Observando los documentos entre sus manos, Cyrus gruñó cuando en su mente, aquellos hermosos ojos color turquesa aparecieron, y en seguida aquella melodiosa voz susurrante le siguió.
“Ayúdame”
Esas habían sido las palabras de Rubí, y las que se negaron a abandonar su mente cada maldito segundo del día.
No importaba lo que estuviera haciendo, con lo que intentaba distraerse, esa susurrante voz suplicante volvía a atacarlo con más fuerza que la vez anterior.
Y aunque siquiera pensara en el hecho de ayudar a Rubí, ¿cómo se suponía que debía de hacerlo?
Abel había dejado bastante claro que el comercio de esclavos era comúnmente legal y normal en El Cairo, por lo que abogar con las autoridades humanas no funcionaría de nada.
Y aunque pudiera realmente hacerlo, no lo haría, porque ya había
