La adrenalina corría por mis venas, no tengo idea de cómo corrí tan rápido sin que los guardias me vieran por el claro de la luna, me pegue como un chicle a la pared y subí ese árbol como si mi vida dependiera de ello, aunque en realidad si depende, asome un poco mi cabeza para ver la posición de la cámara y cuando volteo me zambullí dentro del balcón e ingrese a la habitación en el momento justo en el que la puerta estaba por abrirse, me metí con rapidez a la cama y comencé a calmar mi respiración, él pasó por enfrente de mí y abrió la puerta de lo que asumo es el baño para luego encender la llave del lavamanos, Dios, nunca había sentido mi sangre fluir con tanta fuerza por mis venas, fue como si acabara de correr una maratón, y justo cuando estaba por relajar por completo escuche su voz.
- Creo que te había dicho que no podías salir de aquí. ¿O me equivoco?
Abrí los ojos y trate de mostrarme confundida, nadie me había visto, estoy muy segura de eso, de haberlo hecho me hubiesen perseguido o los perros atacado, estas personas no parecen de las que perdonan solo porque soy mujer o la invitada de su jefe por lo que estoy segura que nadie, ninguno de ellos me vio.
- No he salido de la habi….
- No me gusta que me mientan, quizá estás muy tranquila, pero hay mucho que te delata.
Me tomó de las muñecas y me sacó de la cama, había corrido por el patio, por lo que mis pies estaban sucios y mi cabello despeinado. Además, tenía un pequeño arañón en uno de mis hombros debido a la forma tan presurosa con la que subí el árbol para volver a entrar.
- Mira tus pies, y a menos que hayas tenido se*o con uno de mis guardias, solo el haber corrido explicaría la forma tan alborotada en la que está tu cabello y no hablar de esta pequeña herida. Me tomó por el hombro sin cuidado, lo que me hizo hacer mala cara, me ardió - ¿Qué hacías fuera de la habitación? Y no te atrevas a mentirme.
- Lo siento, solo escuché ruidos raros y me ganó la curiosidad. Él hizo una mueca.
- Pequeña niña, la curiosidad mató al gato, no te lo enseñó tu madre.
- En realidad, ella no tenía tiempo para enseñarme cosas que me salvaran la vida. Me disculpo por entrometerme, no debí salir, no volverá a pasar.
- Claro que no pasará, no sé cómo los idiotas que tengo en la seguridad no te vieron, de hecho, si no hubieses gritado afuera del granero, estoy seguro que ni yo mismo te hubiese visto. Te agachaste muy despacio, Mia Cara. Tomo un mechón de mi cabello y lo llevo hasta su nariz – Admito que me sorprendiste, pero ahora no podrás salir de aquí hasta que yo te lo indique. Solo moverás esas hermosas piernas cuando yo lo requiera. ¿Entendido?
Solo asentí, eso debió haberse escuchado muy machista, pero para mí fue muy excitante, de hecho, mi boca se ensalivó de solo escuchar lo que dijo, y no estoy segura de la cara que hice, pero él sonrió llevo su mano detrás de mi nuca y me atrajo hacia él besándome de una forma tan intensa que mi entrepierna se humedeció, no estoy segura de como describir las sensaciones que siente mi cuerpo cuando sus manos están sobre mi piel, es como una corriente eléctrica que me invade, que recorre cada fibra y todas se posan en un mismo lugar, el interior de mis piernas, y como si se tratara de algún mago que lee mis pensamientos, justo a ese lugar prohibido llevo una de sus manos, yo tengo un vestido, uno que aunque es muy corto si se había subido al momento de acostarme y no me dio tiempo de acomodarlo cuando él me levantó, por lo que se le hizo muy sencillo tocar mi ropa interior que se encontraba completamente empapada de mis líquidos.
- Valla, pero qué traviesa eres, ¿cómo puedes estar tan mojada, mujer?
Sus dedos rozaron la tela de mis pantis y un jadeo salió de mi boca, no lo pude contener, sus dedos aún no tocaban mi piel, pero yo sí sentía como solo aquel pequeño rose me hacía llegar al cielo, NUNCA NI EN MIS SUEÑOS IMAGINE QUE SE SENTIRÍA ASÍ, mi madre describía todo esto de otra forma, incluso me había hecho tenerle miedo, pero él, sus manos, sus labios, su mirada me hacían disfrutar tanto de lo que sé solo es un pequeño preámbulo de lo que en realidad es el s*x*.
- ¿Cómo saliste de la habitación?
- Bajé por el árbol junto al balcón.
- ¿Sí?
- SÍ. Otro jadeo más salió de mi interior cuando sentí que apartaba la tela de mi piel.
- ¿Y cómo hiciste para llegar hasta el granero?
- Solo caminé, ah, pegada a la pe-red- ah. Dejo de tocarme para que pudiera terminar de hablar – Y luego solo esperé que los guardias pasaran y corrí hasta la ventana.
Me tomo por ambas piernas y me cargo pegándome a la pared, sin dejar de besarme, bajo por mi cuello dejando besos húmedos por mi cuello para luego con una de sus manos bajan una de las mangas de mi vestido y descubrir que no llevaba sujetador puesto, hizo mala cara, pero aun así tomo uno de mis rosados pezon*es y lo llevo hasta su boca, lo lamió, beso, chupo y mordió a su antojo mientras yo solo gemía de placer, y jugueteaba con el cabello detrás de su nuca, de vez en cuando bajaba la mirada para apreciar la hermosa imagen de él con uno de mis senos en su boca.
- Y ¿qué viste cuando llegaste a la ventana? Tomo mi barbilla y me hizo mirarlo a la cara – Dime, ¿qué te hizo sentir lo que viste?
- Vi cómo torturaban a ese hombre, primero. Intente apartar la mirada de la suya, pero no me dejó hacerlo – Primero me dio miedo, pero luego me sentí extraña.
- ¿Extraña?
- Sí, fue como esa vez que le disparaste a ese hombre que intentaba abusar de mí, me dio miedo tu actuar, pero luego sentí alivio comprendí que ahora ese hombre ya no puede hacerme daño porque ya no respira, no sé qué hizo quien está en tu granero para que lo electrocutes, pero supongo que, así como esa vez lo hiciste por mí ahora lo haces por alguien más.
Él sonrió y volvió a besarme, siento que de alguna forma mi respuesta lo complació y sí, sé que sonó loca, prácticamente estoy justificando a un asesino, pero ¿Y si esa es la única y verdadera forma de proteger a los que amamos?, además estamos hablando, y ya no tengo dudas, que este hombre hace parte de la mafia, de los rangos más altos, se encuentra entre los poderosos de Italia, quienes toman las verdaderas decisiones y estas personas no andan con rodeos para sacar del camino a las piedras que les estorban, sobre todo si se meten con su familia, y escuche muy claro que preguntaba por su sobrina. Siguió besándome hasta que se escuchó un toque en la puerta, él no se despegó de mí y volvió a escuchar que tocaban la puerta, de mala gana dejo mis labios y dijo un “Inoltrare” (Adelante), Filiphe entro, pero no levanto la mirada, mantuvo sus ojos en el piso, mis pechos estaban al aire y mi cara se pudo roja de la vergüenza, trate de cubrirme, pero él no me dejó hacerlo, en cambio, puso su mano y me tapo con ella.
- Lo siento, señor Lombardi, pero ya la ubicamos.
- Perfecto.
Me bajo de sus brazos y yo no lo podía creer, antes lo habían llamado “Demonio” y ahora “Señor Lombardi”, acaso él es, no, no puede ser, no pude haber terminado en los brazos de quien tanto escape, mi madre deseaba con todas sus ansias que una de sus hijas fuese su mujer, y la forma en la que lo describió era la razón de todas y cada una de mis pesadillas. Él estaba por salir de la habitación cuando volteó para verme, yo estaba perpleja sin poder crearlo.
- Pasa algo. Me miro con el ceño fruncido.
- No. Mi respuesta no lo convenció, se acercó a mí muy lento, como si me estuviera asechando, y mi cuerpo comenzó a temblar. Saqué la valentía, no sé de dónde para preguntarle – Es decir, solo tengo una duda, puede respondérmela. Él asintió – Escuché hace un rato que lo llamaron Demonio, y ahora bueno. Él sonrió, una sonrisa maliciosa.
- Eres inteligente. Miro a Filiphe y sonrió aún más – No me he presentado que falta de cortesía, mucho gusto, Jocelyn, soy Mauridcio Lombardi, o como todos me conocen, el Demonio Lombardi. Tomo mi mano y la beso – No vuelvas a salir, no te gustaría saber lo que pasa cuando me desobedecen.
Sin más se fue, maldita sea mi suerte, no solo terminé en el lugar del que escapé, sino en los brazos del hombre por el cual decidí salir corriendo. Dios, ¿por qué me has hecho esto?