Valentina gimió contra el cojín de su habitación.
¡Dios cuánto lo odiaba!
Sus mejillas estaban rojas de la vergüenza.
Siendo sincera consigo misma, le gustaba su cuerpo... como para enseñarlo.
¡Pero eran dos cosas muy diferentes, enseñarlo porque quería, a que la dejaran sin nada, sin su permiso.
Como lo había hecho aquella bestia...
Podía sentir su mirada pegada atrás mientras recorría el pasillo, y para su vergüenza, había sentido un inmenso calor en sus partes íntimas.
¡Maldita fuera!
La dejaba sin nada, y encima le excitaba.
Quizás debería mandarlo a un hotel...
No, sabía perfectamente que no podía hacer eso, aquella casa era tan suya como de Maya, y no podía echar a su hermano.
La puerta sonó.
Valentina se negó a contestar, pues sabía quién era.
Toc toc..
—¡Vete!
—Valentins — la voz de Kaleb la perseguía.
—¡Qué te vayas!
—Voy a entrar, sólo espero que no te hayas vestido... — Su voz era tan sensual y provocativa... aunque también llevaba una pizca de diversión.
—No tendrás suerte.
La puerta se abrió y él entró riendo.
Se apoyó en el marco de la puerta, y miró hacía la cama, dónde ella estaba tumbada boca abajo, agarrando con fuerza, un bonito cojín rojo.
—No, no que no la tengo... podrías haberme esperado desnuda.
—Ja. ja. ja. Que risa.
—No veo que te rías — le contestó con burla.
—¿Qué quieres? — le preguntó ella con sequedad.
—¿Te apetece que vayamos a cenar?
—No — estaba preparado para esa respuesta, aunque no pensaba dejar las cosas así.
—Valentina
—No.
—¿Siempre eras tan dura y cabezota? — se comenzaba a divertir con tanta negativa.
—No.
—¿Sabes alguna otra palabra? — preguntó a ver que decía.
—No. — la risa comenzaba a acomular en su garganta, se veía ridícula.
—Pareces una Cría.
—No.
De pronto ella estalló en carcajadas, sí, vale, parecía una cría... pero ¿Y qué? Le divertía aquello... le recordaba a cuando su hermano entraba a su habitación a pedirle algo, y ella empezaba con un No, tras otro... hasta que ambos reían a carcajada limpia por la estupidez.
—De que te ríes?
—¿Quieres que vayamos a cenar?
—Eso fue lo que pregunté — su sonrisa se amplió dejando ver la hilera de dientes blancos.
Que guapo era cuando sonreía.
—Cuando arregles la puerta del baño, porque como llegue Maya y vea el destrozo... —le dijo apartando la mirada de su boca.
—Si la arreglo, ¿aceptas?
—Eso te dije — contestó con alguna esperanza.
—Pues vístete, hace más de 10 minutos que guardé las herramientas, te espero abajo en 20 minutos ¿Vale?
Y la puerta se cerró.
Ella se quedó fuera de lugar por un segundo, luego con un suspiro se levantó de su cama para dirigirse al ropero, y así poder arreglarse.
Valentina cogió el tenedor y pinchó un trozo de lechuga, antes de pinchar un trozo de carne y llevárselo a la boca con cuidado.
Miraba a Kaleb comer de reojo.
Debía de confesar que no lo estaba pasando nada mal.
Habían dado un paseo en coche y Kaleb la había llevado a un lugar bonito, un lugar dónde podía observar la playa mientras comían y eso le gustaba.
Habían visto el sol ocultarse juntos, y eso era algo que provocaba un extraño sentimiento en la castaña.
—¿Qué quieres hacer después de comer?— Kaleb interrumpió el silencio y miró a Valentina mientras bebía agua.
—¿Nos vamos a casa?
—Si es temprano...
—¿Y?
—Por favor, Valentina, vale, se que no me he comportado como el mejor de los caballeros, pero es que nuestro encuentro no fue nada casual.
—Aja — tenía que ignorar el nudo que crecía en su estómago.
—Maya estará unos días fuera.
—Si.
—... Y nosotros debemos convivir bajo el mismo techo... — ella guardó silencio, por un momento.
—Lo sé, ¿a dónde quieres llegar?— preguntó con curiosidad.
—Pues... que, podríamos hacer una especie de tregua.
—¿Una tregua? — preguntó sin comprender
—Ajá ... podemos comenzar con llevarnos bien, y dejar de actuar, seamos normales. — Valentina frunció el ceño al oirlo
—Yo no he estado actuando —se defendió ella.
—Pero si has estado a la defensiva.
—Normal... debo tener cuidado con los tipos como tú.
—¿Con los tipos como yo? — preguntó él divertido — Creo que es la segunda vez que me dices eso.
—Puede ser.
—No me has contestado.
—Tú me entiendes.
—¿De verdad? Las mujeres son complicadas, y creo que tú más.
—Puedo decir lo mismo de los hombres.
Kaleb río, y ella no pudo evitar reír con él, ¿Qué más podía hacer?, en el fondo le caía bien, y pensaba que era un buen chico, pero muy en el fondo, vale, ¿A quién pretendía engañar? Por que así misma no podía engañar, le caía bien.
Le resultaba divertido, aunque a veces le irritaba, con aquellos comentarios o colándose en su cuarto de baño, y arrebatándole la toalla para manosearla con ternura y precipitación.
Vale, no le caía tan bien.
Lo miró a los ojos y sintió un nudo abrasador en su garganta, que bajó a su estómago, y comenzó a transformarse en un calor líquido entre sus piernas.
Las cuales juntó, para intentar impedirlo.
En vano.
—¿Qué decías? — preguntó ella.
—La tregua, ¿La aceptas? — preguntó mirándola a los ojos
—¿Dejarás de decir cosas de mí, y de colarte en mi cuarto de baño?
—Lo intentaré.
—Bien al final del día te contestaré.
Él sonrió negando con la cabeza.
Era como una niña caprichosa... que le fascinaba.
Con aquel rostro angelical, y cabello castaño.
La pasión que quería sentir con ella, para apagar el deseo de su cuerpo.
—A la playa — dijo Valentina
—¿Qué? — preguntó desconcertado, por un momento.
—Después de comer, vamos a la playa.