dios santo!
¿Cuándo se le había ocurrido este estúpido juego, en el que se había puesto totalmente a su disposición?
Si se levantaba, si le decía que había acabado el juego y se encerraba en su cuarto... aquella tortura acabaría.
Dulce tortura...
El aire acarició sus pezones erectos y ella no pudo evitar jadear, al sentir el pelo de Kaleb acariciarlos.
— Kaleb — dijo ella desesperadamente.
—Ya la conseguí — susurró él.
¿Porqué le daba la sensación de que esa palomita no existía?
La nariz de Kaleb le acarició uno de sus senos despacio, y suavemente hasta que llegó a la cima.
Con los ojos bien abiertos, aunque nublados por aquel deseo fogoso, Valentina lo observaba.
Sólo debía levantarse y todo acabaría.
Abrió la boca para decir que se había acabado el juego, pero de su garganta sólo salió un pequeño gemido, cuando los labios de Kaleb se cerraron a uno de sus pezones.
Si antes tenía calor, ahora podía sentir cómo todo su cuerpo ardía.
Kaleb acaba de encender un lujurioso fuego en su interior, que iba hacer difícil apagar.
Un calor líquido se alojaba entre sus piernas, mojando sus bragas.
Se retorció bajo Kaleb, y arqueó su espalda sin poder evitarlo.
Su respiración se había agitado, y no sabía el modo de controlarla.
¿Y si lo empujaba y echaba a correr?
Después se daría una buena ducha de agua fría.
—Te deseo — las palabras de Kaleb la hicieron dejar de pensar, su mente nublada por el deseo, intentaba retomar sus pensamientos, pero la visión de él lamiéndole los pezones, junto con el placer que sentía por el acto, la hacía no pensar.
—Kaleb — gimió cuando él dejó de lamer un pezón para ir por el otro — Ah —tan tenue, tan sensual.
Él no pudo evitar chupar con más pasión, aquel montículo tan sabroso que adornaba la cima de su bello seno.
Mientras que con la boca se encargaba de mimar aquel bello pezón y hacerla gemir, con una mano se dedicó a pellizcar el pezón que se había quedado sin sus caricias, segundos atrás.
Las manos inquietas de Valentina, rendidas a todo aquél placer, acariciaban el cuerpo de Kaleb, su espalda desnuda por debajo de su camiseta, su pecho esculpido como si fuera un rey, fuerte y suave, cubierto por una fina capa de vello que comenzaba en su pecho, y descendía una línea hasta su ombligo, dónde seguía bajando hasta esconderse en sus calzoncillos.
Valentina cerró los puños, para no encaminar sus manos, hasta el interior del pantalón de Kaleb, tan solo tenía que introducir su pequeña mano por debajo del elástico, y encontraría aquello que en ese momento anhelaba.
—Aahh — jadeó arqueando su cuerpo por completo y haciendo que ambos se pusieran en contacto por completo — Kaleb — jadeó al sentir la erección de él contra ella.
El cuerpo de Kaleb cayó sobre ella aplastándola levemente, podía sentir la erección de él presionada con su centro mojado.
Sus piernas estaban separadas y lo acogía entre ellas.
Él continuaba atendiendo sus senos, y ella devolvía su pelo, antes de bajar por su espalda de nuevo. De arriba a abajo hasta alcanzar aquel pantalón.
Introdujo un poco los dedos sobre la tita del pantalón, y alcanzó los calzoncillos, los levantó un poco y acarició su piel antes de volver a subir.
Dejó de saborear sus pechos, para mirarla a la cara sonrojada, sus mejillas color escarlata lo hacían endurecerse más.
Necesitaba tenerla.
Necesitaba besarla.
Aquellos labios entreabiertos pedían a voces sus besos.
Subió un poco y la oyó gemir, al encajar más su erección, contra su parte más íntima.