La mañana había transcurrido en una frenética búsqueda de vestidos de novia, y yo, Lina, me encontraba al borde de la desesperación, al borde del abismo. ¡No pensé que fuera tan complicado! San Francisco, con todas sus boutiques y tiendas de lujo, parecía haberse quedado sin opciones para una novia embarazada como yo. ¡Que mierda! Este día tenía que ser perfecto, pero mi enorme vientre lo impedía. ¿Es que una novia embarazada no podía tener una boda de lujo con un vestido estupendo? Mi madre me acompañaba en esta búsqueda, ofreciendo palabras de aliento y consuelo, pero nada parecía aliviar mi frustración y hasta ella de vez en cuando se estresaba al no poder dar con el indicado. Cada vestido que probaba parecía resaltar de manera poco halagadora mi vientre en crecimiento, en lugar de