HOGAR, NADA DULCE HOGAR

1039 Words
- Oh… Lamento venir sin avisar e interrumpirlos – miró con sorpresa las manos enlazadas de la peculiar pareja que acababa de llegar. - ¿Qué haces aquí Tomás? – preguntó con seriedad soltándola la mano de Lucía con brusquedad. - Hombre, te estuve llamando toda la tarde. Pensé te habían secuestrado los extraterrestres. - Mi celular tuvo un pequeño accidente – regresó a ver con las cejas fruncidas a su acompañante que agachaba la cabeza avergonzada. – Pero ya deja el interrogatorio y dime qué pasó, no creo que hayas venido hasta aquí solo para saber qué estaba haciendo. - Sí, tenemos una situación. Roger canceló el contrato sin explicaciones, intentamos hablarle pero dijo que solo lo resolvería contigo, como no contestaste tomó un avión y se marchó del país. - ¿Cómo es posible? Es el proyecto más importante que tenemos. Todo por un maldito celular y una maldita feria. - Andrés, yo lo sien… - Cállate Lucía, ni una palabra, ni lágrimas, ni nada, todo esto es por tu culpa. Siempre con caprichos, siempre. Y yo como un estúpido teniendo que resolver la vida de todos mientras tú vives en tu mundo de princesa. - No la trates así tampoco, ella no lo hizo a propósito y aún podemos resolverlo. Está todo listo para que viajes donde Roger. - No la defiendas Tomás. Tú, ve a armar tu maleta y prepara mis cosas, pediré alguien venga por ti para que te lleve a casa. Tomás, vamos, que el piloto tenga todo listo para irnos de inmediato. - ¿Me voy a quedar solita? Me da miedo. - ¡BASTA! Tengo que resolver un problema gigante así que te quedas aquí y esperas a que vengan por ti, punto, no quiero lloriqueos. - Tranquila pequeña, ya pedí que vengan a verte, solo estarás sola un momento, no tengas miedo, ¿sí? - ¡TOMÁS! - Voy patrón, no saques el látigo. Después de que los hombres se marcharan, organizó las maletas y se sentó al pie de la escalera esperando lleguen por ella. Odiaba estar sola en lugares tan grandes. Eso amaba de su casa, era amplia para una familia, pero no tanto para sentir el vacío, además tenía a su querida nana y al resto de trabajadores que la habían acompañado desde que nació, cuidando de ella con más amor cuando sus padres y hermano habían partido. Cuando al fin llegó el chofer se embarcó en el viaje de regreso. Tras unas horas entraron por fin a la ciudad y notó que iban por un camino diferente al que acostumbraba recorrer. - Disculpe señor, ¿a dónde vamos? Mi casa es por allá. - ¿El señor Andrés no se lo comunicó? A partir de ahora vivirá en la mansión Evans. Él mismo dio la orden de llevar todas sus cosas para allá. - No, no me lo dijo – su rostro de desilusión demostró su tristeza, confirmada por las lágrimas que empezaron a caer sin que pudiera evitarlo. Amaba su casa, amaba cada centímetro de ella y dejarla era sentir que se separaba de los recuerdos felices de su familia. - Lo siento señori… señora. Llegaron a la mansión, un lugar enorme, con una belleza única, pero que recordaba más a un museo que a un hogar. Paredes relucientes, costosas obras de artes y habitaciones perfectamente decorabas hablaban del dinero y del poder de los Evans. Cualquier persona se deslumbraría por el lujo, cualquier persona menos Lucía, quien solo veía vacío y miedo ante la soledad que le transmitía esa casa. Bajó del auto hasta la entrada, ante el personal de servicio que la esperaban de pie dándole la bienvenida. Su rostro recorrió el rostro de cada uno de ellos y sus alrededores buscando algo, mejor dicho, buscando a alguien, a varios, sin hallarlos. - ¿Y nana? Valentín, Anastasia, Cleo y los demás. - Lo siento señori… señora. El señor dio la orden de que su personal se quede en la casa Prado – le dijo la mujer con tristeza, sintiendo lástima por la pequeña – pensamos el señor se lo había informado, la orden fue dada el día de su matrimonio. - No me lo dijo… - susurró. – ¿Me puede mostrar mi cuarto por favor? quiero estar sola. - Sí señora, sígame. ¿Desea le haga un recorrido? - No muchas gracias Vicky, ya lo conozco todo. - Oh, es verdad. Tranquila, nosotros vamos a cuidarla. Su abuelo nos dio la orden de estar pendientes de usted, él quería venir a recibirla pero el doctor no le permite moverse tanto. - Lo sé, es mejor que me vea cuando no esté llorando. Con su salud tan delicada no necesita emociones así. - Hay dos cosas más que supongo el señor tampoco le informó. La primera es que el lunes empieza sus pasantías, después de la universidad debe reportarse en la empresa para iniciar. Charlie, el chofer, se encargará de llevarla. - Gracias, al menos podré empezar a ser útil y ayudar con mis responsabilidades como m*****o de esta familia. - La segunda es que nos pidieron llevar sus cosas a la habitación principal… - se detuvo un momento antes de terminar de decir - junto a las cosas del señor. - ¿Voy a compartir habitación con él? Sin saber cómo reaccionar ante la noticia entró a la habitación. Vicky le hablaba pero no lograba prestarle atención, no entendía por qué Andrés había decidido algo así sin avisarle. Cuando la mujer se retiró revisó a detalles la habitación esperando hubiera sido un error lo que acababan de decirle, pero no, en el baño divisó su colonia, esa que ella amaba tanto oler en él, en el armario encontró sus gafas, relojes, trajes, bóxers - ¡por Dios son bóxers! – gritó lanzando uno por los aires. Entonces lo entendió, su vida había cambiado y a partir de ahora Andrés pondría las reglas. Se sentó contra la pared abrazando sus piernas, sin asimilar del todo lo que estaba sucediendo, tantos cambios en tan poco tiempo. Y ahí, en medio de tantos pensamiento, se encontró sola. No tenía su casa, su nana, ni a sus trabajadores, ni a su abuelo, ni a Andrés.
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