Sentado en el juego de sofás de la habitación, Rubí admiraba a través de la ventana como finalmente la noche estaba cayendo sobre la ciudad, anunciando lo que sabía, la inevitable partida de Cyrus para acabar con aquellos estúpidos que estaban matando descuidadamente. Él realmente odiaba la idea de que Cyrus saliera a la caza de aquellas personas, y no por el hecho de que sabía que aquello inevitablemente terminaría con una muerte inminente y sus manos manchadas de sangre, no. Lo que realmente molestaba a Rubí, era el hecho que dejaría de sentirse seguro y protegido con la ausencia del gran vampiro. Y ya hasta había comprobado que se sentía de esa forma, porque solo bastó con que Cyrus abandonara la habitación y desapareciera de su vista para que el miedo invadiera todo su sistema. Cuan