Graciela
Son las siete y media de la mañana y entro a clases a las ocho con diez minutos. ¡Ya voy tarde! Empezando el primer día con el pie izquierdo.
Me tiro cama abajo y vuelo hacia el baño. Echo un vistazo a mi rostro en el espejo… gracias a Dios nadie me vió despertar con estas ojeras.
¡Todo es por tu culpa, Adam!
No puedo dejar de culparlo. Es que él siempre tiene la culpa de todo lo malo que me sucede.
Me doy una ducha rápida, si es que a eso se le puede llamar ducha. Evito secarme con la toalla y me visto con el cuerpo mojado. El tiempo es oro.
¡Maldita la hora en que quedó establecido en alguna parte del cerebro humano que la mujer debe depilarse, peinarse, y maquillarse para ser aceptada! Que se joda quien me vea así, a lo natural.
Hago una trenza con mi cabello mojado.
"Oh por dios, qué mal me veo".
Bajo las escaleras corriendo, mientras mi madre duerme plácidamente. Muy apresurada estaré, pero debo despedirme de ella, eso es algo sagrado para mí. En puntitas de pies entro a su cuarto y beso su frente, y sí, sé que soy imprudente… la he despertado.
—¿Desayunaste? —pregunta antes de saludarme.
Su preocupación de madre es más importante que su educación.
—Sí —miento—. Sigue durmiendo, nos vemos al rato —beso su frente nuevamente.
—Suerte en tu primer día —alza el brazo y despeina mis cabellos.
"Eso es, sigue despeinándome, mamá".
Sonrío.
Ella es la única a la que le permito poner un dedo en mi rizado y rebelde cabello.
Agito mi mano desde la puerta de su cuarto, voy hacia la sala, tomo mi pequeño bolso y me lo coloco terciado por el pecho.
Respiro hondo.
Allá voy.
Y que me disculpen los peatones de la calle, pero voy atrasada y arrasaré con todo en mi camino. ¿Dónde está el bendito autobús? Oh, ahí viene.
Lo hago parar y p**o pasaje de estudiante. El conductor me mira con cara de cordero degollado.
"Lo siento, el gobierno me subvenciona el pasaje, no es mi culpa".
Media hora después estoy en las puertas de la universidad. Veinte minutos tarde.
Entro corriendo. El campus es enorme, está lleno de pasillos, árboles, césped y edificios y de todos, no sé cuál se supone que es el mío.
Oh, un guardia.
—Disculpe, señor —le hablo al guardia, agitando mi mano para llamar su atención.
Él sólo me mira en respuesta. Bien, creo que aquí los guardias no hablan.
—¿Cuál es el edificio de lengua moderna? —pregunto.
Señala hacia un edificio de dos pisos color blanco.
"Ok, no me contestes, con que señales me basta".
No le doy las gracias porque sinceramente, pienso que no se las merece.
A toda prisa corro hacia el edificio indicado, entro y allí encuentro a una señorita quien apenas me ve, me pregunta a dónde voy.
—A Traducción e Interpretación —explico.
—Por ese pasillo, salón E-2 —dice amablemente.
—Gracias.
Ella sí se lo merecía.
Tímidamente abro la puerta y asomo mi cabeza. Una señora de lentes y estatura media habla, paseándose sobre el pequeño escenario en la parte delantera de la sala, y más o menos cincuenta jóvenes están sentados oyéndola.
¿Todos ellos serán mis
compañeros? ¡Santo Dios! En el colegio, en mi curso, con suerte éramos treinta.
Bueno, dicen que al principio en la universidad los cursos siempre son numerosos. Sin embargo, son pocos los valientes que llegan hasta el final.
Casi sin respirar para no interrumpir, me escabullo hasta uno de los asientos vacíos.
—… y con los nuevos tratados de libre comercio firmados con países extranjeros, hemos logrado este año innovar en todas las áreas de educación. Nuestra universidad ha realizado nuevos convenios de movilidad estudiantil, permitiendo que nuestros alumnos salgan de aquí listos para conquistar el mundo… —está diciendo la señora, que al parecer, es mi directora de carrera—… nuevos cambios de los cuales se darán cuenta a partir de mañana y… —dejo de prestarle atención, esos discursos en los que la gente se tira flores solita me dan sueño.
~*~
Y sí que tenía sueño en ese momento.
Después de una pésima noche, no me vino nada mal una siesta. Cerré los ojos y… perdí el conocimiento. Acabo de reaccionar, gracias a que alguien gritó:
—¡Bienvenidos a la universidad!
Los aplausos llenan la sala. ¿Eso es todo? Si, al parecer eso es todo.
Nos comunican que nos dirijamos al casino para un cóctel con todas las carreras de la universidad. Un coctel para unas mil personas. Pero mi dilema es; ¿dónde diablos se ubica el casino?
Salgo de la sala y sigo a la multitud, sin embargo, al parecer toda la multitud tiene urgencias urinarias, porque el grupo que yo voy siguiendo va a parar al baño.
Perfecto.
Me devuelvo por donde vine, observando con la boca abierta y cara de “oh” cada rincón del campus.
Para no variar, por ir distraída choco con alguien.
—Fíjate por donde… ¡Jess! —grito.
¡Jess está aquí, Jess está aquí! No la veía desde la graduación.
—¡Grazz! —grita ella también y antes de poder contar hasta uno, se lanza a abrazarme.
—¡¿Qué haces aquí?! —estoy eufórica.
Oh por dios, he encontrado a alguien conocido, ¡y nadie más ni nadie menos que a una de mis mejores amigas!
—¿Tú qué crees? —entorna los ojos—. Vengo a estudiar —obvia, mostrándome su mochila.
—¿En esta universidad? ¿Aquí? ¿Ahora?
No. Lo. Puedo. Creer.
—¡Claro! —evidencia con un “boba” implícito en su tono de voz—. ¿A dónde ibas? ¿No vas al cóctel?
—Claro que sí, pero no tengo ni la más remota idea de donde está el casino —admito, rascándome la nuca.
—Tsh… vamos juntas, yo sé dónde queda. Ana y Natalia deben estarme esperando.
—¡Ana y Natalia!
Santo dios de los ejércitos.
Jess asiente con efusividad, me toma del brazo y me guía por los interminables pasillos rodeados de césped.
Jess, Ana y Natalia fueron mis mejores amigas durante la secundaria y las que conocen perfectamente toda mi historia.
¿Y ahora estudiarán en la misma universidad? Esto es el paraíso. ¿Por qué no me habían dicho nada?
Entramos al casino y quedo boquiabierta. Mesas y más mesas con manteles blancos hasta el piso, ponen a nuestra disposición los más exquisitos manjares.
"Hmphm… Canapés de colitas de camarón, mis favoritos".
Avanzamos por el pasillo principal con algo de dificultad,debido al gran número de gente.
Se ven todos raros o yo soy la rara.
No sé, pero gran cantidad de los presentes usan aros hasta en las cejas, algunos llevan ropas extravagantes, otros el pelo verde, azul, o naranja… Ay, parece que hasta puedo oír una débil vocecilla decir; 'bienvenida a la vida universitaria'.
De repente, diviso en un rinconcito entre la multitud a mis amigas, mis hermanas no biológicas e inadaptadas sociales igual que yo; Ana y Natalia. En cuanto me ven, comienzan a mover los brazos para que las vea, con tanta fuerza, que pareciera que en cualquier momento despegarán del suelo y volarán.
"Hermosas, sí las vi, ¡desde que entré! Ay, qué emoción".
Me falta un paso para llegar hasta ellas cuando se me lanzan encima, enlazándome por el cuello. Un segundo después, Jess se nos une feliz de la vida. Cinco minutos más tarde, reímos como locas de manicomio, pero para todo el mundo parecemos ser invisibles; están pendientes de comer.
—¿Y? ¿Cuándo pensaban decirme que postularían a la misma universidad? —las regaño cuando nos separamos, haciendo un intento de puchero.
Según tenía entendido, Natalia quería irse a la capital, Ana quería darse un año sabático y Jess haría un preuniversitario.
—Era una sorpresa, Graciela. Queríamos que te emocionaras y lloraras al vernos aquí —confiesa Ana.
—Estuvimos discutiéndolo un tiempo. Cuando salí aceptada, decidimos entrar todas juntas a esta universidad y ¡ta-da! —canturrea Jess.
—No queríamos separarnos de ti, Graz.
Dios, Natalia es tan tierna a veces.
—No crean que lloraré —advierto, sorbiendo mi mucosidad nasal—. De verdad estoy feliz, pensé que ya no las volvería a ver jamás. Realmente mi vida no es la misma sin ustedes —admito.
Las tres me quedan mirando enternecidas. Esta sorpresa suya me emociona tanto…
¡Dije que no iba a llorar!
—Por supuesto. Graz. Además, ahora… ¡oh, chocolate! —exclama Jess, olvidándose de todo al ver un camarero pasar frente a nosotras, con una bandeja de copitas de helado con chocolate y almendras.
Soltamos las carcajadas y la siguiente hora nos dedicamos a comer. Devoramos todo lo que hay a nuestro paso, tenemos los más exquisitos manjares a nuestra disposición.
¡Y todo es gratis!
De pronto, comienzo a entender a la gran multitud que fue a parar directo a los servicios higiénicos hace un rato. Gracias a Jess, ya sé cómo llegar hasta allí, así que les pido a las chicas que me esperen en el casino mientras voy a satisfacer mis necesidades biológicas.
Salgo directo al baño por el mismo pasillo por el que llegué. Sonrío ampliamente, sin importarme lo que piense la gente de mí. Nunca me había sentido tan feliz desde que… desde que Adam me hacía sentir que me quería. ¡Pero qué va! Eso no importa ahora.
Voy caminando y observando los hermosos árboles que me rodean. Estoy segura de que aquí viviré momentos inolvidables. Me siento como si me hubiese ganado la lotería, donde la universidad y la compañía de mis amigas son el premio.
Por cierto, no les pregunté en qué carrera se habían matriculado. ¿Puedo ser más despistada? Lo dudo. Les preguntaré cuando vuelva de mi cita con el inodoro.
"Oh, ahí está el baño". Hasta eso me hace sentir feliz.
Entro, hago lo que tengo que hacer, me lavo las manos y salgo. Afuera se respira olor a libertad, olor a mañana y a tierra regada mezclado con ese exquisito toque a césped mojado. El cielo está azul y despejado, aún es verano.
Ah, es un buen día en verdad.
Comienzo a caminar de vuelta al casino, hasta que algo llama mi atención… o alguien.
Dios.
Alargo mis pasos, con un nudo en el estómago. He visto a alguien a lo lejos, de espaldas, apoyado en un árbol…se parece mucho a… no, no puede ser.
Mi corazón comienza a latir más rápido de lo normal, las piernas se me hacen jalea. ¿Por qué me pongo así? Puede que ni sea… llego a poco más de un metro de él y observo mejor… mierda.
Sí, es él. Y no está solo.
No está apoyado en el árbol, sino más bien está acorralando a alguien contra él. Es una muchacha y se están besando.
Se me hace un nudo en la garganta. Yo… jamás lo había visto besar a nadie…
Me detengo un segundo frente a ellos.
"No. Graciela, por Dios, por lo que más quieras, sigue avanzando".
Tengo las piernas trabadas. Sabía que lo vería a partir de hoy, pero no fue así.
Él corta el beso y voltea a mirarme. Me clava sus ojos que tan bien conozco y yo sólo atino, por fin, a caminar. Más bien casi estoy corriendo.
Llego al casino jadeante, pero intento recomponerme con rapidez, como si nada hubiese pasado. El corazón aún me zumba en los oídos.
No siento tristeza, no, más que eso; me siento tonta. ¿Por qué me detuve? ¿Por qué dejé que él me viera? Ahora va a pensar que lo quiero, que lo extraño, que me duele lo que vi y no es así.
Jessica, Ana y Natalia siguen comiendo. Cuando me acerco me miran extraño, me preguntan si ha pasado algo, pero en vez de contar mi estúpida anécdota, bromeo diciendo que encontré muy largo el camino desde el baño hasta acá.
Se ríen.
Prefiero hacerlas reír a amargarlas otra vez con el mismo tema que tanto nos lió en el pasado. Ellas me acompañaron en mi dolor cuando en realidad no tenían motivo para sufrir conmigo.
~*~
El día pasa como si nada. No lo he vuelto a ver y espero no hacerlo, de verdad. La universidad es lo bastante grande, ¿puedes ser un poco más generoso, jodido destino?
Las chicas van a clases distintas, así que hemos tenido que separarnos.
Ya en la tarde regreso a casa. Me doy un baño para relajarme.
"¿Qué fue todo eso? ¿Qué demonios fue todo eso?", me pregunto, mientras apoyo la cabeza en la bañera.
"Tú no lo quieres Graciela, ya lo olvidaste".
Entonces, ¿por qué verlo con esa chica me turbó de tal manera?
…
Suena la alarma.
Es mi segundo día de universidad y ya estoy cansada. Me tiro cama abajo, me ducho y hoy sí tomo desayuno. Ayer el cóctel me sació, pero hoy si no como algo, moriré de hambre y debilidad.
Tomo el autobús. Mi mochila va más pesada que ayer porque he decidido devolverle a Natalia los libros que me prestó hace como tres años atrás.
Creo que mi mente necesita sentirse libre de remordimientos si quiero empezar desde cero. Porque voy a empezar desde cero, no importa qué.
Realmente pesa esta cosa. Gracias al cielo no vine con bolso o hubiese quedado con un hombro más bajo que el otro.
Natalia entró a estudiar Administración de Empresas, carrera que queda en… en el edificio cuatro. ¿O era en el tres?
No, creo que ese es el de Teatro, o eso me dijo Jess ayer. Ella estudia eso. Bien, aquí vamos.
Avanzo entre la gente mirando hacia el piso. No quiero verlo a él de nuevo.
"Espera Graz, él no debe importarte", me dice esa voz de mi subconsciente que no sabe callarse, con ese tono tan airoso que hace eco en mi mente.
Me hago caso y levanto mi vista, pero al hacerlo, choco con alguien. Otra vez.
Cierro los ojos fuertemente, no puede ser él de nuevo.
"De acuerdo, Graciela, debes mirar a quien sea que golpeaste y disculparte".
Abro los ojos lentamente, y… santa mierda.
No es él, es un chico mucho más guapo que él.
La verdad es que, a su lado, Adam parece un enano con cara de perro. Este chico es Adonis en persona.
Alto con alevosía, de cabellos oscuros y gloriosamente alborotados que caen sobre su frente, de carnosos labios y tez levemente bronceada.
Él me sujeta por los hombros y me mira intensamente.
—Lo siento —me disculpo algo tímida en inglés.
Supongo que no es otro gringo-español frustrado. Aparta sus manos de mí y sonríe. Parece sorprendido.
—¿Sabes inglés? —pregunta en español.
Oh sí, sé algo de inglés. Nunca me he sentido tan feliz por eso como ahora.
—Sí... —por favor, Graciela, no tartamudees—. Sólo lo básico, como disculparme, por ejemplo —sonrío, nerviosa.
Sonríe también. ¿Será que al disculparme en inglés lo hice sentir como en casa?
De acuerdo, eso no, yo y mis conclusiones. El silencio se hace incómodo, demasiado. Hago torpemente un saludo con la mano y me devuelvo por donde vine.
Natalia tendrá que esperar por sus libros, yo me voy a mi sala o convulsionaré aquí mismo.
¡Qué pedazo de chico, madre mía!