04 Capítulo

966 Words
Me levanto, voy a lavar los trastes, mamá me detiene y se ofrece en hacerlo. Le doy un beso en la mejilla, y me encargo de los quehaceres que faltan. El día no deja de cambiar el rumbo, ya no se dirige a la remota oscuridad, la dirección esclarece y rescata de las penumbras la austera necesidad de mamá por esconderse en cuatro paredes. Limpio la pequeña sala, desde trapear, hasta quitarle polvo a los objetos. Luego llega ella e insiste en que se lo deje a su cargo, porque luego estaré exhausta para ir a trabajar. —No te preocupes, mamá. —Siempre dices eso, Aryanna. Yo terminaré de hacerlo —insiste quitándome la aspiradora, estaba a punto de empezar a limpiar el alfombrado —. Es hora de que haga mi papel, tú ve a descansar, mañana será un día agotador. —Voy a estar bien. —Por favor... —me advierte con la mirada. ¿En qué momento ha regresado una parte de la mujer que creí haber perdido? Sonrío, dejaré que haga lo que desee, con tal de volver a verla así de ansiosa. ... Ha llegado la noche, voy a mi habitación. Tomo una ducha y me voy a la cama. Alargo la mano y la tomo de la mesilla de noche. Ha sido el regalo de mi padre, no creí que la usaría, ahora es mi compañera. El cuadernillo, un objeto de infinito valor para mí, ahí he dejado todo lo que siento y se me atora en el alma, lo he tomado en mis manos. Ligera, pero carga con un enorme peso entre sus páginas. He vaciado mi corazón en cada línea escrita, párrafos enteros que si tuvieran voz, expresaran la desazón que tengo en el pecho. Esa tristeza está atrapada en las capas de mi piel, y quiero muchas noches gritarla al mundo, al final me conformo con poder susurrarselo a la almohada. Empecé a escribir desde la muerte de papá y mi pequeña hermanita, desde entonces se ha vuelto un método que saca de mí todo lo que no hilo con la voz. Escribo para no sentirme sola. »Me derriba en consecuencia un fugaz anhelo por regresar el tiempo, saber que un retroceder es cosa de soñadores tontos, anula la idiotez que siento por devolver las agujas del reloj, la inquebrantable urgencia por guiarlas a la izquierda, el ritmo que baila el pasado, una pieza que no suena ahora«. Es la introducción que está en la primera hoja, luego de adentrar la vista por la siguiente, y finalmente escrudiñar otras sombrías, llenas de arrugas que confiesan cuanto he llorado al escribirlas. Es hora de pasar la página, pero no evito leer el antaño, rememorando de inmediato el peso que causa dar un paso atrás. La caída repentina y el impacto final llega, una profunda inmediatez que aloja cristales sobre mí, escarlata ya lo pinta todo y doy un rápido parpadeo haciendo que se desvanezca el recuerdo de mi desesperada decisión. Mi antebrazo guarda un poco de eso, cicatrices que surcan mi piel, dándole un aspecto poco agraciado, antiestético. Cuando no cubro esa parte de mi cuerpo y lo dejo a la vista de muchos curiosos, no me importa, ellos pueden creer lo que quieran, pero si tuviera que explicarlo, me inventaría una historia. Diría que ha sido el arañazo de un felino, y no esa persona abrumada que se aventó a la estupidez. Ya no soy esa, ni regresaré a esa etapa de tormento, y no voy a mentir, me veo tentada muchas veces a tirar la toalla, pero no vale la pena ejecutar la desgracia, suficiente con los malos días, basta con seguir respirando, tengo un motivo, con nombre propio, yo llevo su apellido, es mamá. Lunes, 02 de Enero de 2020. Vacío, inexplicable agujero que devora la ilusión, sueños, rotura que no halla la aguja ni el hilo para solucionarlo. Han pasado dos meses desde que radica en mí la nostalgia, me abrazo a mí misma, pero no entro en calor, sigo en un crudo invierno, y no hay una fogata que derrita la pesadumbre que siento. Se han ido. ¡No puedo hacerme a la idea! Es desgarrador, un disparo al corazón. No le deseo esto a nadie, es una sensación desagradable, estás respirando, pero es como si no hubiera oxígeno en realidad. Ahogada, desesperada y en busca de cómo seguir el decurso, he atentado contra mi vida. Ahora me doy cuenta que solo ha sido una tontera. Prefiero atreverme dejar en papel lo que no puedo guardarme, en lugar de vencerme y de irme a la inconsciencia eterna. No es fácil... Es algo más que un reto... Una hora se le suma al día y se multiplica el dolor. Llega el acreciento con ferocidad, lo trae la noche; cuando se levanta el sol, me estrello contra la realidad, no volverán, su sonrisa que calma, sus besos que curan, el sonido etéreo de su voz pronunciando un "te amo". Todo se ha ido, experiencia e inocencia, dulzura y ternura, papá y Mariola no tienen un pase de vuelta, por eso debo resignarme a que su viaje no tiene retorno. Los echo tanto de menos, no creo que encuentre las palabras correctas para insertar el dolor que causa la ausencia, aún si lo hiciera, las líneas no podrían expresar lo que siento, es demasiado. Decidiré si cambiar los puntos suspensivos o no. Pero... Todo se ha quedado en la pausa, y si se reanuda no será la misma continuación. Suspiro. Tomo el borde de la hoja y la paso, mis ojos recorren la página en blanco. Siento que ya es hora de escribir un nuevo inicio. Tomo el lápiz, pero al afincar sobre el papel se le rompe la punta. ¿Es una mala señal?
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