Capítulo 1
Mudarse juntos.
—Cariño, ¿ya tienes todo listo? —preguntó Ana al entrar en la sala de estar, solo para cruzarse de brazos, mientras observaba a su hija mayor.
La joven estaba recostada en el sofá, tirada a sus anchas, esperando a Tonio para poder irse. Lo raro era que se suponía que ella tendría que estar bajando sus cosas y no lo estaba haciendo, por lo que su madre rápidamente se dio cuenta de que ahí, había algo raro.
—Sí, mamá, ya todo está listo —contestó Lola como si nada, mirando la pantalla de su celular, mientras chateaba por w******p con una amiga—. Solo estoy esperando a que el flojo de Tonio baje mis cosas.
—¡Por dios, Lola! —exclamó Ana, negando con la cabeza—. Tendrías que haberlo ayudado; después de todo son tus cosas, hija.
Aunque Ana sonaba algo indignada, la actitud de Lola no era algo nuevo para ella, al fin y al cabo, su hija había salido bastante mal criada, gracias a todo el amor y la sobre protección que le habían dado ella y los demás integrantes de la familia durante su crecimiento. Incluido el pobre Tonio, quien ahora era la mayor víctima de sus chantajes.
—Ay, ya lo sé, mamá. ¡Pero él es fuerte!, podrá bajar tranquilamente las cosas sin ningún problema. Aparte, me tendrá como una esclava en la cocina cuando lleguemos allá, ya sabes que él no sabe cocinar ni un huevo duro. Tengo que aprovechar estos pequeños momentos.
—Eso no sería posible, Lola. Mi hijo no te tendría como una esclava, niña —dijo Fernanda acercándose a ellas—. Ese niño besa el suelo por donde pisas.
Rápidamente, Lola quiso mostrarse indignada, por lo que no escatimó en hacer un numerito, mirándola a los ojos.
—¡Mami, no mientas! Eso lo dices porque tú lo prefieres a él. No te olvides que también eres mi madre, no debes tener preferidos. —Su expresión tratando de parecer seria, pero no le sirvió de mucho, ya que cuando terminó de hablar, estaba conteniendo la carcajada que quería salir de ella.
—Deja de decir tonterías, Lola. Yo amo a Tonio, igual que a ti y a Alex. No tengo preferidos. —Negó Fernanda con la cabeza, parándose al lado de las otras dos mujeres en la sala.
—¡¿Cómo es eso de que no soy el bebé de mi mamá?! —exclamó Tonio, bajando las escaleras con las maletas de Lola en la mano—. ¡Eso es muy injusto!
Su imagen, era algo gracioso de ver. Un hombre con el porte de él, el de un atleta, pelirrojo y devastadoramente guapo, haciendo malabares con tantas cosas en la mano, tratando de no terminar rodando de forma épica por las escaleras.
—¡Por supuesto que eres mi bebé! —dijo Fernanda mientras sonreía, encantada por como su hijo trataba de hacer enojar a Lola, cosa que desde niños este hacía y a ella le divertía mucho.
Decir que Lola estaba anonadada con el cambio tan rápido de Fernanda era quedarse corto, su mandíbula casi había caído al suelo.
—No eres muy buena conmigo, mami Fernanda. —Negó con obvia decepción, cuando se recuperó un poco, haciendo que los demás en la habitación se rieran de ella.
—Vamos, pequeña acaparadora. ¡Ayúdame con tus maletas! —le dijo Tonio mientras negaba con la cabeza.
Estaba más que divertido por la aptitud celosa de Lola, cosa que a decir verdad le encantaba, ya que había contribuido mucho en el desarrollo de su personalidad con el pasar de los años.
—¿Dónde está el hombre que podía con todo? ¿Acaso se ha escapado? —preguntó Lola riéndose de él, no obstante, se levantó de inmediato del sofá para ayudarlo, pues sabía que sus maletas estaban bastante pesadas.
Ella era bastante alta, de un metro setenta y tenía su hermoso cabello rubio, que ahora estaba suelto, haciéndolo bailar con cada paso que daba hasta llegar a él. Parecía resplandecer en cada paso que daba, como si de una diosa se tratara, lo que hizo que Tonio frunciera ligeramente el ceño mientras la observaba con atención.
—El hombre está aquí, pero no pensó que te llevarías tantas cosas. —Soltó una carcajada—. ¿Sabes que no te quedaras a vivir allí de por vida, no?
—Ja, ja, ja. ¡Qué gracioso, Tonio! —le dijo Lola con un fuerte tono sarcástico en su voz, pero rápidamente tomó las dos maletas más pequeñas y luego se dirigió a la puerta—. ¡Vamos, debilucho! —expresó en voz alta al ver que él la observaba con una sonrisa.
Afuera estaba aparcado el auto de Tonio, el cual había sido un regalo de León y Raúl cuando él se fue a la universidad. Recientemente, ellos habían hablado con Lola para darle uno a ella, pero esta no lo quiso, ya que prefería que Tonio la llevara de un lado para el otro. Ella quería un chofer personal.
Cuando las cosas de Lola estuvieron guardadas en la cajuela del auto, Lola fue a saludar a sus madres. Las abrazó y les dijo que cuando la extrañaran no dudaran en llamarla, tal y como ella haría seguido.
—Mándenles un beso a mis papás. Díganles que los amo y que los voy a extrañar mucho —dijo con algunas lágrimas cayendo por sus ojos.
Estaba un poco desbordada por la emoción de dejar a casi toda su familia atrás para poder estudiar en una buena universidad. No obstante, un rato después, ya solos en el auto, de camino a la otra ciudad, todavía le salían algunas lágrimas. Estas parecían no querer detenerse nunca.
—Ya, pequeña. Deja de llorar. No hay nada de malo con volar del nido —le dijo Tonio con voz suave.
—Para ti es fácil decirlo, Tonio. Cuando tú te fuiste estaban todos nuestros padres y yo despidiéndote. —Se volteó para verlo a la cara.
—Sí, pero si nuestros padres no estaban allí para despedirse de ti, es por el trabajo. —Trató de explicar Tonio—. Sabes que jamás se perderían un momento tan importante como este, solo porque sí. Y por mi parte, yo seré tu esclavo conductor por el próximo año, al menos.
Las palabras de Tonio hicieron que Lola por fin se riera, pues le era chistoso imaginárselo estando las veinticuatro horas del día a su entera disposición para llevarla a todos lados.
—Te espera un infierno —expresó Lola riéndose de forma siniestra, alterando un poco a Tonio, quien ya se estaba imaginando lo que la vida le deparaba para su futuro; sin embargo, este detuvo todo pensamiento coherente cuando vio que ella se acercaba a él de forma tímida para darle un suave beso en la mejilla—. No tienes que asustarte… —Hizo un segundo de silencio y continuó—. No seré tan mala. ¡Lo prometo, Tonio!
Su susurro fue casi en el oído de él, haciendo que una corriente electrificarte, completamente extraña, lo envolviera por completo, dejándolo un tanto aturdido.
Al rato, Lola se terminó durmiendo en su asiento y Tonio no pudo evitar mirarla constantemente, observando lo sexi que ella se había puesto en este último tiempo. Su cabello rubio y sus ojos claros le daban un aire angelical, aunque su carácter era todo lo contrario. A veces ella podía ser un completo demonio si se lo proponía.
Tonio no pudo evitar el pensar que el cuerpo de ella, hace tiempo había dejado de ser el de una niña, ahora tenía unas curvas de infarto. Un trasero hermoso y generoso, así como también un buen par de tetas que de seguro se verían muy bien siendo apretados por las manos de un hombre… Cuando se dio cuenta a donde se estaban yendo sus pensamientos, sacudió la cabeza, tratando de que la razón entrara en él nuevamente.
«Vamos, Tonio. ¿Qué demonios tienes metido en la cabeza?», pensó Tonio, regañándose por sus pensamientos un tanto impuros por Lola. Si bien ellos no eran hermanos biológicos, habían sido criados como tal, por lo que no consideraba que estuviera bien lo que estaba pensando. Y es que su mente había viajado muy lejos, incluso se la estaba imaginando desnuda y eso no era algo que quisiera tener en su cabeza.
Para cuando llegaron al departamento, unas dos horas después, Lola todavía seguía durmiendo, por lo que Tonio tuvo un tiempo para observarla por unos minutos antes de sacudir ligeramente su hombro para poder despertarla.
Sus labios estaban ligeramente abiertos mientras respiraba de forma constante, haciendo que él mirara su rostro un poco más. Era muy bella, de eso nunca tuvo dudas, pero ahora podía notar lo realmente hermosa y sexy que Lola era. Al parecer, este tiempo que había estado lejos, en la universidad, lo había vuelto completamente inconsciente de lo que estaba bien y de lo que estaba mal, porque aquí estaba él pensando en lo bello que se vería su rostro mientras succionara su m*****o dentro de su boca.
—Vamos, pequeña. Arriba, que ya llegamos —dijo Tonio cuando pudo salir de su mente.
—Mmm… ¡Qué molesto eres! —Salió del auto, haciendo un pequeño berrinche por ser despertada de su hermoso sueño reparador. Sin embargo, este le duró poco, pues Tonio le tendió las dos maletas más pequeñas y le dijo que llevara, mientras él llevaba las otras tres para ir arriba.
—¡Guau, es hermoso! No pensé que sería tan grande —dijo Lola admirando el lugar una vez que entraron.
Era un departamento hermoso y muy espacioso, la decoración no era mucha por lo que era más que obvio que allí vivía un hombre joven, pero a ella no le desagradó para nada el ambiente minimalista y limpio.
—Sí, es bastante grande. Papá dijo que tenía que ser grande por si tú querías entrar a la misma universidad. Así no te tendrías que quedar en otro lugar —le contó él como si nada, encogiéndose de hombros mientras dejaba las maletas en la sala de estar.
Sus palabras hicieron que Lola se detuviera y lo mirara atentamente, con una pequeña duda dentro de sí.
—¿No te estoy molestando al venir aquí, verdad?
—¿Qué? Por supuesto que no, Lola —negó rápidamente Tonio, pues estaba más que contento de tenerla allí con él—. Me encanta que hayas venido aquí conmigo, tonta. Te extrañaba mucho.
Cuando terminó de hablar fue a su lado para abrazarla, estrechándola con fuerza entre sus brazos, haciendo que ella se sintiera como en casa. Sonreía como una tonta mientras se permitía oler el perfume de Tonio que inundando sus sentidos.
Unas horas después, cuando estaban cenando en el comedor, Lola no pudo evitar hablar de sus padres:
—¿Qué estarán haciendo nuestros padres? ¡No puedo creer que ya los extrañe! —Su voz era suave, lo que dejaba claro que en verdad lo hacía.
Su pregunta hizo que Tonio se cuestionara también sobre lo que estarían haciendo ellos y aunque en un principio no dijo nada, cuando llegó a una respuesta que era seguramente la más probable, se la trasmitió a ella:
—Seguramente estén cogiendo como hace años no lo hacen.
Tonio no tuvo un mejor momento para hablar, que justo cuando Lola estaba por beber agua. Por supuesto, que el agua salió volando por todos lados, puesto que la nariz de Lola se transformó en un aspersor cuando oyó lo que este le decía.
—¡Tonio! ¡Idiota! —chilló ella cuando se pudo recuperar un poco de la impresión que le dieron sus palabras.
Pronto, ambos se largaron a reír a las carcajadas, divertidos por la situación y el desubicado comentario de él.
—La verdad es que sí. Seguramente estén los cuatro cogiendo —comentó Lola, negando con la cabeza, divertida por la rara familia que ella tenía, la cual amaba con todo su corazón.
Hace unos años, antes de que Tonio se fuera a la universidad, los dos, descubrieron a sus padres iniciando el acto s****l entre los cuatro y aunque no habían visto nada, fue más que claro en ese momento que lo que sospechaban si era cierto. Los cuatro eran una “pareja”, aunque nunca se lo hayan dicho a sus hijos abiertamente.