Capitulo 3

4051 Words
— ¿Qué le importa? ¡No iré a comer con el profesor de historia del arte y literatura, sería extraño! — Afirma el chico algo exaltado con el ceño fruncido.   — ¿Dime a qué hora comienzas a trabajar? — Pregunta William nuevamente, haciendo caso omiso a la pequeña rabieta del muchacho.   — ¿Por qué le interesa tanto mi horario de trabajo, o la hora en que almuerzo?... no entiendo — Dice acercándose al profesor, quien todavía lo observaba con la mano puesta sobre su mentón, de una forma que lo hacía lucir como Sherlock Holmes, en medio de una importante investigación. Parecía estudiar cada movimiento que él hacía, solo con la mirada.   — Es muy fácil, no voy a permitir que mi mejor alumno hasta ahora tenga hambre, por lo menos ¡No en mi turno! vamos a un restaurante donde desayuné esta mañana, la comida del comedor de este colegio no parece de muy buena calidad... por cierto ¿Desayunaste esta mañana? — Pregunta William, inspeccionando minuciosamente a Sam.   — Profesor — Suspira un poco irritado — No iré a comer con usted... repito, es extraño. No me ínsita más por favor, además ya estoy acostumbrado a comer tarde. Nos vemos luego —Responde volviéndose a acomodar su bolso. Así mismo, sale con la mayor prisa que puede del aula de clases.   —Ok como gustes, no insistiré más ¡tú te lo pierdes! — Vocifera encogiéndose de hombros, al ver Sam ya se había marchado, y por ende no logró su cometido.   El profesor vio como el chico salía del salón de clases, se sintió derrotado al no poder alimentar a ese testarudo muchacho, que claramente lucia estar bajo una dieta precaria. Tomó asiento nuevamente, para corregir los exámenes antes de ir a comer, y como era de esperarse para él, Samuel Coling obtuvo la nota más alta. No dejaba de pensar en las palabras que le había dicho, había muchos cabos sueltos ¿Por qué trabajaba? y si tenía un empleo ¿Por qué su ropa lucia tan vieja?   También se preguntaba ¿Por qué no traía almuerzo, o compraba algo de comida? no tenía sentido alguno para William, y lo más alarmante ¿Quién lo estaba lastimando de esa forma? era muy evidente que la vida privada de ese muchacho no estaba bien, y eso le intrigaba, quería ayudarlo de cualquier forma, pero aún no sabía cómo. Al terminar de corregir los exámenes, su turno había terminado. Antes de irse decidió pasar antes por la biblioteca, para devolver un par de libros que había tomado prestado para la clase de literatura. Cuando entraba, vio que en una de las mesas se encontraba Samuel, sorprendido pasó una mirada rápida por su reloj, y fue corriendo a comprar algo de comer en el lugar más cercano, era un restaurante de comida china. Ordenó lo primero que vio en el menú, y se dirigió lo más rápido que pudo a la biblioteca sin dejar de pensar:   — Debo lucir realmente patético. Corriendo con un envase de arroz chino, para entregárselo a un niño que no me lo agradecerá... aunque no debería pensar de esa forma ¡la intención es lo que cuenta! — Se decía así mimo William, mientras entraba como un contrabandista a la biblioteca escondiendo la comida.   Cuando llegó hasta donde se encontraba Sam, pudo ver que estaba muy concentrado haciendo lo que parecían ser unos cálculos matemáticos. Se encaminó a paso sigiloso hacia el jovencito, y antes de interrumpirlo, quedó detallándole su alborotado cabello marrón.   — Por lo menos debería peinarse un poco... — Pensó William.   Él siempre había sido un hombre que le tomaba mucha importaba su aspecto físico, en todo momento estaba arreglado para la ocasión, y nunca por ninguna circunstancia salía despeinado o sin afeitarse, sus amigos lo llamaban "metrosexual", otros le decían que era extremadamente perfeccionista, con sus hábitos de higiene personal y presencia física. Ese y otros detalles, fueron una de las razones por las cuales le llamó la atención ese chico, de tan descuidada apariencia que resalto ante sus ojos, pero de una forma negativa sobre él.   — Hola, que casualidad encontrarte aquí Coling, por lo que veo haciendo tus tareas de matemáticas — Exclama mientras ve de reojo los cuadernos del chico, y toma asiento en la silla del frente.   Sam alza su mirada, sorprendiéndose por ver al profesor una vez más, frente a él.   — ¿Que hace aquí profesor, me está siguiendo? — Pregunta con un atisbo de temor y molestia.   William alza ambas cejas, para después negar con su cabeza.   — ¡Por supuesto que no! vine a dejar estos libros que tomé prestados esta mañana, no me gusta deberle nada a nadie — bromea.   — Por cierto... ¿Quieres comida china? me quedó de mi almuerzo, y no lo quiero botar, si quieres puedes comerlo más tarde o ahora — Comenta sacando el envase de comida, tratando de fingir poco interés.   Aquel gesto tomó por sorpresa al chico, y no pudo ocultar su asombro, pero intento hacerlo.   — Profesor William... no tiene por qué botarla, puede llevársela a casa y comer más tarde — Asegura Sam con una cálida sonrisa, mientras desviaba su mirada hacia su cuaderno para seguir escribiendo, en el fondo tenía mucha hambre, pero no deseaba recibir nada de ese profesor. Le daba vergüenza.   — No haré eso, ni siquiera se calentar comida — Confiesa con una expresión de molestia — Por eso la botaré si no la aceptas, vamos no seas terco — Ordena acercándole el envase a su alcance.   Sam alterna miradas entre el envase de comida, y el rostro sonriente del profesor, mientras se muerde su labio inferior.   — E-Está bien lo aceptaré, muchas gracias... — Suspira — No sé qué decir — Musita tomando el envase entre sus manos sin quitarle la mirada. La comida se sentía caliente, y el tenue olor que brotaba del envase, le abrió más el apetito.   — Con el "muchas gracias" me basta —Dice William, sonriendo alegremente por su pequeña victoria.   — Profesor William... — Susurra Sam.   — ¿Alumno Coling? — Asintió, ladeando su boca para forma una sonrisa, con un tono teatralmente serio.   — Debo irme. Quiero comer lo que me ha dado... no puedo esperar más, muchísimas gracias... — Reveló tímidamente, para luego comenzar a recoger sus cosas con una torpe rapidez.   El profesor aun procesaba la reacción del chico, era lógico para él que quizás no había comido en todo el día, y por eso su ansiedad de salir. Pudo observar como aquellos ojos celestes, se iluminaron de alegría al recibir ese simple envase de comida china, esa reacción a William lo tomó por sorpresa, de una manera tal que lo conmovió.   — Te acompañaré, y no voy a recibir un no como respuesta. — Espetó ayudándole a recoger las cosas de la mesa.   Sam se detuvo por un instante, mirándole con perplejidad.   — Pero... ¿No iba a dejar unos libros? Para eso vino originalmente... ¿no? — Pregunta con cierto tono de duda.   — Cierto... —William cerró los ojos y frunció el ceño — Puedo entregarlos mañana... no hay problema —Contesta con obstinación.   Sam chasquea su lengua.   — Si quiere puedo esperar hasta que los entregue, y así no pierde su viaje —Dice mirando al profesor con una sonrisa.   — Ok espérame aquí ¡no te vayas Coling! —Ordenó señalándolo y frunciendo el ceño.   — No me iré —Aseguró Sam con una pequeña risilla, por ver la exagerada reacción del profesor, mientras se colocaba el bolso sobre su hombro.   Una vez que terminó de hablar con Samuel, William se dirigió hasta donde se encontraba la bibliotecaria, quien lo atendió a una velocidad normal para una mujer de 65 años, William estaba muy impaciente por salir de ese lugar, así Sam podría finalmente comer. Solo pensaba en el pobre chico que lo estaba esperando en la puerta de la biblioteca, lo observaba, y la forma que sujetaba y olía de vez en cuando ese simple envase de comida china, era desgarradora para él.   Finalmente, después de unos minutos que para William fueron horas, pudo salir. Y ahí estaba Sam esperándolo, se había entretenido con uno de los libros de la estantería, que tenía a un par de metros de distancia, cuando vio que el profesor se acercaba, rápidamente colocó el libro en su lugar otra vez, para aproximarse hacia él con una linda sonrisa en su rostro lleno de moretones.   — Quien lo diría... tiene una linda sonrisa. Pero su forma de caminar es terrible, debería enderezarse más — Pensó mientras el chico se dirigía hacia él, no podía evitar criticarlo, ya que Sam representaba la antítesis de la buena presencia personal, dentro del mundo del buen gusto de William.   — Ahora ya podemos irnos finalmente —Dijo Sam sin dejar de sonreír.   — Si, te llevaré a un lugar donde puedas tomar algo, no vas a comer sin nada que beber, a donde vamos venden un zumo de fresas delicioso, tienes que probarlo sé que te gustará —Comenta William de forma eufórica.   Una euforia que Sam no compartió.   — Profesor...yo —Musita con desanimo, pero luego es interrumpido por William.   — Si ya lo sé... te vas a negar ¡pero quieras o no vas a ir! — Ordena con autoridad.   El castaño abre un poco su boca, por la sorpresa.   — ¡No puede obligarme, si yo no quiero simplemente no voy! — Exclama mientras fruncía un poco su ceño.   — Ok... ¿por qué no quieres ir esta vez Coling? — Pregunta con fastidio.   Sam deja su pequeña alteración a un lado, para tornarse un poco cabizbajo.   — No tengo dinero para pagar un jugo de fresa... y juzgando por su aspecto, tengo la impresión que es un sitio costoso donde me llevará —Aclaró encogiéndose de hombros, con la vista hacia el suelo.   — ¡Tu no vas a pagar nada Coling! él de la idea fui yo, así que por ley propia yo pago, deja de ser un chico prejuicioso, si te reúsas lo tomaré como una ofensa... — Dijo William en tono de chantaje, cruzando los brazos.   — Está bien, está bien iré... en el fondo si quiero probar ese jugo de fresa... — Confiesa sintiendo como sus mejillas se ruborizaron.   — ¡Perfecto! está cerca de aquí, podemos irnos a pie tranquilamente — Comenta William con su entusiasmo renovado.   —Ok — asintió Sam con la cabeza.   No paso mucho, cuando ya se encontraban frente al pequeño establecimiento, y como se lo esperaba Sam, el lugar parecía ser costoso a pesar de su tamaño. Estaba decorado de una forma minimalista, en colores claros y distintos tonos de verdes. Las mesas eran redondas de color blanco y las sillas de color verde manzana. Mientras Sam continuaba con su inspección visual al simpático lugar, una chica que parecía ser la mesera, se acercó a ellos y al parecer ya conocía al profesor.   — Hola William ¿Te sirvo lo mismo de siempre? y que va a pedir tú... pequeño amigo —Pregunta la chica escudriñando con la mirada, al chico sentado frente a William.   — Hola Luisa. Esta vez voy a cambiar la rutina, trae un menú para cada uno, y dos jugos grandes de fresa — Contesta William con frialdad, sin mostrar contacto visual con Luisa. El profesor actuaba de esa forma, porque sintió molestia con la mesera por las miradas tan despectivas que le hacía a Sam.   La chica al ver la indiferencia en William, decidió dejar a un lado esa forma de actuar tosca en el hombre, para dedicarse a realizar su trabajo, es por eso que se encaminó rápidamente hasta la barra para traerles los menús.   — Ya les traigo sus jugos —Dije la chica mirando a William, coloca los menús en la mesa, mientras busca alguna señal de aprobación en el profesor.   William la ignora totalmente y Sam que siente cierta incomodidad en el ambiente, asume que debe decir algo.   — Muchas gracias, Luisa — Contesta el jovencito cortésmente sonriendo.   Después que la muchacha se marcha, Sam coge el menú hojeándolo un poco.   — Profesor... este lugar es extremadamente costoso. Podemos ir a beber algo en otro lugar, ese jugo de fresa cuesta mi salario de 15 días, no puedo pagarle tanto. Amenos que ahorre por esos 15 días... — Explica Sam encogiéndose de hombros.   — ¡No vas a pagarme nada! te estoy invitando, así que ¡no te preocupes! por cierto... ¿Qué clase de trabajo es ese que recibes esa paga tan miserable? — Pregunta William dubitativo.   — Trabajo de lava platos en un restaurante — Contesta mientras seguía hojeando el costoso menú a la carta.   —Ya veo... me imagino que es medio tiempo tu empleo... ¿Cómo se llama el restaurante, Coling? — Pregunta con más intriga que antes.   — Se llama Da Luigi... es un restaurante italiano... profesor William ¿Puede dejar de llamarme por ese apellido? Solo dígame Sam — Aclara mientras abre su preciado envase de comida china.   — Ok, ok está bien te llamaré Sam a partir de este momento — Dice con una mínima sonrisa en sus labios.   — Profesor... sé que me preguntará porque no quiero que me llame por ese apellido — Dijo mientras comenzaba a comer — Ese apellido lo tengo por mi primera familia de acogida, ellos no fueron... muy buenos conmigo, pero no puedo hacer nada, tengo que vivir con ese apellido horrible por el resto de mi vida — Confiesa con la boca llena de arroz.   — ¿Por qué dices que no fueron muy buenos contigo? — Pregunta dubitativo.   Sam mira de soslayo al profesor, y sin dejar de comer, decide cambiar el giro de la conversación.   — Esta comida esta deliciosa profesor, no puedo creer que la iba a botar — Comenta Sam mientras mastica un trozo de carne.   William suspira.   — Se iba a perder porque no se calentar comida, como ya te había dicho — Responde sin mucho afán.   — ¿Quiere decir que no sabe cocinar, ni nada parecido? — Pregunta tragando otro trozo de carne, mirando al profesor.   — Así es, no sé hacer ni un huevo hervido — Aclara en tono de broma.   — No puedo creerlo, ahora entiendo porque come en sitios tan caros... — Dice mientras seguía masticando.   — Siempre me alimento en lugares costosos, o cuando me canso de comer en la calle, contrato a un chef profesional para que me cocine —Responde en tono engreído y bromista.   — ¡Vaya! la paga de profesor debe ser muy buena —Exclama Sam, mientras come un bocado de arroz y carne.   — No exactamente... —Confiesa mientras se toca el cabello — No respondiste mi pregunta ¿Por qué dices que tu familia anterior no fue muy buena contigo? — Pregunta rápidamente, para desviar el tema de conversación.   Sam pone los cubiertos sobre la mesa, y termina de tragar el bocado de comida que tenía en la boca, mientras la expresión de su rostro cambia completamente.   — Nunca me inscribieron en una escuela, además ellos... hacían cosas extrañas con otros niños que también adoptaron... eran malvados conmigo, con todos — Comentó el chico sin quitarle la mirada a su comida, jugueteando con el tenedor.   — Pero... y a esas personas, tu primera familia ¿no las investigación, apresaron o les hicieron algo por abuso infantil? — Pregunta indignado.   — La policía fue tras ellos, pero luego me enteré que huyeron del país... al final todo quedó así y yo eventualmente terminé con otra familia... — Relata encogido de hombros.   — Entiendo... debió ser muy duro para ti... — Musita William cabizbajo, viendo atentamente como Sam volvía a lucir triste y desanimado.   —Más o menos... — Responde el jovencito, mientras volvía a tocar la comida, que estaba comenzando a enfriarse.   — Tu segunda familia... ¿con ellos todo cambio para bien? — Preguntó curioso, tomando un sorbo del jugo de fresa que Luisa había traído hace un par de minutos, y no se había dado cuenta.   — Profesor, la entrevista ya terminó, usted es realmente extraño — Dice Sam entre un suspiro, alzando su mano para coger el zumo de fresas, y al probarlo no puede dejar de bebérselo.   — ¿Por qué? ¡No soy extraño! —Recalca sorprendido.   — Si lo es... o me parece... — Musita Sam con duda — Es que, simplemente me parece extraño que, en su primer día de clases, usted me ha prestado más atención que cualquier profesor que haya tenido jamás, y además tengo que confesarle que es la primera vez que me pasa todo esto... quiero decir, usted hablando conmigo, esta deliciosa comida, estar en este lugar lindo, y sus constantes preguntas. Nunca se interesan por mí, llega usted de la nada y me trata como si en realidad le importara, o me conociera de toda la vida. Es extraño ¿Por qué hace esto, explíqueme? — Pregunta Sam levantando su vista hacia el profesor.   William queda estupefacto, por la intensidad de la mirada que ese chico tenía puesta sobre él. No sabía que responder, porque ni el mismo lograba entender a ciencia cierta, el interés que había tomado por Sam, quería ayudarlo, pero temía decirle eso, quería apoyarlo, e incluso abrazarlo después de escuchar su sombrío y corto relato, lo veía ahí sentado, con esa descuidada apariencia física que bruñía en los ojos de William, con restos de comida en su boca pequeña, y esos ojos celestes llenos de preguntas, inseguridades, miedos, e incertidumbres que no dejaban de inspeccionarlo, esperando una pronta respuesta.   — Me caes bien, sacaste la mejor nota en mis dos exámenes ¡eso es todo un logro! además viéndote a primera vista, no pareces lucir como el chico inteligente que eres, me habías dicho que comías hasta después de las 3 de la tarde, no puedo permitir que pases hambre — Confiesa con una pequeña sonrisa.   Sam luego de escucharle, siente como su pecho se comprimió, tanto que tuvo que llevar una de sus manos, hasta su pecho.   — ¿Quiere decir que me trajo hasta acá por lastima, y por parecerle extraño? — Exclamó levantándose de la silla con un rostro abatido.   — Nunca dije eso, yo... — Sam lo interrumpe.   — No lo dijo ¡pero lo ha pensado! no le caigo bien ni mucho menos... simplemente me ve como el chico extraño y feo que no come bien —Espetó mientras recogía su bolso y caminaba hacia la puerta de salida.   — No es así ¡Sam espera! — El chico interrumpe a William nuevamente.   — Le pagaré la comida que me dio, también el zumo de frutas, no quiero que me hablé más, a menos que sea algo referente a las clases, no quiero ser parte de su juego, experimento o lo que sea que ha estado pensando cuando me vio, y comenzó a hablarme, es mejor detenerlo ahora que apenas comenzaba lo que sea que intentaba hacerme... —Exclamó con la cara enrojecida y los ojos comenzando a llenarse de lágrimas, mientras su cuerpo temblaba.   — Sam... ¿Qué dices? no es nada de lo que estás pensando, si me caes bien. Cálmate por favor — Dice acercándose con cautela hacia el chico.   — ¡No se acerque! — Gritó Sam empujándolo — No se acerque más, creo que hago lo mejor... y no vuelva a repetir que le caigo bien ¡porque no es así... lo sé perfectamente! apenas me conoce y me trata tan bien... y de forma tan amable ¡Está mintiendo! eso es solo parte de lo que sea que planea hacerme, no de un paso más... si no fuera por mis clases favoritas que son las que usted ahora enseña, las cambiaría solo para no verle y tener que hablare —Vocifera con voz temblorosa, quitándose bruscamente con las manos las lágrimas de sus ojos, y lastimándose uno de sus hematomas.   — Sam ¿¡pero que estás pensando!? No es así, estás totalmente equivocado ¡no soy como las personas que siempre has tratado, mucho menos como tu padrastro que fue el que te golpeó de esa forma! — Vocifera encarando al jovencito.   — ¿Usted que sabe? ¡No sabe nada y tampoco le importa! ... ¡deje de fingir que le importa de una vez! — Gritó — ¡le pagare su tonta comida y así me dejara en paz! —Exaltado, Sam se volteó y salió corriendo del lugar.   William quedó atónito ante la explosiva reacción de Sam, era claro para él, que quizás ese chico no estaba acostumbrado a la amabilidad que había demostrado desde el inicio, su corazón se encogió de solo pensar que Sam ya no quería ni intentaría acercarse a él.   ***   William se dirigió hasta el estacionamiento donde había aparcado su auto, al entrar aun recordaba las palabras que dijo el muchacho con los ojos repletos de lágrimas, se imaginó por un momento estar dentro de su vida, y pasar por diferentes padres sustitutos, a su corta edad eso debió ser devastador, y aun mas no tener a nadie con quien poder hablar o desahogarse. También recordó como sus mejillas se tornaron rojas, cuando admitió que deseaba tomar aquel jugo de fresas, se odió a sí mismo por haber dicho las palabras que dijo.   — Le hubiese mentido... simplemente con decirle que me agradaba, hubiese sido más que suficiente, era obvio que no iba a confiar en mí. Seguramente todos los que han estado con él, le han hecho daño y se ha vuelto desconfiado — Murmuró William mientras conducía hasta su casa. Al cabo de pocos minutos, comenzó a llover a cántaros.   — Este clima sí que esta jodido — Dijo William, mientras encendía los para brisas.   El semáforo cambio a rojo y detuvo el auto, momento que aprovechó para encender la radio, el semáforo marcaba 54 segundos. Se puso cómodo en su asiento, y miró hacia la ventana, Llevándose la sorpresa por ver pasar a Sam, caminando con las manos dentro de sus bolsillos tranquilamente en medio de la lluvia. William bajó la ventana del auto para llamarlo.   — Sam ¿Qué haces caminando bajo este torrencial? ¡Te vas a enfermar, espérame! — Gritó mientras veía el semáforo que estaba por cambiar a verde.   Sam escuchó aquel grito, y cuando reconoció que era el profesor aceleró su andar abrazándose a sí mismo, no quería ver a ese hombre. Pero al cambiar la luz, William lo alcanzó y redujo la velocidad para estar a su mismo paso.   — Vamos, entra que te llevare a tu trabajo —Exigió William mientras conducía lentamente, por el camino junto a Sam.   — Le dije que no me hablara más, no entraré a su auto — contestó Sam sin voltear la mirada hacia William   —No soy un niño, y menos uno testarudo como tú, claro que seguiré hablándote ¡te vas a enfermar si caminas bajo esta lluvia!... ¡entra al auto, no seas terco! — Ordenó levantando la voz que se aplacaba al instante, por el ruido de la lluvia.   Sam le miró con cierto temor, para después negar con su cabeza.   — No es la primera vez que camino bajo la lluvia ¡Es solo agua! A usted que le importa si me enfermo o no ¡ese es mi problema, no el suyo!... ¡deje de seguirme de una buena vez! — Gritó Sam, asumiendo que esta vez sus palabras si espantaría a William.   Al ver que la terquedad del chico no cedía, William detuvo el auto y salió para forzarlo a entrar en el vehículo.   — Si no quieres entrar por las buenas, entrarás por las malas. Esta mañana me di cuenta que también viniste bajo la lluvia, no se va a repetir dos veces, no mientras yo esté cerca, si te veo resfriado, me sentiré culpable por no haber hecho nada al respecto — Explica dirigiéndose hacia el muchacho, que se quedó inerte del miedo al ver que William se acercaba a él.   — ¿Que... que está haciendo? ¡No entrare a ese auto! — Gritó Sam, cuando William lo sostenía de un brazo.  
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