Las fiestas de fin de año que organizaba la familia Romanov eran muy famosas en la élite neoyorquina, tanto que solían tener una lista restrictiva de invitados que podían abarcar desde políticos hasta empresarios y celebridades. Lo importante para asegurar tu pase era una gran suma de dinero en el banco y la poca conciencia de clase. Había participado obligatoriamente durante años pese a que siempre me pareció un evento frívolo, con poca ética y una pérdida total de dinero. No me apetecía asistir esta vez, pero no podría librarme fácilmente de mis padres. Después de mi numerito imitando a una nómade sin familia en navidad, habían advertido que habría consecuencias en el caso de no asistir, así que prácticamente volvía a sentirme obligada. Elegí un vestido blanco que me quedaba por en