Del amor al odio solo hay un paso, del odio al amor hay una infinidad. Si pudiera hacer realidad un deseo pediría que me amarás…
Ocho años atrás…
Amelie Davis se miraba al espejo una y otra vez sintiéndose nerviosa por su primer día en la preparatoria, se sentía nerviosa, sus piernas tiritaban como una gelatina. Respiró una vez, dos veces hasta que al fin se dio el valor de ponerse de pie de la silla que parecía atraerla a ella como si fuera un imán. En realidad, Amelie no deseaba ir a la preparatoria, no tenía buenos recuerdos de la escuela por lo que ya una vez había pedido a su madre que la enviara a un internado sólo de señoritas. Suspiro profundo al recordar que esa no fue una de las mejores ideas ya que no sabía que las niñas podían ser mucho más crueles que los niños. Las niñas por lo general hacen muchos comentarios sobre el aspecto físico de una persona y en su mente ella recordaba cada uno de ellos. “Miren a la gorda, ahí viene inundándonos con su grasa…”, “te acabarás todo el oxígeno del salón de clases”, “eres fea” … Amelie apretó sus puños sobre la mesita de tocador. Se miro una última vez sintiéndose cobarde por no tener el suficiente valor para hacer frente a todo ese dolor.
“Amelie, deseo que este sea un buen día para ti” se dijo aspirando una gran bocanada de aire. Se puso de pie y salió de su habitación escaleras abajo donde ya seguramente la esperaban sus padres.
Por suerte para ella, a la preparatoria a la que asistiría era una de las escuelas más prestigiosas del país. Su madre la había escogido especialmente porque era de las únicas en Manhattan que consideraba digna de ella. Amelie era una Davis, primogénita de la familia propietaria de la empresa de moda internacional más prolifera a nivel mundial. En los últimos años habían estado a la par entre las mejores marcas del mundo, sin duda alguna era su mejor momento por lo que su madre había insistido en que regresara del internado para que comenzara a introducirse en el mundo de la moda que algún día el imperio que sus padres habían forjado sería de ella. Por su parte su padre era el Ceo de D&B Company dirigía el imperio de moda que la madre de Amelie, Nora Davis había creado con el pasar de los años. D&B era una compañía de asociación entre dos familias, los Davis y los Becker.
Amelie apareció al pie de las escaleras donde sus padres ya la esperaban.
—Vamos Amelie, cambia un poco esa actitud, ¿Qué no eres una Davis? —comento su padre con crudeza.
Amelie hizo un gesto de sonrisa forzada solo para agradar a su padre. Era irónico que la heredera de un imperio global de moda fuera una gorda como ella.
—¿Estás segura de esto mamá? —pregunto ella aún indecisa por asistir a una escuela mixta.
—Hija, a tu edad las jovencitas comienzan a forjar su vida social, es importante que tengas amigas y amigos, amistades que se conviertan en un apoyo en un futuro y en las que puedas confiar, como prueba de ello tenemos a los Becker, tu padre, ellos y yo hace ya más de diez años que creamos D&B éramos amigos desde la infancia y, ¡mira todo lo que hemos logrado!
Su madre sonrío gustosa. Nora Davis era una mujer muy hermosa, cuerpo delgado, facciones delicadas, cabello sedoso y brillante, parecía una jovencita comparada con alguien de su edad. A su manera ella amaba a su hija, siempre trataba de animarla, aunque por dentro le preocupaba el hecho de que su hija tuviera sobrepeso, podía notar todas las inseguridades que acomplejaban a Amelie, pero no lo decía para no herirla.
—Está bien —musito.
—El chofer ya te esta esperando afuera, que tengas buen día pequeña, te irá bien, quita esa cara, mejor sonríe —le dijo su mamá plantándole un beso tronado en la mejilla como si aún fuera su niña pequeña, pero Amelie ya era una adolescente de 16 años.
—Adiós papá —se despidió con un abrazo de él. El señor Davis por lo regular era más seco con su hija, y no es que no la quisiera. En el pasado había intentado que Nora la llevara a dietistas, médicos, gimnasios para que bajará de peso, le ofuscaba que, en los eventos de alto modelaje, donde asistían las personas más influyentes del medio, tuviera que acompañarlos su hija con sobrepeso. Ya antes había escuchado comentarios que no le agradaban por lo que opto por que Amelie dejará de acompañarlos. El internado había sido una excusa perfecta para que los medios no preguntarán sobre la hija de los Davis, sin embargo, ahora que estaba de regreso, tenía que pensar en algo para que la imagen de su hija no afectará indirectamente la imagen de la compañía.
…
El chofer abrió la puerta del auto justo en la entrada de la preparatoria St. Román High School, antes de bajar, inhalo de nuevo un par de veces. Bajo del auto y vio que todos se apresuraban para entrar ya que faltaban apenas unos cuantos minutos para que comenzarán las clases. El chofer le deseo un buen día y ella miró como subió al auto y se marchó. Se quedo un momento más en ese lugar sintiendo como las miradas de los estudiantes que caminaban a su lado se clavaban en ella como cuchillos afilados.
Frente a ella apareció un chico alto, cabello n***o y ojos oscuros, mirada desafiante, sonrisa lobuna y músculos de infarto.
—Amelie, entonces es cierto que estudiaremos en el mismo colegio, hazme un favor y mantén el acuerdo de nuestros padres en secreto, por tu bien y por el mío —alargo el final de la frase enfatizándolo a manera de advertencia. Amelie asintió pasando saliva. Un nuevo chico se unió a ellos.
—¿Conoces a la gorda? —los ojos de ella se abrieron de par en par, a pesar de que el chico lo dijo en voz baja sólo para que Izan lo escuchara.
Negó de manera rotunda.
—Me está preguntando donde queda el aula de matemáticas, ya se lo dije, vámonos que llegamos tarde —los dos chicos se alejaron de ella con rapidez.
No habían pasado ni diez minutos desde su llegada a la preparatoria cuando ya alguien le había dicho “gorda” es que acaso había una maldición en ella que nunca la dejaría vivir en paz.
Amelie pensó en escapar de ahí, regresar a su casa llorando como otras veces lo había hecho, pero, tendría que lidiar con los reclamos de su padre y la lastima de su madre. Era una adolescente ahora, debía ser fuerte. “Eres una Davis” se regañó internamente. Frunció los labios, sus piernas estaban plantadas en el concreto como si de verdad estuvieran encajadas en él, no se podía mover sus piernas temblaban, de tan sólo recordar que lo tuvo a él enfrente, su respiración se agitaba enormemente.
“Muévete Amelie” se animó, apenas dio un par de pasos y todo su cuerpo fue a parar al suelo. Escuchó un par de risitas de chicos que pasaban a un lado.
—Hola… te ayudo a levantarte, fue mi hermana, lo siento —escuchó una voz amable que se quedó grabada en su memoria al instante, nunca antes un chico de su edad había sido amable con ella y eso la había dejado paralizada. Miró al joven, era muy apuesto y rubio, no entendía lo que decía sólo lo miraba fijamente, estaba embelesada de su sonrisa y sus ojos verdes.
De pronto Amelie recordó lo de antes, sintió como todo su cuerpo se estremeció y corrió al único lugar seguro que conocía… el baño.