Estuve esperando unos minutos sentado en la mesa del restaurante cuando vi ingresar a Sienna al establecimiento. Era delgada y pequeñita, con un bonito cabello rojizo ondulado, largo hasta la cintura. Generalmente su frescura era agradable y su amabilidad contagiosa, pero en este momento no parecía la asistente que estaba acostumbrada a ver. Caminaba encorvada, con nerviosismo y severamente paranoica. La camarera la trajo directamente a la mesa y dejo un menú frente a ella. —Señor James —casi susurro, aun parada frente a mi. —Siéntate, por favor —le señale el asiento frente a mi—. Llámame por mi nombre, la charla que tendremos lo amerita. —Lo siento. Observe el menú con poco interés y me decidí por un buen plato de pastas. La mujer sentada frente a mi se negó varias veces a ingerir com