Llegué a la casa de mi hermano Manuel, con las lágrimas nublándome la vista y el corazón golpeándome en el pecho. Desde luego, había sido un error ir hasta la empresa, pero ¿qué debía hacer? Mi mente girando en torno a la increíble traición de Rafael y la manera tan absurda en la que negaba los hechos, como si yo fuera la mentirosa. Y encima, ¡se atrevía a pedir disculpas! ¿Cómo podía él decir que todo había sido un error, cuando él mismo me había sacado de nuestras cuentas? ¿Qué estaba tratando de hacer? Manuel estaba en su sala de estar con dos hombres cuando entré. Al ver mi estado, se despidió rápidamente de ellos y corrió a mi lado. –¿Qué pasó, Mariel?– preguntó, su voz llena de preocupación, los brazos de mi hermano me rodearon y yo me sentí algo aliviada de venir hasta su casa. M