Sentí que mis latidos se detuvieron y que el aire me abandonó de golpe, al igual que yo, mi primo se había puesto pálido de miedo.
—¿Natalie? —su mirada brilló con reconocimiento—. ¿Acaso alguien…?
—¡Me he cortado yo sola en un accidente! —grité rápidamente, con un tono de voz demasiado agudo, que demostraba lo asustada que estaba.
Ethan me miró fijamente a los ojos, dudando y obligándome a mantener contacto visual. Su mirada no podía revelarme nada, pero noté que se había relajado con esa excusa.
—¿Es eso verdad? —preguntó serio—. ¿No me mientes?
—No, es verdad —mentí con convicción y culpa. Él me miró fijamente.
—Más te vale que sea verdad —respondió duramente, sosteniéndome la mirada. Entonces suspiró y su mirada se ablandó—. Ven, vamos.
Tomó mi mano con sumo cuidado, y me llevó
