Despertar en el suelo no era la forma ideal para que durmiera mi cuerpo o intentara incorporarme. Mi espalda palpitaba y mi vejiga me gritaba, y esa no era la llamada a despertar que quería. Ver a Olivia dormida con la mano en las palomitas de maíz junto a mí casi lo compensaba. Esa decisión tendría que esperar hasta que llegara al baño. Después de una carrera al baño, donde casi me resbalé del asiento y derramé agua al lavarme las manos camino a la cocina, me puse a trabajar en hacer la taza de café más grande para los dos. Ahora que estaba en algún lugar querido, había podido probar todas las diferentes cremas para el café y era lo mejor de mis mañanas después de despertar con una sonrisa y ruborizarme. —¡Maldición! —gritó alguien desde el porche delantero. Sonaba como un Draco enf