¿Qué fue lo que hice?
— Oye Lindo, necesito hablar contigo — Estoy nerviosa, de verdad no quiero romperle el corazón.
Automáticamente, su expresión se torna afligida, el simple hecho de usar esa frase, es presagio, que nada “bueno” viene a continuación. Entre balbuceos y frases entrecortadas, intento decirle la verdad, pero, en ese momento, me doy cuenta que Leonel, no está observando y como la estúpida que soy, hago exactamente lo contrario de lo que pensaba. Movida por un impulso y motivada a darle celos al imbécil, me lanzo a besarlo tomándolo del cuello
— ¡Ahora sí, la terminaste de embarrar Jennifer! — pienso.
Movida por un impulso de idiotez, terminé enredada en mis propias tonterías, se supone que aclararía las cosas con Adrián, seria sincera, confesándole que solo puedo verlo como un amigo, pero no, aquí estoy, guindada de su cuello, dándole un beso que me resulta tremendamente incomodo, mientras Leonel nos observa tras esa pared.
Instintivamente, entreabro los ojos y puedo ver su expresión afligida. Debo confesar que esa no fue la reacción que imaginé tendría, pensaba que vendría furioso caminando hacia nosotros, me halaría del brazo y me arrinconaría en la pared más cercana, para probarme que los únicos besos que disfruto son los suyos, pero no, todo lo contrario, se marchó de allí, sin decir nada.
— ¡Wow, hermosa! Ese es el mejor beso que me han dado — dice tan pronto nos separamos, mientras que yo, desearía que la tierra me escupiera en Groenlandia.
— ¡Discúlpame, ¿Si?! No debí hacerlo, fue un impulso — Respondo apenada.
— ¡No tengo nada que disculparte! ¡Me encantó! — Hace una pausa y me toma de las manos — ¡Entonces! ¿Eso quiere decir que aceptas ser mi novia? — una corriente helada, recorrió mi espalda, sentí seca la boca — ¡Novia! Esa es una palabra muy fuerte — pienso muerta de pánico.
Mi inmaduro accionar, desencadenó una serie de malas decisiones que iniciaron con mi cobardía al responder esa pregunta — ¡Sí! Justamente eso —
Emocionado, me abraza con fuerza pegándome a su pecho, vuelve a besarme, pero esta vez, me quedo como una estatua, de reojo veo como Leonel se marcha de allí con la cabeza gacha, un nudo se me forma en la garganta, así como un fuerte impulso de seguirlo me surge de la nada.
— ¡Muero de ganas por contarle a todos! Las chicas se van a poner muy contentas —
— ¿Uhm? Perdón ¿qué dijiste? — No le preste nada de atención a su comentario.
— ¡Vaya creo que estas en la nubes todavía! — Sonrío a duras penas.
— Algo así, perdón pero debo ir a casa — le da un beso en la mejilla.
— No de ninguna manera, yo te acompaño — Dijo dándome un pico en los labios.
— No guapo de verdad, no es necesario, tengo mucho que hacer en casa, debo ponerme al día con las materias. Te llamo luego —
Antes que pudiera decirme cualquier otra cosa, Salí de allí prácticamente corriendo. Necesitaba aire, me sentí asfixiada por mis propias mentiras.
— Entonces, así de rápido esta con otro señorita González —
— Ese no es su problema, ocúpese de sus asuntos y déjeme en paz — Respondí con el pulso fuera de control.
Nos quedamos viendo fijamente, retándonos como de costumbre, salvo que esta vez, quise percatarme de nuestro alrededor y afortunadamente no había nadie que pudiera vernos.
— ¡¿En serio?! Con ese tipo — Dijo acortando la distancia entre nosotros.
Guardando la compostura no dije nada, simplemente busque las llaves del carro dentro de mi bolso y controlando el temblor de mis manos, intente abrir la puerta, pero, con el peso de su cuerpo me lo impidió.
— ¡Claro! Salga corriendo, es lo mejor que sabe hacer —
Voltee a verlo con reproche, me estaba acusando de cobarde y me estaba hirviendo la sangre, pero, no estaba dispuesta a ceder ante sus provocaciones — Solo quiere jugar conmigo, esta así porque siente el ego herido — pienso, esforzándome por ignorarlo. Finalmente consigo subirme al auto, furioso me mira a través del cristal, pero no pienso dejar que me afecte, por lo que pongo en marcha el vehículo y me retiro a casa.
Son demasiadas cosas en las que tengo que pensar — ¿En qué momento mi vida se convirtió en este desastre? — pienso. Me cuesta trabajo asimilar haber perdido el control de lo que me sucede, en unos pocos meses, todo lo que creí conocer de mi misma se fue por el caño, incluyendo mi carrera que era lo más sagrado, está sufriendo las consecuencias de mis decisiones impulsivas.
Llego a la residencia y en el pasillo me topo con doña Carmen, que no pierde detalle de lo que me pasa — ¡Niña veo que ese mal humor no se le quita! — comenta insidiosa. Respirando profundo para no cometer una locura, sigo de largo ignorándola por completo, aunque, azoto con fuerza la puerta de mi habitación para darle más motivos para que hable — ¡Si va a andar diciendo estupideces, que sea con gusto! — Suelto el aire y me recuesto de la puerta cerrada.
Tengo tantos pendientes por hacer, que no tengo idea de cómo empezar, me tiro en la cama mirando al techo, con la esperanza que las ideas surjan solas, pero lo único que consigo, es repetir en mi cabeza la expresión de Leonel mientras me veía besando a Adrián. Sin embargo, inmediatamente después, aparecía su agria imagen en el estacionamiento, siendo el mismo patán de siempre…
— Toc, toc, toc —
— ¿Quién podrá ser? No estoy esperando a nadie — me levanto de mala gana — Seguro es la vieja metiche. — Al abrir la puerta me llevo una enorme sorpresa.
— Traje Cerveza y alista de pollo — Es Fanny quien entra sin esperar permiso. Loca las bolsas sobre la mesa de comer y me mira con cara de “No te quedes ahí parada”
Del pequeño gabinete, sacó platos y otras salsas para acompañar y meto el resto de las cervezas en la nevera, pues de un tirón me bebí la que Fanny me ofreció al llegar. No puedo describir lo mucho que la necesitaba.
— ¡So! Me dirás lo que pasa o necesitas más trago — Dijo levantando la ceja.
— ¿Qué me pasa de qué? — me hago la loca.
— ¡Ok! Mas trago entonces, menos mal que vine preparada — involuntariamente tuerzo los ojos, porque sé que lo que me espera. No se ira de aquí sin saber lo que vino a averiguar.
Para romper el hielo, comienza a contarme un sinfín de cosas que hizo durante el fin de semana, se escucha bastante entusiasmada, de hecho, hay cada cuento, que me cuesta creer que esta chica quiera ser una representante de la ley, cuando claramente tiene problemas para respetar algunas reglas.
— ¿No te parece que es suficiente vida loca? — Intento hacerla recapacitar.
— Mamita, la vida es una sola y es muy corta para vivirla con arrepentimientos y dentro de una caja ¡Hay que gozarla y ya! — Levanta su cerveza y la bebe de un tirón — ¡Vamos! ¿Qué esperas? ¡Bebe! — casi me hace ahogar con el trago.
A veces quisiera ser tan despreocupada como ella, vivir sin temor a lo que digan los demás, para satisfacer mis propios deseos, libre de complejos e inseguridades. Por ese lado, tiene toda su admiración, así me parezca que su estilo de vida es demasiado loco. Seguimos las siguientes horas, bromeando y bebiendo, prácticamente jugando como niñas pequeñas — ¡No tenía idea lo mucho que me hacía falta! — pienso, mirándola ponerse las guirnaldas playeras en el cuello.
— ¿Sabes? Deberíamos irnos de paseo, como antes, solo chicas — de pronto guarda silencio.
— ¿Qué paso porque te callas? —
— Es que recordé que ahora tienes novio — Levanta rítmicamente las cejas.
Con ese comentario, toda la paz que había logrado alcanzar se disipó, empecé a sentirme culpable, por haber sido tan cobarde de aceptar ser “novia” de Adrián, por una tonta jugada de celos.
— ¡Vaya! Eres la primera mujer que conozco, que inicia una relación y no se ve nada feliz de hacerlo — dice lanzándome una almohada.
— ¡Ay ya no molestes! Mejor cuéntame ¿Cómo sabes eso? — me cruzo de brazos.
— ¡Ay ajaaaa! Es muy fácil, soy buena amiga de tu novio, tan pronto le diste el sí, corrió a contarme — presumió.
— Mmmm, así que lo hizo — Rezongo.
— ¡Vamos! ¿No me digas que estas celosa? — Se coloca las manos en la cintura.
— ¡Nooo! Nada que ver, no digas tonterías —
Cambiamos de tema, seguimos compartiendo y bebiendo después de varias latas, el alcohol comenzaba hacerme efecto, me andaba riendo como loca y tenía dificultades para caminar, entre risas le confieso a mi amiga — No puedo beber más, estoy oxidada — ella suelta una sonora carcajada.
— Shhhh, que nos va a correr la vieja metiche — volvemos a reír como dementes.
— ¿Ahora si me dirás lo que pasa? — Inquiere a media lengua.
— ¿A ver, que quieres saber? — La desafío perdiendo el equilibrio y cayendo en la cama.