CAPÍTULO 16 | LA TINA

1425 Words
Desperté al día siguiente, al moverme sentí un poco de incomodidad en la parte baja de mi vientre, lo que hizo que a mi cabeza se vinieran todos los recuerdos de la noche anterior, lo hicimos y se sintió delicioso, no pude evitar sonreír, me moví un poco más sobre la cama y sentí que había algo detrás mio así que me voltee encontrándome con la hermosura estampa de hombre que anoche me hizo suya, estaba tan tranquilo que no pude evitar levantar mi mano y llevarla lentamente hasta su cara, pero tan pronto como estuve cerca de su piel su mano le la sujeto y abrió los ojos de golpe girando por encima de mi haciéndome quedar sometida ante su imponencia. - Mauridcio. El tono que use fue un poco de reproche, su movimiento brusco me hizo sentir un poco más de incomodad entre mis piernas, pero al mismo tiempo sonó tan familiar, como si estuviera acostumbrada a decir su nombre, como si esa no fuera la primera vez que me atrevía a llamarlo por su nombre de pila con tanta soltura que incluso vi en su cara como le sorprendió que lo llamara de esa forma tan cercana. - Debes tener más cuidado con tus movimientos, un hombre como yo tiene los reflejos muy desarrollados, no es fácil sorprenderme Cara. - Lo siento, solo sentí curiosidad, es la primera vez que te veo tranquilo, sin el seño fruncido o dando órdenes. Eso último hizo que una pequeña sonrisa brotara en los labios del hombre, claro que no era normal verlo con el aura tranquila, y mucho más sorprendente es que él amaneciera con una mujer en su propia cama, tenia reglas, reglas que anoche había roto con ella. No estaba con una mujer sin protección, No dormía con ella, No se les permitía ingresar en su habitación privada y mucho menos acostarse en su cama, No podían hacer preguntas, No podían verse inmiscuidas en su vida y mucho menos tenían permitido llamarlo de esa manera tan cercana, él es El Demonio Lombardi, algo que le gusta que la gente recuerde con letras mayúsculas, el que su nombre sea motivo de temor, de desvelos por las pesadillas, de malestar por el miedo de ser los siguientes en su lista de enemigos le parecía de lo más exquisito. Ser temido e idolatrado son de las cosas que Mauridcio más ama, el ego de saber que cuando él llega a un lugar todos se centran en su presencia, mirar como los cuerpos se tensan ante su paso, como las pieles se erizan por el miedo de que algo en la estancia no le agrade o de cometer, aunque sea un solo error, todos en Italia saben que él no perdona, que no tolera los errores y que no hay excusa que valga para que no sean sometidos a sus juegos perversos. Pocos son los que conocen que él es el hermano menor del Capo y que esa es una de las muchas razones por la que tiene un poder casi que ilimitado, solo su hermano está sobre él, solo el Señor de Italia era su semejante, habitualmente Carlo se encargaba personalmente de sus juegos macabros para tortu*ar, pero cuando quería que el miedo de los que tenia en frente fuera mayor llamaba a su pequeño hermano, en su mundo Mauridcio se había encargado de hacerse acreedor de una reputación que hacia temblar a todos, una que genera pánico, él solo se encargo de dejar claro que merecía estar siempre a la derecha del Capo y ocupar el lugar de su hombre de mayor confianza, de conocer todo de los negocios e incluso manejar varios de ellos a su manera, al punto que no había mucha diferencia entre él y su hermano para la gente de las calles, pero su lealtad es tanta que incluso él besa los anillos del Capo, le hace reverencias, todo eso para dejar claro que el poder, que el mundo yace en las manos de Carlo y que incluso él que tiene un gran poder es su súbdito, así dejaban más claro que el agua que el poder de la Famiglia no debía ponerse en duda, la corona es puesta por nacimiento y su hermano la tiene desde el mismo instante en el que sus ojos se abrieron fuera del vientre de su madre y sus pulmones recibieron los primeros gadejos de oxígeno, misma que en algunos años pasaría a su sobrina a quien también estaba dispuesto a servir como con su hermano. - La curiosidad mato al gato querida Jocelyn, además, deberías estar dormida. - Y perderme la majestuosidad de su serenidad, es mejor estar despierta. No pudo evitar sonreír, que mujer descarada, no era la misma que hacia unos días, un poco de confianza y pasaba esto, no le desagradaba, en sus ojos seguía esa inocencia, además, podía jurar que todo era su culpa, pues el mismo había decidido romper las reglas y llevarla justo donde estaba ahora un lugar exclusivo que nunca nadie había tenido antes, uno del que sería muy difícil sacarla. Se levanto de la cama y miro el reloj, 10:00 a. m., ¿En que momento el tiempo había pasado tanto?, anoche luego de la faena que habían tenido ella se había quedado dormida de inmediato, quiso llevarla a otra de las habitaciones, pero ella se acurruco en su pecho de una manera que su cuerpo se tensó, los bellos de su cuerpo se erizaron haciéndolo saber que aquella cercanía le agradaba, cada centímetro de su piel le gritaba que no la quitara, que su tacto le agradaba de sobremanera, mientras que su cabeza le decía que romper sus propias reglas le traería grabes consecuencias, al carajo con las consecuencias, ya se había acostado con ella, la había hecho suya, y en unos pocos días regresaría al burdel y perdería toda la relevancia que ahora tenia, o eso fue lo que pensó en ese momento. Ambos continuaban desnudos, por lo que al ver como las sabanas no lograban tapar de todo su cuerpo no pudo evitar la tentación y la tomo de la mano y la llevo hasta el cuarto de baño donde ingreso con ella a la bañera, no solía repetir con una mujer, una follada era más que suficiente para saciar sus deseos y seguir con su vida, las mandaba de vuelta a donde habían salido y se olvidaba de ellas, pero con ella no pudo, verla de esa forma en su cama hizo que su libido volviera a despertarse y deseo volver hacerla suya. La tina tenia espuma y un aroma delicioso gracias al gel de baño y las esencias que había puesto en el agua, quería relajarse, y nada mejor que una sesión de se*o mañanero para eso, la metió dentro para luego entrar él colocándose detrás de ella, tomo la esponja de baño y comenzó a frotar de manera sensual su espalda, la sensación que corría por el cuerpo de Jocelyn es única, porque mientras le frotaba la espalda con su otra mano acariciaba uno de sus senos haciéndola lanzar la cabeza hacia atrás y ponerla sobre su hombro. Dejo la esponja a un lado y la hizo voltear para ponerla de frente a él con las piernas abiertas alrededor se su cintura, para luego tomarla por la nuca y llevarla hacia él, que sensación tan maravillosa, la beso con tanta posesividad que incluso el mismo sintió que era completamente suya y que no quería que fuera de nadie más, se separaron cuando su cuerpo les grito la necesidad de respirar, pero entonces sintieron el roce de sus sexos desnudos y como si se tratara de dinamita la tomó por el cabello haciendo que lo llevara hacia atrás para que le diera más acceso a su cuello, lamió, chupó, beso y mordió desde su mandíbula hasta el valle de sus senos. Su cabeza le gritaba que parara, que nada de lo que hacía era coherente con sus amantes anteriores, pero ese era justo el problema, desde que la vio detrás de aquella barra nada había sido igual, de haberlo sido solo la hubiese tomado esa misma noche, la hubiese seducido y hecho suya sin importarle y luego regresarla con Mario, pero en cambio se preocupó por ella, la sacó de ese bar de mala muerte y la puso a su lado en un lugar seguro. El Demonio Lombardi no sabía bien lo que le pasaba, pero algo está claro, sus besos y pensamientos se han hecho uno solo con su piel.
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