LIANA —Pero si es Liana.—dijo el Beta Collin.—¿Cómo estás, niña? —Bien, Beta Collin. —Aquí trabajas, ¿cómo vas? Bonito uniforme. —Todo va muy bien. Gracias.—él se retiró y el Alfa Farrell se quedó frente a mí. —¿Quieres levantar la mirada, Liana.—me preguntó. ¿Por qué no bajaba más la voz? Los demás nos iban a escuchar y él me hablaba con mucha normalidad. —Lo siento.—dije al mirarlo. —¿Cómo va tu estómago?—preguntó con el ceño fruncido. Sus ojos me enfocaban y el impulso de agachar la mirada era muy grande, pero él no me dejaba. Tenía que mirarlo, debía hacerlo. —Bien.—llevé mi mano allí y presioné. Desde que él llegó ya no estaba bien.—Aunque acaba de volver a lo mismo.—Admití. Tenía de nuevo esa sensación.—Gracias por el paseo, Alfa Farrell. —Te dormiste enseguida, parecías