Poco a poco salí a la superficie, la falta de oxigeno ya me pedía aire, era insoportable no poder respirar bajo el agua, al salir, todo me parecía tan extraño, ya era de noche, no había personas en la orilla del mar y eso además de alegrarme, me preocupaba, necesito volver, Lotán me tendió una trampa y yo caí, por todos los dioses, seis meses serán dos años en Aquaria, ¿Qué haré? Necesito volver antes y no se cómo hacerlo… Comenzaba realmente a desesperarme, miraba a todos lados buscando algo de ayuda, de pronto escuché la voz de alguien
—¿hola? ¿puedo ayudarte con algo?— me pregunto acercándose un poco, giro para verla y nuestras miradas se encuentran, quedo totalmente sorprendido al verla, tiene unos ojos azules, tan azules como las mismas profundidades del océano, tan azul como el rayo del mismo Zeus o el cabello flameante de Hades, salí de mis pensamientos parpadeando un poco, realmente necesitaba ayuda
—¿podrías ayudarme? creo... creo que estoy perdido, yo... yo no pertenezco a este lugar, yo...— tartamudeaba un poco, ella hizo una mueca rara en su rostro, parecía confundida
—tranquilo, dime ¿cómo te llamas? ¿de dónde vienes? — me pregunta, pero no lo sé, sé que de Aquaria pero no me creerá si se lo digo, niego, miro a mi alrededor, estoy asustado, necesito pensar, siento un agujero en el pecho, necesito irme
—yo... no lo sé, yo... creo que estoy perdido— toque un poco mi frente, sentía un dolor extraño, un líquido rojo brotaba de ella, ¿golpe? Tenía un golpe, sangre… en la tierra es color rojo
—tal vez... en esa bolsa que llevas ahí, tengas tu identificación o algo que nos pueda decir de dónde vienes— sus palabras me iluminaron, sonreí de lado y retiré la correa de mi cuello, dejándome caer en la arena para revisarla, aquí debe venir algo, algo que me ayude a saber donde estoy, tal vez así sea más fácil volver a casa
—claro, mi bolsa, ahí debe venir algo ¿no? — digo tratando de sonar esperanzado, le doy vuelta y caen mis pertenencias, mis pergaminos, algunos libros, mis cubiertos, algunos esqueletos marinos que traje, pero nada de esto me serviría, maldición
—tal vez en tu billetera— la miro haciendo una mueca, ¿billetera? No sé que rayos es eso, al no hacer nada, su cara muestra una sonrisa nerviosa, quiero reir
—muchos chicos la llevan en su bolsillo trasero del pantalón— me dice un poco asustada mordiendo su labio inferior, creo que es linda, ¡pero claro! Las billeteras, son un pequeño rectángulo donde se guarda dinero y otras pertenencias, sonrío ampliamente, me llevo las manos al bolsillo y sonrío, ondeo hacia atrás mi cabello, es precioso hacerlo libremente, el agua a veces hace que se me pegue todo al rostro, rebusco un poco y entonces me doy cuenta de que si llevo una, abro la billetera, saco la identificación y comienzo a leer en voz baja, Fraco Espindola, mierda, si me dio el nombre que le pedí, mierda, tengo una licencia de conducir ¿soy una persona real? ¿realmente lo hizo? Una dirección ¿viviré ahí? ¿tengo más familia? ¿seré una buena persona?
—¿y bien? ¿quién eres? — me pregunta con una sonrisa en sus labios rosados y carnosos, no puedo decirle, me creerá un loco, debo primero saber quién soy y si soy una buena persona, vuelvo a mirarla, sus ojos azules son los más lindos que eh visto antes, tal vez sea confiable, pero tal vez no…
—no... no puedo decirte, yo... solo dime como llegar a este lugar— le señalo la dirección que viene marcada en la licencia, entrecierra los ojos, se ve graciosa haciendo eso, debería usar lentillas si no ve bien
—bueno, no queda tan lejos, igual y te puedo acompañar solo...— niego, no la puedo tener cerca, me descubrirá, meto de nuevo la identificación a la bulletera y de nuevo la guardo en el bolsillo de mis jeans mientras me tiro al piso para recoger mis pertenencias, intenta ayudarme pero es mejor que no descubra lo que tengo, me separo de ella, sin mirarla, no creo que sea confiable, no debo confiar, no aún, no hasta comprobar que estoy bien, que puedo hacer esto solo, debo volver a Aquaria…
—es mejor que me vaya, la dirección que buscas es cerca, solo... sigue por esas rocas, sal a la calle y sigue la carretera, verás un señalamiento y ahi están las cabañas, suerte— sigue hablando, quiero que guarde silencio que se vaya, necesito pensar, estoy muy asustado, aunque tal vez ella me pueda ayudar, debería preguntarle su nombre, termino de guardar mis cosas y elevo la vista, entonces noto que ya no está, la chica de increíbles ojos azules se ha ido.
Comienzo a respirar agitadamente, estoy perdido, no llevo una camiseta puesta, aunque estoy en el mar, no creo necesitarla, nadie me vería raro, algo dijo ella de unas cabeñas, algo así le entendí, tal vez si hablo con alguna otra persona pueda encontrar el camino a mi casa.
A lo lejos, pude ver a un chico limpiando una base de madera a la que llamaban mesa, sonreí
—¡Oye! Hola, disculpa…— le digo alzando una mano, el chico sonríe y un poco
—¿te puedo ayudar en algo? — me pregunta acercándose a mi, asiento
—estoy buscando estas cabeñas, no soy de aquí y realmente necesito llegar— suelta una risa nada discreta, frunzo el ceño ¿le parezco muy gracioso? solo soy una persona desorientada y con un golpe horrible en la cabeza
—son cabañas y realmente están muy cerca, pero creo que primero deberías buscar una camiseta y curar esa herida, no se ve profunda, pero es mejor prevenir alguna otra cosa— rasco mi nuca, realmente quiero irme, me siento incómodo, pero tiene razón
—perdí mis cosas, le mar golpeó mi barco y creo que ahí perdí el resto de mi ropa— asiente y lo veo entrar por una pequeña puerta de madera, minutos después sale y me entrega una camiseta negra y una especie de saco deportivo
—no se que número seas de zapato, pero espero te queden, si la policía te ve medio desnudo o descalzo, tal vez podría multarte— entre más hablaba, menos comprendía, practiqué las palabras básicas, pero ¿multarme?
—soy Elton por cierto ¿y tú? — me pregunta estirando su brazo, ok, eso es un saludo, estiro el mío y le doy un apretón de manos
—Franco— le digo sin verlo, asiente y lo veo sacar algo extraño de un pequeño maletín
—voy a colocarte una gasa y alcohol en la herida, dolerá un poco, pero te sentirás mejor, tranquilo— asiento y paso saliva, Elton moja el pedazo de tela con el agua transparente y cuando lo coloca en mi frente, doy el más horrible de los gritos, el comienza a reír
—¿nunca te había pasado eso Franco? ¿jamás te habías golpeado? — me pregunta entrecerrando los ojos, niego
—en casa curamos a todos con plantas y mag….— me detengo cuando creo que hablaré de más, él también es un desconocido, no puedo confiar en alguien humano, no todavía…
—en casa curamos a todos con plantas y mag….— me detengo cuando creo que hablaré de más, él también es un desconocido, no puedo confiar en alguien humano, no todavía…
—es mejor que me vaya, muchas gracias por esto, en cuanto esté en mi casa, te lo traeré, lo prometo— le digo tratando de sonreír, asiente y nos despedimos
Estuve caminando por un largo rato, las personas reían y caminaban despreocupadas, mientras en mi mente todo era caos, confusión, no podré hacer esto, esperaba que todo estuviera bien hasta que volviera, no pensé que Lotán fuera a engañarme de esa manera, estoy seguro de que dijo algo más, pero ya no podía escucharla, aquí en la superficie las personas no hablan con los animales, después de mucho caminar, encontré las cabañas, la que yo buscaba era la numero tres, toque la puerta y del interior salió una mujer
—¿Franco? — me pregunta alzando una ceja, asiento un poco nervioso
—te estábamos esperando, eras el único que nos faltaba para empezar la reunión de nuevos inquilinos— la mujer me hace entrar, tomándome del hombro y haciéndome entrar a la pequeña casa, el interior es acogedor, calientito, en la pequeña sala se encontraban otros dos chicos, uno moreno de ojos negros de cabello rizado y alborotado y otro rubio, de ojos verdes y cabello corto, peinado hacia atrás
—ustedes vivirán aquí por el próximo semestre, los horarios para entrar y salir ya están en sus habitaciones, todo es compartido, las facturas las paga la Universidad y ustedes los alimentos así que es mejor que se consigan un empleo— la mujer hablaba mucho, perdí el interés, seis meses, estaré con ellos, tal vez… si los hago mis amigos, rayos no lo sé, tengo que pensar bien las cosas
—Franco, tu habitación es el número tres y ustedes dos, la uno y la dos— los miro y ellos asienten, deben conocerse de tiempo atrás
—bien, por ahora, pueden ir a descansar, los veo mañana y suerte en su primer último día de clases— nos da una sonrisa y la veo desaparecer detrás de la puerta.
—bien, por ahora, pueden ir a descansar, los veo mañana y suerte en su primer último día de clases— nos da una sonrisa y la veo desaparecer detrás de la puerta.
Giro mi vista a los chicos, ellos me dan un saludo con la cabeza y los veo entrar a sus habitaciones, no me dijeron sus nombres, pero tampoco me interesan realmente, lo que ahora me importa es poder salir de aquí lo antes posible.