Capítulo 1 Nacimiento
·Una esclava para el Alfa·
Todos los nacimientos son felices, ¿no? Es decir, tienen que dar felicidad, o eso es lo que se cuenta . El problema es que el mío no fue así, tenía que haberlo sido, eso es seguro, pero no fue como pasó.
Mi madre quedó embarazada de gemelas, pero todo ese proceso fue muy deprimente para ella, porque…no amaba a nuestro padre, ella había sido una Luna esclava que se vio en la obligación de convivir con el alfa, el hombre al que más odiaba, pero ¿qué culpa teníamos mi hermana y yo de eso? Creo que ninguna, aún éramos seres inocentes que aún no llegábamos a este mundo, culparnos estaba mal, demasiado mal.
Mi madre no lo veía de ese modo. Ese embarazo era como una tortura para ella, por lo que tampoco deseaba lo que estaba en su vientre, mi hermana y yo.
El nacimiento fue tortuoso, bajo la imponente luna llena, mientras la manada se mostraba inquieta y desesperada con todos sus aullidos, llena de inquietud y sus alabanzas que se alzaban hacia la Diosa Luna. En esta manada llamada Luna Dorada, el Alpha Mikel estaba a cargo, quien se supone que es mi padre. Era un hombre un tanto complicado, a eso sumémosle el total rechazo que sentía mi madre hacia él, pues la relación era una obligación para ella, a pesar de que mi padre la amaba. ¡Bastante complejo!
La labor de parto fue muy complicada, tanto que la vida de mi madre peligró, no fue nada fácil, pero se logró. Logramos llegar a este mundo.
¡Nacimos vivas!
Dos hermosas niñas, sanas, enormes, llenas de vida.
Mamá nos tomó en brazos y nos abrazó con una fuerza más de la necesaria para nuestros diminutos cuerpos, como si…como si quisiera desde ya acabar con nosotras, pero eso no podía ser así, ¿no? ¡Éramos sus hijas! Dos seres muy diminutos entre sus brazos, recibiendo una fuerza excesiva en nuestros cuerpos, comenzamos a llorar alertando a la partera que aún estaba presente, papá estaba fuera y al escuchar el grito de una de nosotras él corrió hacia dentro para vernos, para conocernos.
¡Sus hijas habían nacido! ¡Era el alfa más feliz en aquel momento! Lleno de orgullo y felicidad al conocer a sus dos hijas.
¿No era eso maravilloso? Estuvo esperando por años a que mi madre quedara embarazada, luego de tres extraños abortos, donde al fin nos conservó a nosotras dos.
Loren y Liana.
Yo era Liana, la menor, la que nací de segunda.
Imagino que papá en ese momento nos miró con mucho amor, sus ojos llenos de ternura, pues él si amaba a nuestra madre, es lo que todos decían, a pesar del odio que sentía ella hacia él. Y esperaba con ansias nuestra llegada.
Cuando papá salió después de un par de horas de quedarse mirándonos y agradeciendo a mi madre por traernos al mundo, Dahiana, fue a darle el aviso a la manada de cómo había salido todo. Ellos también habían estado muy ansiosos por ese parto. Necesitaban saber las buenas noticias.
Pero al dejarnos solas, mamá no estaba bien, la depresión, el parto, el odio que tenía hacia su miserable vida y el hecho de que eso lograba atarla aún más a nuestro padre, cada cosa sumó y su loba enloqueció, el d***o de reprimirla en luna llena, el reciente parto, su cuerpo débil, y su mente casi fragmentada por el cúmulo de cosas, cada maldita cosa arruinó ese momento, todo conspiró para que se creara el caos.
¿Por qué pasó? Puede que por mala suerte, cosas del destino o…era el curso de la vida, la cruel vida que me esperaba luego de eso.
En la pequeña habitación la loba cambió de forma, cayendo mi hermana y yo al suelo, pero…Loren quedó lo suficientemente cerca de mi madre como para que la garra de mi madre la aplastara, dañando toda la parte superior de su futuro cuerpo, algo cayó en mi cabeza y eso me hizo quedar ciega del ojo derecho.
Pasó poco tiempo hasta que los rugidos de mi madre llamaron la atención de mi padre, quien entró muy deprisa hacia la habitación, más ya fue muy tarde.
Entre sus brazos murió Loren, y yo sangraba de un ojo que ya no me servía para nada.
Mamá cambió de forma y tomó un cristal de la ventana, clavándolo en su cuello y quitándose la vida frente a mi padre que sostenía en una mano el cuerpo muerto de mi hermana y en la otra a mí, la pequeña con la cara llena de sangre debido a su ojo ya dañado.
Quisiera decir que aquello fue lo peor que pasó‚ pero no, no fue así.
Con la muerte de mi madre, mi hermana, una hija con un ojo menos, papá cayó enfermo, era como si la locura de mi madre se le contagiara y poco a poco alguien más tomó el mando. Pues él no podía seguir a cargo de la manada, dirigirla en su condición le era imposible.
Su enemigo.
El Alfa Jack.
Mató a mi padre, a sus aliados y la manada Luna Dorada quedó bajo su mando, cambiando todo de ella, haciéndome su esclava, la hija del antiguo Alfa, esclava del nuevo y gran Alfa, cruel, despiadado, siniestro, malévolo.
Lo peor que había, todo lo malo que existía ya lo tenía ese Alfa. Era un ser despreciable y cruel, quizás era así porque no tenía a su Luna o…solo era así.
Un cambio de líder también era un cambio en la manada y aquello jamás fue como mi padre quería, aquello era como un infierno personal para mí, como si lo moldearan de modo que cada cosa lograba hacerme daño y los demás disfrutaban con eso.
Pero aún no llegamos a esa parte.
Ahora mismo sigo siendo una pequeña niña que nadie quiere cuidar, que a nadie le duele y a nadie le importa, alguien que llora en los pasillos por comida, sucia y con mucha hambre, sin poderse valer por sí misma.
¿Por qué no me mataron con mi padre y su gente?
Crecí sin nadie, sin nada, recibiendo malos tratos de todos. Ni siquiera agradecía que estaba viva, porque eso no era una recompensa, para mí iba siendo como una maldición.
Ya era difícil no tener familia, ni amigos, pero ser tratada de este modo por mi propia manada, eso también era muy cruel.
La suerte no me acompañaba en esta vida. Siempre tenía ganas de escapar, de morir, de…partir de aquí. Hasta que la señora Tina me acogió, recuerdo que bañó mi cuerpo lleno de barro y otras cosas, lavó mi cabello y me dejó muy limpia, después de eso me sentó a su mesa y yo vi en ella tanta comida solo para mí, la tomé en mis manos e intenté meterla toda en mi boca de tanta hambre que tenía, comía con desesperación pues nunca había probado algo tan bueno, desde siempre me alimentaron de las sobras y luego yo misma lo hacía, ¿qué otra cosa iba a come?
Pero la felicidad me duró poco tiempo.
La señora Tina amaneció muerta en su cama una mañana, de lo que yo también fui culpada, como si yo fuera capaz de hacerle daño a la única persona que me mostró algo de afecto. Odiaba pensar que a alguien le molestara que ella me cuidara, siempre pensé que alguien la mató, sentir que ella había muerto por mi culpa.
Y desde entonces todo comenzó a empeorar, como si eso fuera posible. Pero lo era.
Mientras pasaba el tiempo, mis ganas de huir se hacían más y más fuertes, porque ser una esclava no era lo mío. No quería que ese fuera mi destino. Y lucharía contra eso, al menos cuando tuviera las fuerzas suficientes.
Cambiaria mi destino, algún día la suerte tenía que sonreírme, no aceptaba que esta fuera mi vida.