Isabella entró en la oficina con una mezcla de determinación y nerviosismo. Había pasado un par de días desde su regreso del viaje, tiempo que utilizó para poner en orden sus pensamientos. La situación con Luca la tenía más intranquila de lo que quería admitir, y lo último que deseaba era que la tensión entre ellos afectara su trabajo. Sin embargo, apenas cruzó la puerta de Rossi Fashion, notó el ambiente distinto. Las miradas fugaces de sus compañeros, los susurros que morían en cuanto ella se acercaba… todo le indicaba que algo había cambiado.
Durante todo el día evitó quedarse a solas con Luca. Se concentró en sus tareas, asistió a reuniones y revisó los avances en los proyectos. Pero la tensión era palpable. Ambos sabían que había un asunto pendiente que no podían seguir ignorando, y cada minuto que pasaba sin hablarlo hacía que la incomodidad creciera.
Finalmente, cuando la jornada llegaba a su fin y la oficina comenzaba a vaciarse, Isabella vio a Luca acercarse. Sus miradas se cruzaron, y ambos entendieron que ya no podían postergar más la conversación. Se dirigieron en silencio hacia una de las salas de reuniones, una que normalmente se utilizaba para discusiones privadas. La tensión era palpable.
Luca cerró la puerta tras ellos y, sin decir una palabra, se acercó a Isabella y la tomó suavemente por la cintura, atrayéndola hacia él. Isabella, sorprendida por la repentina acción, sintió el impulso de detenerlo, pero antes de poder reaccionar, los labios de Luca encontraron los suyos en un beso que, aunque breve, estaba cargado de una intensidad que ambos habían reprimido desde su viaje. Isabella correspondió por un instante, pero rápidamente se apartó, tomando aire como si necesitara espacio para ordenar sus ideas.
“Luca, por favor…”, dijo, con un tono casi suplicante. Él la soltó, pero se mantuvo cerca, sus ojos reflejando una mezcla de deseo y confusión.
“Isabella, lo siento si te he incomodado”, comenzó Luca, la voz quebrándose ligeramente. “No podía seguir pretendiendo que no siento algo por ti. Lo que pasó en ese viaje… para mí no fue un error. Fue real. Me importas, Isabella. Lo sabes, ¿verdad?”
Ella bajó la mirada, intentando encontrar las palabras adecuadas sin herirlo, sin traicionar la conexión que habían creado. Sabía que Luca no era consciente de la complejidad de su situación, de todo lo que había pasado con Leonardo, y precisamente por eso, debía ser honesta con él.
“Luca, eres una persona increíble, y no sabes cuánto valoro todo lo que hemos compartido, tanto a nivel profesional como personal”, comenzó Isabella, buscando mantener la compostura a pesar de la agitación en su pecho. “Pero no puedo… simplemente no puedo corresponderte de la manera que esperas. No en este momento”.
Él frunció el ceño, claramente dolido. “¿Por qué no? Isabella, hemos trabajado juntos, hemos logrado cosas increíbles, y sé que tú también sientes algo. No entiendo por qué estás cerrándote así.”
“Es complicado”, replicó ella, abrazándose a sí misma como si buscara consuelo en su propio cuerpo. “Mi vida es un caos ahora mismo. Mi cabeza, mi corazón… nada está en su lugar. Y no puedo arrastrarte a eso. No sería justo para ti, ni para mí.”
Luca la miró con preocupación, dando un paso hacia ella. “Isabella, lo único que quiero es estar a tu lado, ayudarte a superar lo que sea que te esté afectando. No me importa que sea complicado. Estoy dispuesto a esperar, a tomar las cosas con calma, si eso es lo que necesitas.”
Isabella sintió un nudo en la garganta. Apreciaba su sinceridad y su disposición, pero sabía que era imposible seguir por ese camino. Aunque había empezado a ver a Luca con otros ojos, aunque su cercanía la hacía sentir más ligera y menos atrapada en el lío emocional en el que estaba, sabía que no estaba lista para nada. Y mucho menos con alguien del trabajo.
“No quiero que te hagas ilusiones”, insistió ella, tratando de que sus palabras fueran claras y definitivas. “Lo que pasó entre nosotros… fue un momento, y no puedo darle más peso. No estoy en condiciones de iniciar una relación con nadie, mucho menos con alguien del trabajo. Las cosas ya son suficientemente complicadas.”
Luca la observó en silencio, analizando cada palabra, cada expresión en su rostro. La decepción se reflejaba en sus ojos, pero también el respeto hacia su decisión. Respiró hondo, como si intentara calmar la tormenta interna que esas palabras habían desatado.
“Entiendo”, murmuró finalmente, con voz ronca. “Si es así como te sientes, lo respeto. No voy a presionarte, ni quiero que te sientas incómoda conmigo. Solo quiero que sepas que estaré aquí, como tu amigo y colega, para lo que necesites. Aunque me duela, prefiero que seas honesta conmigo a que haya malentendidos.”
Isabella sintió un alivio mezclado con tristeza. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero eso no hacía que la decisión fuera menos dolorosa. Luca se merecía algo más claro, algo menos enredado que lo que ella podía ofrecerle en ese momento.
“Gracias, Luca. No sabes cuánto valoro que lo entiendas”, respondió con sinceridad. “Eres una persona especial, y sé que cualquiera tendría suerte de estar contigo. Pero ahora mismo… necesito centrarme en otras cosas, en mí misma.”
Él asintió, esbozando una sonrisa triste. “Lo entiendo. Y no te preocupes, esto no cambiará cómo trabajamos juntos. Seguiremos siendo el equipo que siempre hemos sido.”
Con esas palabras, la tensión en la sala comenzó a disiparse. Ambos sabían que la conversación era necesaria, aunque no fuera fácil. Luca, aunque dolido, respetaba los límites que Isabella había puesto. Sabía que no podía forzar algo que no estaba listo para florecer.
Después de un momento de silencio, ambos decidieron dejar la sala y volver a sus respectivas tareas, intentando retomar la normalidad, aunque con la certeza de que la dinámica entre ellos había cambiado. Era un nuevo comienzo, uno que requeriría tiempo para ajustarse, pero al menos, la sinceridad había prevalecido.